Febrero (Parte dos)

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— ¿Viste lo que pasó? — Preguntó James, finalmente. — Estaba en el otro extremo del campo, no pude...

— Una Bludger — dijo Remus, — Mulciber le pegó una a Sirius, tenía que ser una falta. Sirius le devolvió el golpe, pero Mulciber se apartó y Regulus estaba justo detrás de él. Sirius no pudo haberlo visto; fue un accidente. Fue... fue horrible.

— Mierda. — Dijo James.

Estuvieron callados un poco más. Empezaba a oscurecer y las velas de los candelabros a lo largo de la pared de enfrente empezaron a encenderse. Remus se preguntó qué estarían pensando James y Peter. ¿Estaban más preocupados por Sirius que por Regulus, como él? Se sentía un poco culpable, pero Madame Pomfrey lo había estado recomponiendo desde que tenía once años, y no creía que una Bludger en la cabeza estuviera más allá de sus habilidades. Lo que más le preocupaba era el estado en el que estaría Sirius. Había lanzado hechizos a Regulus un centenar de veces, pero nunca, nunca, había lastimado a su hermano pequeño intencionalmente. Esto tampoco había sido intencional, pero Remus sabía en su interior que Sirius no lo vería de esa manera.

Fueron perturbados de sus pensamientos por los rápidos pasos de unos tacones altos en las losas, y la voz preocupada de la profesora McGonagall viniendo de la esquina.

— Por favor, Walburga, no podría estar en mejores manos con Madame Pomfrey, es mejor que no se mueva...

— Creo que yo tomaré las decisiones aquí, Minerva. — Una voz fría y profunda respondió.

James y Peter se levantaron de un salto, nerviosos, y James se inclinó para ayudar a Remus a ponerse de pie. Ninguno de ellos había visto a la madre de Sirius desde aquella terrible Navidad de hace dos años, y su terror hacia ella aún estaba fresco. McGonagall y la Sra. Black dieron la vuelta a la esquina; Walburga con su gruesa capa de viaje negra y botas afiladas de tacón alto. Tenía la misma mirada de cruel superioridad que Remus recordaba, pero su frente también estaba arrugada y su cabello no estaba tan prolijo como de costumbre.

La acompañaba un mago pequeño y anciano con una larga barba rala, que llevaba un pesado estuche de piel de dragón. Walburga miró a los tres chicos que esperaban fuera de la enfermería y Remus contuvo la respiración, pero ella no pareció pensar que valieran la pena y pasó, empujando las puertas de madera para abrirlas con ambas manos y entrando.

Remus, James y Peter se asomaron desde el pasillo para ver cómo se desarrollaba la escena. McGonagall y el mago barbudo se apresuraron detrás de la Sra. Black.

Regulus estaba acostado en una cama, y por lo que podían decir todavía estaba inconsciente, o tal vez solo dormía. Con los ojos cerrados, y a lo lejos, se parecía notablemente a Sirius, lo que hizo que el estómago de Remus volviera a dar un vuelco. Pero Sirius estaba sentado a su lado, completamente despierto con su túnica roja de Gryffindor, un pie apoyado en un taburete. Estaba muy pálido y mucho más pequeño de lo habitual; sus ojos estaban rojos. Pareció encogerse aún más cuando su madre se acercó, lanzándose hacia sus hijos como un terrible murciélago vampiro.

Madame Pomfrey intervino, en ese momento.

— Está bastante bien, sólo un golpe fuerte — dijo para tranquilizarla — Le he dado una poción curativa y he reparado las fracturas.

— ¿Fracturas? — Dijo Walburga, bruscamente. Ella se paró al final de la cama de Regulus, mirándolo. Ella no trató de alcanzarlo, ni a Sirius, sino que se quedó quieta como una estatua.

— Muy menor, y ahora completamente curado. — Madame Pomfrey dijo: — Estará levantado mañana por la mañana. Ahora, Sirius tiene...

— Este es el médico de la familia — interrumpió Walburga, extendiendo una mano para presentar al anciano arrugado a su lado. — Él se hará cargo del cuidado de mi hijo. Lo llevaré a casa tan pronto como lo hayan examinado a fondo.

All The Young Dudes (Libro 1)Where stories live. Discover now