♤67♤SUCESOS TRASCENDENTALES

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—Te daré un lugar en la Corte —ofrecí.

—No me interesa la política.

—No estoy hablando del Consejo, sino de cualquier lugar que desees.

Él abrió los ojos, estupefacto. Pero trató de recomponerse rápido. Aclaró su garganta y se sentó más derecho.

—¿Lo que yo desee?

—Menos vestirnos a las damas, no permitiré que nuestra desnudez y la del resto de nobles que van al salón de embellecimiento te sea expuesta. Las Vilfas ya se encargan.

Él sonrió.

—No pensaba pedir eso. Por si vos no lo recordáis, estoy casado.

—Cierto. Te ha asentado el matrimonio —resalté. Se le veía en paz e incluso más guapo.

La boda de Mateo había sido privada, pero no por eso menos rimbombante. Su suegro, el barón más rico de All-Todare, se encargó que Mateo y Evet tuviesen una de las bodas más costosas que se habían llevado a cabo en Jadre. Los pocos afortunados que lograron asistir sólo alababan el vestido tradicional de la novia, al estilo que las atamarinas solían ceñirse; tonos crudos con cuentos de brillantes incrustados. También lo despampanante que estaba Evet, y yo no lo dudaba pues las curvas generosas de la joven, su piel canela tostada y el cabello lacio y recto le restaban importancia a cualquier adorno extra.

—Os lo agradezco, Majestad. Deduzco que no quiera escuchar mi opinión personal sobre lo que más me gusta de estar casado —bromeó con una de esas pícaras sonrisas suyas.

—No es necesario —respondí con una falsa sonrisa de cortesía—. Entonces, ¿qué deseas pedir a cambio? —volví a traer el tema que apremiaba.

Él se pensó un momento mi oferta y yo traté de trabajar mi aplomo. Para lo que él fuese a desear no tenía cómo prepararme de forma previa. Podía pedir cualquier cosa. Quizás ser embajador de Jadre, representar a los nobles en la sala del trono, administrar la Bóveda Real... Pensándolo bien no hubiese venido mal en ese puesto, era un capullo que no terminaba de agradarme pero tenía la inteligencia para multiplicar las ganancias del reino.

—Quiero inaugurar el primer proyecto de Ingeniería Real.

Entonces, fui yo la que lo miró perpleja. Creo que parpadeé varias veces para asegurarme que quien veía ante mí era el mismo Mateo Alonso, mejor guitarrista de Howlland Academy, el chico que era delantero en el equipo de fútbol y goleador dorado. Ese que tonteaba con cuánta fémina encontrara y que lejos de todo pronóstico, ocupaba los primeros escalafones de la institución más privilegiada en la Tierra.

—¿Me estás diciendo que quieres ser el promotor de un proyecto como la Ingeniería en medio de un universo en guerra?

No podía entenderlo.

—Así es. La guerra exige material industrial galáctico para continuar.

—Ya le compramos todo eso a los xarianos —recordó Ret Lee.

Mateo lo miró unos instantes, luego a mí.

—¿No entendéis? La Corona se ahorraría ese oro y usaría los fondos para otras necesidades urgentes.

—La Corona no tiene el oro para invertir en un proyecto como el que quieres —le dije.

—Yo lo pondría de mi propio bolsillo.

Me quedé muda con sus ofrecimientos. ¿De verdad tenía tanto oro? ¿Cómo había podido hacerse de una pequeña fortuna en esos años? La verdad era que desconocía la vida del español más que lo que él mismo me había contado. Pero ya había pasado mucho tiempo, y como reconocí antes, Mateo era un pillo inteligente. Con un poco de ayuda de su suegro y su arte de estafar por los mundos —porque Mateo tenía cara y actitud de todo un estafador— no debería haberme sorprendido que hubiese reunido el oro necesario para hacer una inversión ventajosa y empezar su propio negocio. Solo estaba esperando el momento oportuno.

LEGENDARIOS2️⃣MIENTRAS TE LLEVO CONMIGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora