☾ 2 ☾ Hola, mamá.

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"Deberías estar aquí, aquí donde te quiero y no allá, donde te extraño"

~Desconocido.

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Eran las seis de la tarde

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Eran las seis de la tarde. Hacía una calor de la hostia, el sol pegaba tan fuerte en la piel que incluso picaba y eso que las horas de máximo calor ya habían pasado. Ningún ser vivo querría estar bajo estos rayos fulminantes. No entendía el clima de Barcelona, hacía apenas un par de días estaba diluviando y hoy, parecía que estábamos en agosto. En fin, luego que el cambio climático es psicológico. Una mierda para aquel que lo pensase.

Fernando —mi jefe— había decidido que hoy era buen día para ponernos a trabajar como mulos en el taller. Andábamos con un coche antiguo que tenía las bujías hechas trizas, y eso no era lo peor, sino que por algún maldito sitio, se escapaba aceite. Lucas y yo estábamos hasta los cojones de este cacharro, llevábamos todo el día intentando arreglarlo y se nos estaba acumulando el trabajo.

—Tío, engancha por ahí —pide mientras señala con la mano un mecanismo del motor. Hago lo que me dice, y él se dedica a hacer algo que ni siquiera veo. Pero parece que no funciona porque maldice por lo bajo—. Vamos a tener que desmontarlo casi entero para ver dónde radica el problema —suelta convencido.

—Tendríamos que haber salido hace tres horas, Lucas. ¡Tres putas horas! Estoy hasta los huevos del coche. Te lo juro por mi santa madre que si lo conseguimos arreglar, al dueño le pienso sacar toda la pasta posible. No veas con el encargo, macho —exhalo cabreado.

Nuestra hora de salida era a las tres, y que yo sepa las horas extras no las pagan por lo que... ¡A tomar por el culo!

—Tienes razón. Estoy molido, coño. Vamos a casa —arroja de malos modos al coche el trapo con el que se limpia el aceite, la grasa y el sudor.

Estamos derrotados. Hoy teníamos pensado salir más temprano por asuntos personales, y al final, hemos acabado saliendo más tarde. Definitivamente, el día no estaba saliendo como yo esperaba.

Tras cerrar el taller, subimos a la furgo que el jefe nos había facilitado para transportar piezas. Eso sí, era nuestra responsabilidad mantenerla. Una mierda, sí, pero al menos no teníamos que utilizar nuestros coches propios, o en mi caso, la moto. Tan solo de imaginar a mi niña llena de grasa, me daba un infarto.

La poca velocidad que cogimos al incorporarnos a la carretera, la perdimos en cuanto entramos en las zonas más transitadas. Las calles eran mareas infinitas de coches, había muchísimo tráfico y todo provocado por las vacaciones. Esas que nosotros nunca tendríamos.

Después de una hora, logramos llegar al piso que teníamos alquilado con Hugo en una de las zonas más asequibles de Barcelona. Con tenerlos a ellos, a mis tíos y a Amapola me bastaba.

Hugo, Lucas y yo nos habíamos criado juntos, unidos por el apoyo mutuo y la supervivencia en nuestro antiguo barrio. Eran los hermanos que nunca tuve.

Un Verano de Lujo ©Where stories live. Discover now