Capítulo XX ━ Daryl

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—Para usarlo contigo —dijo seria.

Buen comienzo, pensó Daryl al escucharla decir eso. Tenía razones para querer aprender a contestar, y eligió a la persona correcta para que le enseñara. Si bien tenía una determinación y una inteligencia superior a alguien de su edad, solo tenía que saber utilizarla.

En el tiempo que estuvieron solos, él le enseñó algunas cosas básicas: no quedarse callada si piensa diferente, contestarle que tiene derecho de opinar si a alguien se le ocurre callarla, dejar que el ignorante hable.

—¿"El ignorante"? —cuestionó en cuanto lo mencionó.

—Algún día —explicó mientras comía de su lata— pelearás con alguien que no tenga fundamentos, y el cual sabe que tienes razón pero hará hasta lo imposible para tratar de vencerte. Cuando eso ocurra, tú debes dejarlos hablar.

—¿Y qué haré yo? —preguntó, viendo un problema en la fórmula de Daryl.

—En cuanto termine de hablar, le dirás: "¿Ya acabaste?". Se enfurecerá, te lo aseguro.

Marion rió. Tal vez ella no necesitaba eso y solo lo hacía para romper el hielo con él, pero eso no le importaba. Pasar tiempo con la pequeña era divertido, porque era como si estuviera hablando con una versión más pequeña de Jessica.

Extrañaba a Jessica. A todos, en realidad, pero el tener a Marion frente a él, que habla todo el tiempo de ella, hacía que fuera la persona que más extrañara. Se divertía con sus chistes tontos y sus imitaciones estúpidas, en su mayoría para hacer reír. Sus "Vuelve sano" antes de partir a algún lugar, su preocupación y bondad.

Marion era la copia de ella.

Antes de que anocheciera, se aseguró de que todas las puertas estuvieran cerradas para que nadie pudiera interrumpir su sueño o el de las chicas. Cuando regresó a la sala, Beth estaba tocando el piano y cantando una canción, mientras Marion miraba las teclas y se apoyaba en el brazo de esta.

No recordaba cuándo ni cómo ocurrió, pero la conexión que ellas tuvieron desde la pérdida de la prisión había sido casi instantánea, como si ya se conocieran desde antes. Lo que sabía de Marion era que simpatizaba con muchas personas; eso podría explicar algunas cosas.

—¿Cómo sabes esa canción? —preguntó la dulce voz de la niña.

—Creo que la aprendí por ahí. Antes pasaba todo el tiempo frente al piano —contestaba Beth, acariciando el cabello de la niña.

Daryl carraspeó para que supieran que se encontraba allí y avisó que tapió todo el lugar. Seguido de eso, dejó su ballesta en el sillón, junto a la mochila azul (lo que le hizo sonreír un poco) y se acostó en el ataúd abierto, llevándose algunas risas de las muchachas.

—Sigue tocando, Beth —dijo Marion.

—No sé si...

—Hazlo —insistió él. Ella se sorprendió, ya que creía que no le gustaba—. Sigue cantando.

Marion sonrió y se levantó de su asiento para tomar su mochila y acomodarla. No supo qué hacer con la ballesta, que se encontraba allí también, por lo que miró a su dueño y solo la quitó cuando él le dió el permiso. Una vez desocupada, acostó su cabecita encima de la mochila para continuar escuchando la bella voz de Beth.

Eso era todo: Beth cantando y tocando el piano mientras Marion y él contemplaban su sueño. No necesitaban nada más. Solo tranquilidad y paz.






BLOODY DANGER¹ | Daryl DixonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora