Capitulo 12 - Una cualqueira.

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Mientras el agua corriente limpiaba mi rostro, sentí cómo las palabras de la señora Lucía comenzaban a calmar mi mente agitada.

Después de unos minutos, me sequé el rostro y me miré en el espejo. Mi reflejo mostraba una mezcla de emociones: tristeza, miedo y una chispa de esperanza.

Suspiré y me di ánimos a mí misma, recordando las palabras de la señora Lucía y su apoyo inquebrantable.

Salí del baño y me dirigí hacia la cocina, donde encontré a la señora Lucía conversando con Fede en voz baja. Su mirada se encontró con la mía y me dedicó una sonrisa alentadora.

— Mariana, ¿te sientes un poco mejor? Fede estaba preocupado por ti.

Fede se acercó a mí con un gesto de preocupación en su rostro.

— ¿Estás bien? ¿Puedo hacer algo por ti?

Asentí, tratando de mostrar una sonrisa que reflejara mi agradecimiento por su preocupación.

— Tranquilo, ya estoy mejor. Gracias a ambos. Solo necesitaba un momento para despejarme un poco.

La señora Lucía intervino con amabilidad.

— Bueno, todos necesitamos momentos de reflexión. Ahora, ¿por qué no se sientan y les preparo algo para comer?

Fede asintió y me ofreció su mano.

— Vamos, siéntate. ¿Qué te gustaría comer?

Acepté su mano y le sonreí con sinceridad.

— Cualquier cosa estará bien. Gracias, Fede.

Nos sentamos en la mesa del comedor, rodeados por la calidez del hogar y la compañía reconfortante de la señora Lucía. Aunque aún había miedos y dudas en mi corazón, sentí que estaba dando algunos pasos hacia adelante. Y eso es bueno, supongo...

Después de compartir una tranquila merienda en la cocina, mi ánimo comenzaba a mejorar gracias a la compañía de Fede. Entre risas y conversaciones, él logró sacarme una sonrisa genuina, borrando temporalmente los miedos que habían ocupado mi mente.

— ¿Por qué no continuamos divirtiéndonos? Podemos jugar una partida de Uno en la sala. ¿Qué te parece?

Asentí, agradecida por su amabilidad y su intento de alegrar el resto del día.

— Me parece genial. Será divertido.

Nos dirigimos a la sala y nos acomodamos en el sofá, listos para comenzar el emocionante desafío del "Uno." Fede abrió la caja y repartió las cartas, y pronto estábamos inmersos en el juego, riendo y bromeando mientras las cartas cambiaban de manos.

En medio de la partida, sostenía una carta especial en mi mano: la temida "agarra cuatro" y con una sonrisa juguetona, la coloqué sobre la pila de descarte.

Fede arqueó una ceja, fingiendo asombro.

— ¿De verdad otra vez? Mariana, ya es la segunda vez que juegas esa carta. ¿No tienes otras opciones?

Reí ante su reacción, disfrutando de la animada atmósfera que se había creado entre nosotros.

— Supongo que me he encariñado con esta carta. ¿Quién soy yo para negarle su momento de gloria?

Fede rió y negó con la cabeza, claramente sorprendido por mi habilidad para sacar la misma carta repetidamente.

— Tramposa...

Continuamos con el juego, riendo y bromeando mientras las cartas cambiaban de manos. Sin embargo, nuestro juego fue interrumpido por la entrada de Leo, quien nos miró con curiosidad.

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