Escenario sorpresa

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—¿Está borracho? —preguntó Romy, mirándolo nauseabunda.

Para el padre de las jóvenes fue confuso que el jefe de su hija los visitara en la madrugada, borracho, lleno de sangre, empapado y actuando como un perro rabioso sin vacuna, pero no pudo actuar egoísta y tuvo que acercarse a él para ayudarlo.

—Ayúdenme a llevarlo al sofá —ordenó el hombre y Lily no vaciló en ayudarlo.

Entre los dos lograron sacarlo del piso y con difíciles movimientos lo llevaron hasta el sillón, donde lo sentaron pese a que estaba empapado y le acomodaron las piernas para que estuviera más cómodo.

Christopher estaba tan borracho que, la cabeza se le caía para todos lados, por lo que Lily tuvo que sentarse a su lado y sostenérsela.

Christopher la encontró blandita y calentita, así que se acurrucó a su lado. Lily se quedó tiesa mientras el hombre la escarbaba, la olfateaba y se hundía en sus carnes como si fuese un cojín en el que quería descansar.

—Tal vez deberíamos llamar una ambulancia —pensó Lily en voz alta.

—¡No! —gritó Christopher y luchó por levantarse—. No más humillaciones para esta noche... no más... —reclamó borracho y, cuando enfocó la vista, se dio cuenta de que su almohada tenía la cara de su asistente.

Le tomó un largo rato darse cuenta de que, esa no era una almohada, sino, que era ella.

De carne y huesos.

Miró su entorno poco elegante con el ceño apretado. Ese no era su pent-house, con su vista espectacular de toda la ciudad. Esa era la casa de su maldita asistente.

Volvió a enfocar su vista en su rostro y, aunque estaba verdaderamente enojado y pensaba dejar caer toda su furia sobre ella, cuando la vio a los ojos, se echó a llorar con desconsuelo.

—Lo que nos faltaba. Borracho sentimental —pensó Lily con un susurro y trató de consolar a su jefe, el que lloraba melancólico sobre ella.

Le dio palmaditas en la espalda intimando de consolarlo, pero estaba tan mojado y oloroso a mar que, sintió un poco de asco.

—¡Esta ha sido la peor noche de mi vida, López! —lloró con angustita y siguió recostado sobre su hombro soltando lágrimas.

Lily y su hermana se miraron complicadas, sin saber qué hacer. Su padre no tardó en aparecer por la puerta, ofreciéndole un vaso con agua al jefe de su hija, además de un sándwich contundente de carne curada, queso y carne, a ver si así se le espantaba la borrachera.

Rossi abrió grandes ojos al ver la amabilidad del hombre y se secó las lágrimas para recibirlo con gusto.

Actúo muy diferente a lo que Lily había visto antes y la tuvo tan confundida que, ella creía que se trataba de otro hombre.

—Es muy amable señor. —Le dio un mordisco al pan—. ¡Está delicioso! —gritó y se lo atascó en cuestión de segundos—. Muchas gracias, es el sándwich más delicioso que he comido en mi vida.

Lily lo miró confundida, incómoda de tenerlo allí, en su casa, en su privacidad. Deseó más que nunca que Rossi tuviera una perdida repentina de memoria para que se olvidara de todo eso.

Para que se olvidara de ella.

—Señor Rossi, voy a llamarle un taxi para que vaya a casa, para que descanse y así mañana puede despedirme...

—¡No, no! —le reclamó Rossi, enojado—. No me voy a ir hasta que me digas cuánto te pagó Wintour por humillarme así, ¡¿cuánto?! —exigió con la lengua enredada y la agarró por la nuca para mirarla a los ojos.

Suya por contratoWhere stories live. Discover now