Capítulo XIII ━ Nuestras vidas

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—Se considera lista si tiene más de un pedido —corrigió la mujer mientras Jess regresaba por donde había venido, sin prestarle atención a sus chistes.

Durante todo este tiempo de expediciones, Jess no solía ir, pero sí acostumbraba pedir. Empezó por cosas básicas (cuadernos, dulces, primeros auxilios, entre otros), pero cada vez que Daryl le traía todas las cosas, comenzó a pedir otras que no encontraban cerca de 20 kilómetros a la redonda. Y esto ya estaba cansando a Daryl.

Jessica sí sabía lo que provocaba esto, pero aún continuaba haciéndolo. Según ella, algún día encontrará esos pedidos, por lo que debía llevar la lista todos los días en el caso de que hoy fuera ese día.

Debía admitir que también lo hacía para hacerlo enojar. A estas alturas, ella encontraba divertido hacerlo.

Cuando regresó al pabellón, tomó una lapicera y un papel y anotó lo que más le urgía, y luego lo que tal vez podría conseguir. En cuanto terminó, corrió para ir a dárselo en persona. Daryl algunas veces conseguía irse antes de que ella le diera la lista, así que debía correr para entregársela antes de que huyera.

—¡Aquí estás! Pensé que te habías ido —suspiró al llegar—. Hola, Michonne —saludó a la recién llegada—. Me alegra que hayas vuelto.

—A mí me alegra verlos de nuevo —sonrió la morena.

Frente a ella y Rick, Jess le entregó la lista a Daryl. Le pidió que no la leyera ahora, pero la curiosidad (y las constantes bromas de la castaña) hicieron que la revisara antes de partir.

—¿"Cosa para ajustar tornillos"? —preguntó confundido.

—No recuerdo cómo se llaman.

—¿Llaves mecánicas? —trató de adivinar Michonne. Jess asintió frenética.

—¿Le pediste a un analfabeto que te escriba esta lista? —cuestionó cansado él.

—Oye, no te atrevas a criticarme. Tuve que hacerlo rápido antes de que te fueras; no soy Einstein. —El comentario hizo reír a Michonne y a Rick, quienes miraban atentos la escena que ella hacía—. Intenta no perderla, ¿está bien?

—Haré mi mejor intento. —Guardó la lista en su bolsillo.

Jess sonrió y se despidió con un "Vuelve sano" antes de que se fuera junto con los demás.

Ahora mismo debía visitar a su amiga y confidente en el pabellón D, quien esperaba sentada en la escalera su presencia.

—¡Jessie! —La niña bajó de las escaleras de forma estrepitosa.

—¡Hola, Marion! —La abrazó fuertemente al impactar contra su cuerpo—. ¡Que linda que estás! ¿Cómo está tu papá?

—No se encuentra bien —negó repetidas veces la menor—. Se siente fatigado, ni siquiera se puede parar.

Marion la llevó hacia la celda en donde su padre se encontraba. El hombre estaba un poco pálido y sudaba de forma inhumana, y tal como la pequeña había dicho, no podía sentarse siquiera.

—Estoy bien —dijo.

—No, Rob, no estás bien. Cariño, ¿puedes traerme el termómetro? —pidió a la niña, que estaba más cerca del botiquín de emergencia situado en cada celda—. Gracias, linda.

—¿Serás nuestra doctora ahora?

—No soy doctora, pero Hershel me enseñó lo básico. Ahora, abre la boca.

Unos minutos después, el termómetro designó que Robert tenía dos grados de temperatura más de lo normal, lo cual era alarmante. Como siguiente paso, verificó cada lugar del cuerpo del hombre para cerciorarse de que ninguna mordida o rasguño estuviera oculto.

BLOODY DANGER¹ | Daryl DixonWhere stories live. Discover now