Llevándola Al Limite

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Un gran vacío... sentía un gran vacío en su interior calándole hasta lo huesos, entrando hasta la fibra mas sensible de su cuerpo robándole la razón. 

Llevaba mas de medio día sentada sin apenas moverse, con la vista perdida en algún lugar lejano, sus ojos carecían completamente de ese brillo inteligente que siempre los caracterizaba. Suspiraba cada tanto tiempo tratando de hacer que sus pulmones se llenen de aire y le quiten esa sensación de ahogo que la asfixia, pero nada sirve, nada logra llevarse sus tristezas.

Hace mucho que las lagrimas cesaron, no por propia voluntad como pudiera creerse, era simplemente que se habían quedado secos de tanto llanto. Lloro por tres días seguido y ahora que las lagrimas saladas se retiraron de sus ojos solo la dejaron mas vacía.

Estaba triste, demasiado triste y desolada, se rebanaba el cerebro pensando, dándole vueltas y vueltas a lo mismo, intentando comprender, intentando saber en qué se había equivocado, pero no lograba encontrar una respuesta a sus preguntas.

Y su tristeza termino evolucionando en rabia. Sí, una profunda rabia, un enorme resentimiento impropio de alguien como ella, pero tan real que lamia sus heridas para hacerla rabiar mas a cada momento. ¡Al carajo! Pensó apretando los puños con fuerza, se levanto con una fiera determinación, ella no se había equivocado y el era un idiota, así de simple.

Camino con paso firme, cruzando la habitación, abriendo de par en par el armario y comenzó a lanzar con furia la ropa al piso, estrujándola con coraje y pisándola imaginando que era el, al que pisoteaba con tanto ahincó.

Pero no se conformo con eso. ¿Quería borrarla de su vida? Pues bien, ella iba borrarlo de la suya, cogió su varita del tocador, con un solo movimiento hizo que la ropa en el piso levitara y salió de la habitación rumbo a la sala, encendió la chimenea y arrojo todo dentro, viendo con placer como se quemaba todo con suma rapidez. No se detuvo, lejos de eso con la misma ola destructiva que se había apoderado de ella, echo a las llamas la única foto que tenia de él, junto a todos los estúpidos regalos.

No dejaría ningún vestigio de su presencia en su  casa, meticulosamente se deshizo hasta del mas mínimo detalle, incluidas las sabanas de su cama, junto con la almohada y las toallas de baño. No quería percibir ese aroma, su aroma, no deseaba pasar una noche más aferrada a su almohada intentando sentirlo de nuevo.

Ya lo habia aguantado suficiente, ya no lloraría mas por el, no lo merecía. Era un desgraciado impresentable que se aprovechaba de sus sentimientos, utilizándolos a su conveniencia para hacerla a su antojo. Pero no mas, no permitiría que la siguiera reduciendo, ella valía, valía mucho y no permitiría nunca más otra ofensa.

Se había ido hace tres días en medio de la discusión, porque sabía lo mucho que le hacía daño su ausencia y que cuando regresara no insistiría mas y se doblegaría ante el, para no tocar de nuevo el tema y no provocar que se fuera de nuevo.

Contaba con que estaría hecho un mar de lágrimas y que lo recibiría con los brazos abiertos, suplicando que nunca volviera a dejarla. Pero no suplicaría mas, ya no, se lo había prometido, cansada de esa relación que no la estaba llevando a nada, porque en el fondo sabía muy bien que nunca seria más que su amante ocasional, porque no podía llamarse novia en esa relación a escondidas que no le ofrecía nada. Y ella quería mas, ella no se conformaría con el titulo de amante, con ser su novia a escondidas de todos.

No sabía como había llegado a eso, ni como habia aceptado estar en una relación en la que no se le daba su lugar, estaba cansada de ocultar su amor ante los demás, de mentir para esconderse como si hiciera algo malo.

Le dolía pensar que se había negado muchas veces a aceptar que se avergonzaba de ella, que por mucho que dijera que ya no le importaba su origen, se resistía a hacer pública su relación, al menos quería presentarlo  con su familia, contarle a  sus amigos mas cercanos, pero no, nunca quiso dar ese paso, sosteniendo que no necesitaba enterar a los demás de su vida privada.

Entre Dos SerpientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora