09: Kitsukuori

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Kitsukuori «El arte de reparar cerámica con oro o plata uniendo las piezas y comprendiendo que la pieza es más hermosa por haberse roto»

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Kitsukuori
«El arte de reparar cerámica
con oro o plata uniendo las piezas
y comprendiendo que la pieza
es más hermosa por haberse roto».

—Huele a sangre...

—Estoy bien.

—Kenji, ¡hueles a sangre!

—¡Estoy bien! Alejémonos lo suficiente antes de detenernos.

—¡Pero estás sangrando! ¡Detén el caballo! ¡Detenlo!

Kenji reprime el quejido cuando su esposo se mueve frente a él para instarlo a detenerse. El caballo comienza a impacientarse cuando nota la pelea sobre él y pronto se detiene, negado a obedecer otro pedido más de Kenji mientras el aroma enojado de Haru sobresale en el ambiente y entre el olor del bosque.

En contra de su pensamiento, su esposo baja del caballo de un empujón y se aleja con una furia que apenas puede controlar. Kenji también baja y solo cuando sus pies tocan piso, nota la manera en que su tabi derecho se encuentra manchado de sangre. En medio de la carrera se olvidó por completo la herida de su costado y ahora está sangrando. Su propia impresión no pasa desapercibida ante su esposo que lo mira con el rostro congestionado de múltiples pensamientos.

—Tranquilo, no due...

—¡Calla! —grita Haru, alterado cuando se acerca y le aparta la mano que intenta buscar la herida—. ¡Calla!

—Lo siento...

—¡Qué te calles, Kenji! ¡Cállate! —La voz de Haru se atora en su garganta. Húmeda y débil mientras mueve las telas de su haori manchado y aprieta sus labios.

La sangre espesa ha manchado la tela y esa parte se siente pesada. Incluso las telas que se habían usado para ofrecerle una especie de vendaje ya han quedado inservibles. Haru aprieta la boca antes de nada más y luego lo mira como si quisiera reclamarle por su falta de previsión o su osadía. Kenji hace lo que su esposo le ha pedido: callar. Lo mira con vergüenza por ser alguien inútil que no puede ofrecerle seguridad con la herida que tiene en su costado.

Pero su esposo tampoco dice nada. Se aparta, da una vuelta a sus alrededores como si observara los árboles que lo rodean y luego lo ve empezando a buscar algo en el suelo.

—¿Qué haces?

—Solo quédate quieto. Yo me encargo.

Kenji suelta el aire mientras mira el cielo oscuro, algunas estrellas apareciendo entre las nubes cargadas de tormenta y la ausencia de la luna. No hay ruidos que le alerten del peligro de forma cercana, solo el aroma de los árboles y la vegetación, algunos sonidos de pájaros e insectos caminando cerca. El caballo se ha alejado de ellos para pastar a varios ken de su lugar. Una mirada les muestra que hay mayormente árboles, si camina un poco más al sur, encontrará que está la colina que subieron y que les permitía ver lo lejos de la ciudad de Kagoshima y su puerto.

La gentil tristeza de las cosas (BL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora