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- Su alteza real, todos lo esperan para su aparición.

Shaan cerró la puerta tras su aviso mientras yo volvía mi vista al espejo en el que me estaba reflejando. Mi traje estaba impoluto, mi peinado en su sitio y mis zapatos relucientes y sin embargo, yo sentía como si siempre estuviese dejándome algo atrás. Podía notar como la ansiedad serpenteaba por mis pies hasta llegar al centro de mi estómago para subir por mi pecho. Puse mi mano derecha sobre mi esternón para frenarla mientras con mi otra mano jugaba a mover el anillo de mi dedo meñique y expiré pesadamente antes de comenzar a andar hacia la puerta.

Odiaba el palacio y odiaba su maldito protocolo.

Pero sobre todas las cosas, odiaba los jodidos eventos internacionales como aquel. Las personas más ricas e influyentes de todo el planeta estaban en aquel salón mientras esperaban en fila a que todos nosotros fuéramos saludándolos uno a uno, como si realmente nos acordásemos de todos ellos,

Aunque había alguien en especial que reconocería hasta en el último rincón del jodido planeta tierra.

- Esta boda es un despropósito - le susurré a mi hermana pequeña - sólo la tarta costó más de 75.000 libras.

- Henry, calle y vuelve a tu papel - musitó Bea.

- Dios, es que...

- ¿Sabes lo que es un despropósito? Lo atractivo que es el hijo de la presidenta Claremont. ¿Lo conoces?

Claro que lo sabía.
Seguramente, lo sabía mejor que nadie. No podía sacarse de su cabeza la primera vez que lo vio y a veces se juraba que nunca lograría olvidarse de él por mucho que lo deseara. Desde que lo conoció en las Olimpiadas se prohibió mirarlo más de tres segundos y por supuesto, se dijo así mismo que nada de contacto más allá del obligado.

Pero allí estaba; tan arrebatador como siempre con su impecable traje negro y su pajarita, con un perfume que podía olerlo desde varios metros atrás y que maldita sea, ya me estaba haciendo sudar la gota gorda.

- Si, hemos coincidido varias veces, es muy... - atractivo, sexy, malditamente guapo - animado. De hecho, es la persona más irritante que conozco en este mundo.

Vi de reojo como Bea ponía sus ojos en blanco mientras yo intentaba ralentizar mis pasos para no llegar hasta él, aunque fuese inevitable.

- ¡Hola! ¿Qué tal? - Alex me dedicó una sonrisa con su total falta de protocolo.

Me sudaban las manos y el calor subía desde mi abdomen hasta mi cuello, así que presa de un nuevo ataque de ansiedad a los que ya empezaba a acostumbrarme, simplemente incliné mi cabeza en señal de saludo y salí de allí todo lo rápido que me permitían mis pies.

No fue hasta que estaba en el salón de la fiesta con el resto de invitados que conseguí volver a respirar. Dios, odiaba la sensación que aquel capullo producía en mi cuerpo.

Porque sin ninguna duda, Alexander Claremont Díaz era un capullo; uno muy guapo, pero capullo al fin y al cabo. En todos estos años que se conocían, no recuerda una sola aparición en la que no haya sido totalmente descortés e incluso a veces rozando lo maleducado. Y lo peor es que siempre parecía que le buscaba, como si fuese algún tipo de obsesión la suya.

- Henryyyyyyyy.

Oh dios mío, y ahí estaba de nuevo.
Había tenido unas horas de tranquilidad entre aburridas charlas con hombres de edades casi centenarias, pero ahí estaba de nuevo aquella tentación vestida de traje.

Alex, quien se encontraba algo bebido, se colocó a mi lado y chocó su vaso de whiskey con mi copa de champán, haciendo que algunas gotas de su vaso rebosaran y salpicara el suelo y mis zapatos. Cerré mis ojos con fuerza algunos segundos y tragué las ganas que tenía de mandarlo a la mierda.

The First Prince | Rojo Blanco y Sangre Azul Where stories live. Discover now