Se me quiebra el alma al ver sus ojos oscuros queriendo retener el llanto. Lo sujeto más fuerte de la mano y entiendo, más que nadie, su sentimiento. Su empatía destruyéndose, la moral desorientada y la sensación de saber que si te bañaras una, dos o tres veces, vas a seguir sintiéndote sucio por dentro.

―¿Sabes? Puedo hallarle lo positivo a este asunto ―digo por lo bajo para sacarlo de lo que sea que está pensando. Por la forma en la que se encuentra enarcando las cejas, estoy segura de que no es nada bonito. Una de sus ellas asciende más de lo normal.

―¿Sí?

Asiento.

―Somos dos bonitos asesinos ―afirmo, intentando no largarme a llorar― y creo que es la única cosa que tenemos en común hasta ahora.

Sí, acaba de convertirse en el peor comentario para consolar a una persona que hice en toda mi vida, pero al parecer, él valora mi esfuerzo de hacernos sentir mejor dentro de la mierda y esboza media sonrisa, empujando mi hombro hacia atrás en chiste.

―¿Eso crees realmente? ―juega con mi comentario y, por primera vez, me quedo sin palabras.

¿A qué se refiere con eso?

¿Él piensa que tenemos más cosas en común?

¿Me está coqueteando?

¿Qué se supone que yo...?

―Que lenta que eres ―me susurra antes de empezar a alejarse hacia donde está el resto.

―¡Oye, Zayn! ¡Idiota! ―intento llamarlo.

Obtengo como su respuesta un volteo de ojos y una carcajada sarcástica que, juro por mi vida, que es la más atractiva que he visto en toda mi puta existencia.

―Samuel, vente para aquí que tenemos que poner en común todo lo que hemos visto ―Pipa me saca la sonrisa embobada de la cara.

―Oh, sí, ya voy ―me apresuro a contestar volviendo donde está el resto.

El rostro de Gafitas me parte el corazón a añicos, tiene los ojitos tristes, las mejillas enrojecidas y luce muy cansado. Él está sentado junto a Pipa y Grillo, que intenta arreglar sus gafas para que pueda, al menos, ver. A menos de un metro, se encuentra el rubio, tranquilo en uno de los asientos delanteros y yo, como buena plaga que soy, me siento a su lado. Para mi sorpresa, sonríe al verme llegar. Imito el gesto, confundida.

―Cuéntales tú lo que vimos que no puedo manejar y hablar a la vez ―le pide Mushu al otro desde el volante.

Creo que después de esquivar a todos los enemigos y salvarnos el culo hoy a la mañana ya se ha ganado por completo la seguridad del capitán.

―Bien, ¿por dónde comienzo? ―pone cara pensativa y abre devuelta la boca―: ¿Recuerdan que nos saquearon muchísima tecnología los años pasados? Bueno, creo que con Mushu hemos descubierto el porqué.

Zayn enarca su ceja.

―Todo su puto refugio está hecho de pura tecnología a pesar de hallarse en las minas, es de pura obviedad que lo usan para eso ―da su opinión.

―No, viejo ―le responde cortante Pipa―. Con mi compi pudimos nada más examinar una habitación y maldita sea, era la más importante. Parecía un taller, tenía una mesa en el medio y un montón de piezas extrañas metálicas que parecían encajar. No pudimos ver que armaban porque luego fuimos a por la caravana al escuchar la alarma, pero estamos seguros de que se trata de armas. Armas llenas de tecnología. Armas de las que somos incapaces de defendernos.

Gafitas asiente con la mirada apagada y saca de su bolsillo algo. Ese algo es el famoso dibujo que hizo cuando apenas lo encontramos. Ahora ya reluce viejo y está un poco bastante dañado. Lo señala y, al ver que nadie sigue entendiéndolo, lo vuelve a guardar, enojado.

Besos en Guerra ©Where stories live. Discover now