Libre.

19K 2.5K 508
                                    

A: OMFG! CUMPLÍ 15 Y ESTOY RE EXALTADA! LOS AMO, ME AMO, ¡AMEMONOS TODOS JUNTOS!(?) Lo siento, lo siento, ahora... ¡saludos y a leer!

-o-O-o-O-o-

Harry miró al conjunto de casas frente a él con asco. Había salido de la Mansión Zabini hace, aproximadamente, seis horas y ya había anochecido; allí había dejado a Hedwing, explicándole a Blaise que en Private Drive no podría estirar las alas en ningún momento. La madre de Blaise, Theresa Zabini, había hechizado el baúl y escoba de Harry de manera tal que, cuando mencionara el nombre del encantamiento 'Engorgio', estos se agrandarían y cuando dijera 'Reduccio', estos se volverían a encoger con la magia de la misma señora Zabini, para que el Ministerio no detectara la magia y que él no los tuviera que acarrear las cosas a todas partes. También le había pedido que le diera un talismán hechizado, un simple anillo que podía hacer perder el rastro de magia al Ministerio de cualquier criatura a tres kilómetros a la redonda.

Harry se lamentó de sí mismo, cansado y mugriento después de tanto viaje, mientras tocaba la puerta del número cuatro; de tan solo imaginar los días que le aguardaban le daba escalofríos.

La puerta fue abierta por Duddley al poco tiempo, Petunia y Vernon deberían de estar realmente ocupados para dejar que "su angelito" abriese; el Dursley empalideció al verle, pero pronto se recompuso y gritó:

-¡Mamá, el anormal ha vuelto!- Cómo no, pensó el azabache mientras rodaba sus ojos y pasaba a través del niño rubio, que más se asemejaba a una vaca, y al que él podría llamar primo si es que se le llegaba a cantar; solo quería encerrarse en su cuarto, libre de cualquier muggle, pero pronto tía Petunia le frenó su viaje hacia arriba de las escaleras, donde debería de estar su habitación.

-¡Hasta que te dignas a mostrar cara! El cuarto de arriba ha vuelto a ser de Duddley; ¡vete a tu viejo cuarto, niño de pacotilla!- Recriminó Petunia con su cara de caballo fruncida, y apretando fuertemente la franela con la cual había estado limpiando un candelabro.

Harry no podía creerle a sus oídos; al menos, en su anterior vida, le habían dejado ese mugriento cuarto de juguetes rotos, ahora ni eso tenía. Arrastrando sus pies, y recordándose mentalmente mil veces el por qué de estar allí, se metió en el armario debajo de las escaleras dando un fuerte portazo.

-¡INSOLENTE! ¡YA ESCUCHARAS A VERNON CUANDO VUELVA DEL TRABAJO, INGRATO! ¡Hoy no comes! ¡¿ME HAS ESCUCHADO?!- Oyó casi enseguida, junto a los fuertes y repetitivos pasos del hijo único sobre los escalones que se encontraban arriba de él, haciendo que los ojos se le llenaran de mugre.

Mientras tanto, Harry no podía hacer más que cantar en el silencio de su propia mente:

"...cumpleaños feliz...

Cumpleaños feliz...

Me deseo yo mismo..."

Nunca en su vida, ni siquiera en la búsqueda de los Horrocruxes, Harry había añorado tanto algo, como lo hizo aquella noche.

-.-.-.-.-.-.-

Su vida, en cuestión de un día, se había transformado en una mierda; se dijo Harry, mientras terminaba de pintar por segunda vez el banco del jardín de sus tíos.

Duddley había intentado molestarle y, aunque Harry sabía que no debía, cayó redondo en su juego y fingió estar a punto de hechizarlo; resultado: limpió las ventanas, lavó el auto, cortó el pasto, recortó la hiedra de los canteros, podó y regó las rosas y, lo que estaba terminando recientemente, le dio una capa de pintura al banco del jardín.

Harry había caído en la casa en el momento más desafortunado; los Mason, aquel desdichado matrimonio que había salido histérico años atrás, iban a venir aquella noche, y eso solo podía significar una cosa: Dobby también. Potter realmente creía estar preparado para enfrentar nuevamente a aquel pequeño elfo libre que había muerto salvándolo, pero no sabía si podría evitar la catástrofe del pastel de crema y flores azucaradas; después de todo, la magia de los elfos domésticos era muy poderosa.

Reviviendo una vida: Cámara Secreta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora