oxx. capítulo veinte

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La inseguridad que se instaló en ella y las dudas acerca de lo que Pedri iba a pensar de ellos luego de su cumpleaños no estaban justificadas, y solo era un leve momento de debilidad ocasionado por todos los sentimientos que estaba teniendo por él. Ahora, con sus labios juntos, la suavidad del toque en su cintura y las risas cómplices que soltaban, Gaia estaba completamente segura que existía algo especial entre los dos.

—Hoy no te traje tus girasoles, lo lamento —le dijo Pedri, en un bajo susurro, manteniendo la cercanía entre ellos—. Gavi estaba pesadísimo por llegar y no me dejó parar a comprarlos.

Gaia soltó una suave risa.

—No te preocupes por eso, de verdad. Me encantan los girasoles, pero me gusta mucho más que seas tú quien me los regala.

—Te regalaré cientos si con eso puedo seguir viendo esa linda sonrisa en tu rostro, amor.

La mención de aquel apodo hizo que un enjambre de mariposas se instalara en su estómago y, antes de poder decirle algo, sintió como las manos de Pedri se movían hasta instalarse en su cintura, tirando de ella para volver a estampar sus labios contra los suyos. El beso estaba cargado de cariño y ansias, las ganas que estaban teniendo por probarse de nuevo después de aquella noche, ambos emocionados por todo lo que sentían. Aún así, estar en medio de uno de los pasillos solitarios de la Ciudad Deportiva, dónde nadie podía verlos; pero con un alto riesgo de ser descubiertos era peligroso, sin embargo, le daba una sensación de emoción al asunto.

Cuando se separaron, Pedri afirmó los brazos en su cintura y la alzó un poco, escuchando su risa y dejándole varios besos en las mejillas. “Jamás pensé en ver esa faceta de él… Él no era así con ella, al menos no como es contigo”, las palabras de Noa hicieron eco en su cabeza y un repentino orgullo se instaló en su cuerpo, casi sentía la necesidad de pavonearse como un pavo real cuando muestra sus excéntricas plumas.  

—¿Harás algo está noche? —le preguntó Pedri, ansioso—. Pensé que, ya sabes, quizás podríamos hacer algo juntos y…

—Gerard saldrá esta noche, no suele llegar hasta la madrugada. Podremos estar solos y… Bueno, nadie nos molestará, afecte meu.

—Suena bien —aceptó, riendo—. Mi idea era darle una patada a Fer para sacarlo de casa y así poder estar tú y yo a solas, pero tu opción me agrada.

—Ya tendremos tiempo de darle esa patada.

—Sí, le hace falta.

Gaia soltó una risa, contagiándolo de su buen humor y le alegró saber que él estaba igual de emocionado que ella por estar a solas. Hacía tanto tiempo que no se veía así de ilusionada por estar con alguien y que Pedri estuviera siendo tan lindo solo lograba hacer que su corazón latiera desbocado.

—Hay que ir al vestuario, debemos ir a quejarnos con el presi por quitarnos nuestros doscientos euros —le dijo.

Pedri asintió, aceptando su idea, pero antes de soltarla volvió a juntar sus labios en un suave beso. Era como una necesidad latente entre ambos, casi parecía que no pudieran mantenerse alejados uno del otro y solo podían desear más. Entonces, un golpe seco se escuchó, seguido del ruido de unas voces cercanas, y eso los obligó a separarse de forma abrupta. Gaia miró hacia el inicio del pasillo, esperando ver a alguien; pero lo único que notó de extraño fue una rápida sombra haciéndose cada vez más pequeña a medida que se alejaba de ahí.

—En serio necesitamos un momento a solas, todo el mundo parece que tiene la manía de interrumpirnos.

Gaia soltó una risa, volviendo a colocar sus pies en el suelo y le dio un empujón a Pedri, para comenzar a caminar hacia el vestuario. La mayoría de los chicos ya se encontraba ahí, visualizó a Pablo en su taquilla con Andreas al lado, que no dejaba de mirarlo con el ceño fruncido. Decidió no hacer mucho caso a eso y caminó en dirección a Jordi, que hablaba en voz alta con Busi, para dejarle un sonoro beso en la mejilla.

ATAQUE PROMETEDOR ━━ pedri gonzálezWhere stories live. Discover now