Always in my heart.

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El policía efectuaba su ronda por la avenida con su aspecto imponente. Esa impotencia no era exhibicionismo, sino lo habitual en él, pues los espectadores escaseaban. Aunque apenas eran las 10 de la noche, las heladas ráfagas de viento, con regusto a lluvia, habían despoblado las calles, o poco menos. El agente probaba puertas al pasar, haciendo girar su porra con movimientos artísticos e intrincados; de vez en vez se volvía para recorrer el distrito con una mirada alerta. Con su silueta robusta y su leve contoneo, representaba fignamenteva los guardianes de la paz. El vecindario eran de los que se ponen en movimiento a hora temprana. Aquí y allá se veían las luces de alguna cigarrería o de un bar abierto toda la noche, pero la mayoría de las puertas correspondían a locales comerciales que llevaban unas cuantas horas cerrados.
Hacia la mitad de cierta cuadra, el policía aminoró súbitamente el paso. En el portal de una ferretería oscura había un hombre, apoyado contra la pared y con un cigarro sin encender en la boca. Al acercarse él, el hombre se apresuró a decirle, tranquilizador:

-No hay problema, agente. Estoy esperando a un amigo, nada más. Se trata de una cita convenida hace 20 años. A usted le parecerá extraño, ¿no? Bueno, se lo voy a explicar, para hacerle ver que no hay nada malo en esto. Hace más o menos ese tiempo, en este lugar había un restaurante, el Big Joe Brady.

-Sí, lo derribaron hace cinco años -dijo el policía.

El hombre del portal encendió un fósforo y lo acercó a su cigarro. La llama reveló un rostro pálido, de ojos verdes esmeraldas perspicaces, también dejando ver su camisa con los primeros botones desabrochados dejando ver los comienzos de dos tatuajes en su dorso.

-Esta noche se cumplen 20 años del día en que cene aquí, en el Big Joe Brady, con Louis Tomlinson, mi mejor amigo, la mejor persona del mundo. Él y yo nos criamos aquí, en Londres, como si fuéramos hermanos. Él era enserio muy importante para mi. El tenía 18 años y yo 16. A la mañana siguiente me iba al oeste para hacer una fortuna. A Louis no se le podía arrancar de Londres; para él no había otro lugar en la tierra. Bueno, esa noche acordamos encontrarnos nuevamente aquí, a 20 años exactos de esa fecha y esa hora, cualquiera fuese nuestra condición y la distancia a recorrer para llegar. Suponíamos que después de 20 años, cada uno tendría ya la vida hecha y la fortuna conseguida.

-Parece muy interesante -dijo el agente-. Pero se me ocurre que es mucho tiempo entre una cita y otra. ¿no ha sabido nada de su amigo desde que se fue?

-Bueno, sí. Nos escribimos por un tiempo -respondió el otro -.Pero al cabo de un años o dos nos perdimos la pista. Usted sabe, el oeste es muy grande y yo vivía mudandome de un lado a otro. Pero estoy seguro de que Louis, si está con vida, vendrá a la cita; siempre fué el tipo mas recto y digno de confianza del mundo, y no se va a olvidar. Ya viajé mil quinientos kilómetros para venir a este sitio, pero habrá valido la pena si él aparece. El hombre sacó un hermoso reloj, con pequeños diamantes incrustados en la tapas.

-Faltan tres minutos -anunció-. Cuando nos separamos, a la puerta del restaurante, eran las 10 en punto.

-A usted le fué bastante bien en el oeste, ¿no? -preguntó el policía.

-¡A no dudarlo! Espero que Louis haya tenido la misma suerte que yo. Bueno, muy inteligente no era; trabajador sí, y muy buen tipo. Yo he tenido que vérmelas con gente muy avispada para llenarme el bolsillo. Aquí, en Londres, la gente se estanca. Hay que ir al oeste para ponerse en forma.
El policía balanceó la porra y dió un paso o dos.

-Tengo que seguir la ronda -dijo-. Espero que su amigo no le falle. ¿no piensa darle unos minutos de tolerancia?

-¡Por supuesto! -afirmó el otro-. Le daré cuanto menos media hora. Por entonces Louis tendrá que estar aquí, si está con vida. Hasta luego, agente.

-Buenas noches, señor -saludó el policía.

Y prosiguió su ronda, probando los picaportes al pasar.
Había empezado a caer una llovizna helada; las ráfagas inciertas se transformaron en un viento constante. Los pocos peatones se apresuraban, incómodos y silenciosos. Con los cuellos vueltos hacia arriba y las manos en los bolsillos. Y en la puerta de la ferretería, el hombre que había viajado mil quinientos kilómetros para cumplir una cita, insegura hasta lo absurdo, con su amigo de la juventud, fumaba su cigarro y seguía esperando.
Esperó unos 20 minutos. Al cabo, un hombre alto, de sobretodo largo y cuello subido hasta las orejas, cruzó apresuradamente desde la vereda opuesta para acercarse al hombre que esperaba.

-¿eres tú Harry? -preguntó, vacilando.

-¿Louis Tomlinson? -gritó el hombre de la puerta.

-¡dios! -exclamó el recién llegado, aferrando al otro por los brazos- . ¡Claro que eres Harry, que duda cabe! Estaba seguro de encontrarte aquí, si vivías. Bueno, bueno, bueno... 20 años es mucho tiempo. El viejo restaurante ya no existe, Harry; ojalá no lo hubieran derribado, así habríamos podido cenar otra vez aquí. Y dime, viejo, ¿cómo te ha tratado el oeste?

-Fantásticamente. me dio todo lo pedí. Pero has cambiado muchísimo, Louis. Te hacía cinco o seis centímetros mas bajo.

-Bueno, crecí un poco después de los 20 años.

-¿te va bien en Londres, Louis?

-mas o menos. Tengo un puesto en los departamentos de la municipalidad. Vamos, Harry; iremos a un sitio que conozco para charlar largo y tendido sobre los viejos tiempos.

Los dos echaron a andar por la calle, del brazo. El hombre del oeste, aumentado su egotismo por el éxito, empezó a esbozar un relato de su carrera. El otro, inmerso en su sobretodo, escuchaba con interés.
Cuando llegaron a la esquina, donde las luces eléctricas de una farmacia iluminaban la calle, cada uno de ellos se volvió para mirar la cara de su compañero.
El hombre del oeste se detuvo bruscamente, apartando el brazo.

-Usted no es Louis Tomlinson -masculló-. Veinte años son mucho tiempo, pero no tanto para que a uno le cambie la nariz de recta a respingada.

-A veces es bastante para transformar a un hombre bueno en malo -dijo el desconocido-. Estas arrestado desde hace diez minutos, Harry, alias "Sedoso". A los del oeste se les ocurrió que podías andar por aquí y enviaron un cable diciendo que querían charlar contigo. No te vas a resistir, verdad, ¿verdad? Así me gusta. Ahora bien, antes de llevarte a la comisaria te daré esta nota que me entregaron para ti. La puedes leer aquí, en la vidriera. Es del agente Tomlinson.

El hombre del oeste desplegló el pedacito de papel que acababa de recibir. Cuando empezó a leer su mano estaba serena, pero al terminar le temblaba un poquito. La nota era bastante breve:

Harry: Llegué a nuestra cita a la hora justa. Cuando encendiste el fósforo te reconocí como el hombre que buscaban en el oeste. Como no pude hacerlo personalmente, fui en busca de un agente de civil para que se hisiera cargo.
Siempre en mi corazón. Louis T.

Despues De 20 Años. [Larry Stylinson]Where stories live. Discover now