EL REENCUENTRO

142 20 0
                                    

Compra "Somos Violetas" en papel: 

https://librosyliteratura.com/libreria/somos-violetas-de-marta-galisteo-gomez/


Aquella noche llovía a cántaros, estábamos de pie en la boca de metro de Oxford Circus y solo recuerdo que sus ojos negros no expresaban toda la tristeza que a mi me hubiera gustado. Nunca supe si lo dejó él o lo dejé yo, puede que ambos supiéramos desde el principio que esa relación no iría más allá de unos cuantos meses, pero lo cierto es que al final le había cogido cariño y me costó un poco decir adiós.

Anduve a la deriva bajo la lluvia, sin paraguas, solo con el abrigo impermeable de capucha que había comprado el invierno pasado. Es una verdadera pena que me lo quitaran al entrar en la cárcel, me vendría de lujo cuando llueve en el patio y no se puede tomar el sol. Por alguna razón esperaba que algo mágico sucediera esa noche: que él volviera corriendo detrás de mí, me diera un beso de los de película y me dijera que quería estar conmigo 'por siempre jamás'. Pero eso nunca ocurrió y, en su lugar, una gran ola de agua y barro proveniente de debajo de las ruedas de un autobús me despertaron de la fantasía.

En ese instante apareció Connor, otro ex. Y ahí estaba yo, lloriqueando bajo un impermeable empapado y de barro hasta las cejas.

- Das asco Alice. - espetó sonriente mientras me tapaba con su paraguas. Él vestía un traje azul marino perfectamente planchado (y seco), el cabello oscuro estratégicamente despeinado y unos zapatos de piel que parecían recién comprados. Ya no era el niño que dejé con veintidós años, había madurado.

- ¡Hola Connor! ¿Qué tal estás? ¡Me alegro de verte!

- En serio, estás guapa, a tu manera. - y me guiñó uno de sus enormes ojos azules. Connor siempre había sido un chico muy atractivo y él lo sabía, una persona con ese magnetismo que solo algunos tienen. - Estaba a punto de coger un taxi, ¿vas a tu casa?

- Sí por favor, llévame a casa, démonos el lote en el asiento de atrás y después puedes quedarte a dormir si quieres. Te prepararé el desayuno mañana, tortitas con bacon y sirope de arce, como te gusta. - No, no lo dije. - Prefiero caminar, pero gracias.

- Bien, caminemos juntos. Y dime, ¿qué andas haciendo? - por supuesto se refería al plano profesional, cuando estábamos juntos yo estudiaba periodismo y mis inquietudes laborales, que se balanceaban entre ser actriz y fotógrafa, eran bastante inciertas.

- Finalmente me decanté por la fotografía, retrato novias, ¿tienes novia? - esa estupidez sí salió de mi boca antes de que mi lento cerebro pudiera filtrarla, y en ese momento solo deseaba que se formara otra ola de barro encima de nuestros pies para poder cambiar el rumbo de la conversación.

- Si lo hubiera sabido el año pasado te habría contratado. - Me fijé en su mano derecha y ningún anillo dorado lucía en el dedo anular, tampoco había señal de que hubiera estado ahí antes. Suspiré, pero el alivio duró poco tiempo - Me casé con Ana, ¿te acuerdas de Ana? Era la novia de Lucca hace años, ¿te acuerdas?

- Ah sí, Ana... claro, ¡enhorabuena! - tocada y hundida. Probablemente el anillo colgaba de su cuello, una rara costumbre de muchos hombres que no sé si tiene que ver con una incomodidad real o cierto miedo al compromiso. - ¿Sabes? Estoy un poco cansada de caminar, creo que me gustaría coger ese taxi. - Cómo echo de menos los taxis.

Durante la vuelta hablamos de banalidades y nos deseamos suerte (ya ves), ¿me podía pasar algo más? Claro que podía, ya he dicho que estoy en la cárcel, ¿verdad?

Somos violetasOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz