Capitulo 12 - Una cualqueira.

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— ¿Qué hacen aquí tan temprano? ¿No se supone que estarían en la empresa hasta tarde? -preguntó Leo con su tono sarcástico característico en pleno efecto-

Sonreí y respondí con una respuesta igualmente sarcástica.

— Bueno, si vamos a la empresa ahora, nuestro juego de seducción matutino perdería su propósito.

Leo frunció la ceja, evidentemente desconcertado por mi comentario.

— ¿Qué? ¿A qué te refieres con juego de seducción matutino?

Fede y yo intercambiamos una mirada cómplice, divertidos por la confusión de Leo. Decidí explicar un poco más, aunque de manera enigmática.

— Ya te lo explicaremos más tarde, Leo. No te preocupes.

Leo se encogió de hombros y sonrió con malicia.

— Bueno, explíquenme ahora, ¿me puedo unir al juego?

Acepté la propuesta de Leo, pero no sin establecer una pequeña condición.

— Claro, puedes unirte, pero espera a que termine esta partida.

Leo asintió y se acercó a Fede, mirando sus cartas con un gesto de travesura.

— Entonces, ¿quién va ganando?

Fede levantó una ceja y sonrió.

— Estamos en medio de la partida, Leo. Aún es demasiado pronto para decirlo.

Leo se encogió de hombros y se volvió hacia mí.

— ¿Y tú, Mariana? ¿Cómo vas?

Miré mis cartas y luego a Leo, jugando al misterio.

— Digamos que estoy en una posición cómoda.

Leo rió y se acercó a Fede, diciendo las cartas que tenía en la mano. Me reí al ver la expresión de incredulidad de Fede.

— ¡Leo eso es trampa!

Leo se echó a reír mientras yo revelaba mis cartas.

— ¡En ese caso, gane! -exclamé con una sonrisa triunfal, revelando las dos cartas finales-

Fede soltó una risa derrotada y me miró con incredulidad.

— ¿En serio, Mariana? ¿Un +2 azul y un +4?

— No es mi culpa que el destino esté de mi lado.

Nos reímos juntos mientras recogíamos las cartas y organizábamos el juego para la próxima partida. Aunque nuestra tarde había tomado un giro inesperado, la diversión y la risa llenaron la habitación, disipando cualquier rastro de miedo o ansiedad que había sentido anteriormente.

Leo se unió a nosotros en el juego, y pasamos el resto de la tarde riendo, bromeando y compartiendo historias. Fede demostró ser un jugador hábil, pero también tenía su cuota de mala suerte con las cartas, lo que nos llevó a más risas y momentos cómplices.

Mientras la tarde avanzaba y la luz del día comenzaba a desvanecerse, sentí una sensación de ligereza y felicidad que no había experimentado en mucho tiempo.

Después de varias partidas emocionantes y muchas risas compartidas, decidimos poner fin al juego por el momento. Leo se despidió con una sonrisa traviesa, diciendo que iría a descansar. Dio unas palmaditas en el hombro de Fede y le guiñó un ojo antes de dirigirse hacia su habitación.

Fede y yo nos quedamos solos en la sala. Este se puso de pie y estiró los brazos.

— Bueno, creo que también es hora de que me retire a descansar. Ha sido un día emocionante.

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