Desafortunadamente, no la extrañaría, nunca me había agradado como no lo hacían las brujas que creían que podían congraciarse lo suficiente con su majestad como para que reconsiderara mi puesto.

Dejé salir un suspiro fastidiado, me sentía algo cansado como para encargarme personalmente del éxito de la pequeña operación, pero todo apuntaba a que tendría que hacerlo. Quizás a distancia bastaría.

Fijé mi vista en la maraña de coloridos hilos y listones de destino, unidos y entrelazados entre todos los objetos y seres vivos, buscando los listones que pertenecieran a la vida de los soldados para poder terminar con ellos. Sin embargo, mientras rebuscaba en la horrorosa madeja que rodeaba el terreno que correspondía a la armada, encontré un listón que me pareció familiar y que no había visto anteriormente debido a mi distracción con la chica.

—No puede ser, así que terminaste aquí —dije sin poder ocultar mi sorpresa, sonriendo antes de poder detenerme.

Miré alrededor en busca del resto de hilos que se unían a ese, que pudieran contarme la historia detrás de su presencia en una armada, pero al hacerlo, terminé topándome de frente con un listón personal que, en medida de lo posible, trataba de ignorar, seguro de que no podría permitirme la distracción.

—¿También tú? —pregunté, negando con la cabeza. Ya debería estar acostumbrado a los caprichos de la Diosa y su forma de jugar con nosotros, las pequeñas piezas en el tablero, pero aun así no pude evitar sorprenderme.

Si ambas se estaban refugiando en esa miserable armada...

—Maldita sea, parece ser que siempre sí tendré que conocer a los soldados —me lamenté, saltando de la alta rama que había usado como refugio hasta ese momento, evitando la dureza de mi caída con un poco de magia de viento y eché a andar en dirección a la madeja de listones, humo y edificios que ahora, gracias a nuestra intrusión, se podían ver a la distancia.

Me había quedado sin trabajo que presumir al rey y ahora debía evitar todas las muertes que pudiera, en contra de mi orden inicial. Esto iba a ser un asco.

 Esto iba a ser un asco

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Al otro lado de una puerta protegida por un hechizo, se encontraba la dueña del listón de alma gemela que la Diosa había elegido para mí. Desde el exterior podía saber ya lo interesantes que eran sus hilos, llenos de tragedia y de pruebas del destino que ella creía que había sido capaz de superar para estar por fin en control de su vida. No era así, podía saberlo con solo mirar en dirección a su futuro y eso la hacía incluso más irresistible para mí. Sin embargo, su lealtad estaba de momento con el ejército y si entraba sin más, había una alta probabilidad de que arruinara las posibilidades de una fructífera relación a futuro. No sabía exactamente qué pasaría si intervenía, pues una de las dos únicas limitaciones de la magia de ánima recaía en que mis propios hilos a excepción del listón azul que me unía a mi alma gemela, eran invisibles para mí. Algo terriblemente fastidioso, pues no había cosa que me molestara más que no estar en completo control. Había nacido para mover los hilos de todo el reino, para controlar absolutamente todo lo que sucedía en Ziggdrall, a excepción de mi propio maldito futuro.

Guerra de Ensueño I: Princesa sin nombreWhere stories live. Discover now