Capítulo 1: Lucas Ortiz

29 6 3
                                    

—Así que...— Empecé, mirando a mi alrededor— ...¿aquí viviremos?

—Eso parece.

—Bueno... al menos no parece una zona muy peligrosa...— Dije, claramente atemorizada.

Eiffel y yo nos acabamos de mudar, las dos tenemos 18 años recién cumplidos, y estábamos empezando nuestra vida universitaria a seis horas en coche de nuestras casas, básicamente nos habíamos ido a la otra punta. Mi mejor amiga y yo teníamos personalidades muy distintas la una de la otra: por un lado, ella es muy impulsiva, dice lo que piensa y cómo lo piensa, actúa, luego piensa. A Eiffel se le da muy bien conocer gente nueva y hacer amigos, es por eso que seguro que no le costará nada hacer amigos en su facultad, la de magisterio.
Yo, por mi parte, era una persona más reservada y miedosa, no me gustaba estar con gente, ni conocer gente nueva, básicamente no me gustaba salir de mi zona de confort.

Ya habíamos decidido desde pequeñas que cuando creciéramos nos iríamos a vivir juntas y aquí estamos, cumpliendo lo que un día nos prometimos.

Los padres de ella y los míos pagaban el piso de alquiler a medias, con la condición de que aprobásemos todas las asignaturas y no la liaramos ni le diéramos problemas a los vecinos.

—Te veo preocupada, Emma— Comentó Eiffel mientras se sentaba en nuestro sofá y sonreía.

—¿Qué?— Me hice la confundida—, ¿preocupada? ¿Yo? Para nada...

Lo estaba.

—¿No te parece emocionante?— Dijo, mirando al infinito por el gran ventanal que teníamos al lado del sofá—. Tenemos 18 años, vivimos juntas, independizadas...

—Si... es genial— Empecé sentándome al lado suya en el sofá—. Dos chicas jóvenes, viviendo solas, en una ciudad desconocida, sin conocer a nadie...

Vale, estaba aterrada.

Nuestro pisito era modesto, pero acogedor. Al entrar había un una entrada donde dejábamos las chaquetas y todo eso, había un pasillo de prácticamente tres pasos a cuyos lados estaban las dos habitaciones, una para Eiffel y otra para mi, la suerte es que cada habitación tenía su baño propio. Al final del mini pasillo estaba el salón-cocina. La cocina era tipo americana, abierta y conectaba con el salón. Tenía una barra que los separaba.

—Venga, no seas boba, yo estoy aquí para protegerte— Eiffel haciéndose, como no, la heroína—. Ve ha ver que nos han traído de cenar los papis.

Fui al armario de la cocina a ver qué habían metido o sus padres o los míos y encontré dos sándwiches con una nota que decía: "vuestra cena en vuestra primera noche, mañana os las apañais como adultas que sois, o que queréis ser. Siempre podéis volver a casa si no sabéis vivir en la independencia. Un abrazo. Las mamis".

Típico.

Volteé los ojos, arranqué la nota y la tiré a la basura. Agarré los sándwiches con nuestros respectivos nombres, "Emma <3" (seguramente escrito por mi madre), y "Eiffel :D" (seguramente escrito por la suya)"

—Lo ves, ser adultas no está tan mal— Comentó mientras se metía un trozo de sándwich de jamón y queso en la boca.

Así que cenamos nuestros sándwiches hechos por nuestras madres mientras veíamos un programa de cotilleos del corazón.

Supongo que ser adulta no estaba tan mal.

Rato después nos fuimos a dormir, ya que a la mañana siguiente sería nuestro primer día de uni y queríamos estar frescas como una lechuga.

... (23:34 pm)

Justo cuando creía que estaba dormida, Eiffel comenzó a dar golpecitos a mi puerta y a decir mi nombre "Emma", "Emma"...

En poco tiempo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora