Capítulo Tres. Duermevela

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-Llevo sin dormir desde el viernes -le comenté agobiada-

-Iremos al médico del barco ahora mismo

-¿Qué dices, Lucas?

Sin contestar, me cogió en brazos y sentí la calidez de su respiración en mi frente.

-Suéltame

-Te he traído aquí para que te pongas bien, para que recuperes tu ser. Si tienes un problema, trataré de aliviarte. Nunca nada malo te pasará, Lucía. Nunca más.

-¿ Estás bien?-me preguntó Lucas mientras esperábamos a que el médico nos atendiese-

-Sólo tengo sueño- contesté-

En realidad, no sólo tenía sueño. Se me había pasado por la cabeza una ligera paranoia. La típica y espeluznante historia de aquellas familias italianas con falta total de sueño que eran incapaces de dormir, que no tenían cura y que acababan locos y muriendo exhaustos.

-Buenas noches-saludó una voz ronca y masculina-¿ En qué puedo ayudarlos?

El doctor me devolvió a la realidad. Una realidad en la que cada vez más me costaba mantenerme..

-Es incapaz de dormir-habló Lucas-

-Puedo hablar por mí misma- repliqué-

Miré a Lucas con enfado. Me molestaban esas cosas.

-Hable usted entonces.

El doctor habló de nuevo, me dirigí hacia él con intención de contarle mi experiencia pero mis ojos no fueron capaces de asimilar lo que estaban viendo.

-¿Tú?-pregunté escandalizada-

-No la conozco de nada, señora Lannis. 

Miré a Lucas de nuevo. Mi apellido siempre había sido Hevia, de toda la vida de Dios. ¿Otra de sus aventuras para conseguir la suite nupcial? ¿ Habría falsificado también el certificado de matrimonio? Subió los hombros a modo de escusa mientras una pequeña sonrisa decía:"Ya te contaré" Asentí dándole a entender que, evidentemente, iba a contarme la historia del apellido pero en aquel momento, me importaba mucho más el hombre que tenía en frente. Los mismos ojos azules, el mismo pelo negro, la misma aura de misterio a su alrededor. Me froté los ojos. ¿Cómo iba yo a soñar con el médico del barco dos días antes de conocerlo?

Quedamos envueltos por una especie de terciopelo cálida. Nuestras miradas no bajaban, nuestras ganas de acercarnos el uno al otro, no cesaban.  El tiempo, el barco, mi sensación de cansancio, todo pareció volatilizarse a nuestro alrededor.

-¿Os conocéis?-preguntó Lucas. El único no volatilizado del ambiente. El único que tenía previsto negarme el éxtasis-

-Estoy aquí para atender a su mujer- contestó apartando la vista de mí - ¿Podría decirme qué le pasa? No creo que sea grave pero de serlo, perder el tiempo, puede significar perder la vida.

-Soy incapaz de dormir desde el viernes-le dije de mala gana aunque ya poco me importaba dormir o no. Yo quería saber quién era él, llamar su atención-

-Podría deberse al estrés. Es muy frecuente antes de un viaje-miraba a Lucas en vez de a mí- Tendré que examinarla pero no tendría porque ser nada grave.

No sabía que me daba más coraje de él, de aquel médico cuyos ojos me fascinaban. Qué no me mirase, que se diríjese a Lucas como si yo no existiese o que se aventura a dar un diagnóstico sin saber qué pasaba realmente.

-Son muchos los casos que observo en este barco, señora-me miró como si me  hubiese leído la mente- Necesito hacerle unas pruebas sencillas.

-Ok.

Accedí. Eran del tipo:"¿Cuántos dedos ves aquí?" Y preguntas varias sobre mi nivel de estrés que Lucas se encargó de contestar por mí provocando mi cabreo. Por último y para terminar aquella extraña sesión de pruebas en aquella extraña situación, el doctor se puso de pie, se acercó a mí con una linterna cegadora para examinar mis pupilas y ahí comenzó de nuevo todo. Sus ojos, más mágicos y azules aún desde tan cercana posición, sus pestañas tupidas, electrizantes, su respiración, pausada y su olor; amaderado, embriagante, diferente a cualquiera. Cada vez que nos acercábamos, que nos mirábamos, todo cambiaba a nuestro alrededor, todo se paraba, nada más importaba. Siempre quería besarlo y parecía que él siempre quería devolverme aquel beso. Y siempre que pasaba...

-Quiero hablar con su mujer- apagó la luz y se alejó de mí- Hay preguntas que quiero que me conteste lejos de su influencia.

-¿Mi?-Lucas pareció alterarse-

-No se moleste. Es sólo rutinario. A veces me gusta saber qué piensan las personas que sufren. Usted puede amarla pero no creo que esté dentro de ella en este momento percibiendo sus emociones o  sentimientos. ¿Me equivoco?

Lucas salió de la consulta, yo me quedé sentada. Esta vez volvía a estar preocupada pero no por las personas que no dormían sino por el hecho de saber que dormida, ya había conocido a aquel extraño.

-Nada de lo que pasa por tu mente es verdad.

-¿Perdón?

-Te dije que no sabías nada.

-¿Resultas ser ahora conocido? Hace veinte minutos no me conocías.

-No. Tú no eres una señora, tú no estás casada, tú no amas a ese hombre.

-Espera un momento. ¿Estás investigandonos? No me digas que ahora nos vas a echar del barco.

-No seas absurda-me cogió de una mano- ¿Qué potestad iba a tener yo para hacerlo? ¿No ves qué estás aquí contra tú  propia voluntad? ¿Acaso te importas algo a ti misma?

-¿Qué más te da? ¿ Qué te importa mi vida?

Su agarre era fuerte, las sensaciones que su piel me producía, más fuertes aún. Me sentí temblar por dentro, me sentí vibrar con él.

-Por una vez, en nuestra corta historia de vamos a decir amistad, tienes razón. No sé nada. No tengo ni idea de qué quieres. ¡Eras un sueño! ¿Qué pintas aquí? Eras un sueño que venía a recordarme mis más profundos deseos, que me hacía delirar por la carga de trabajo. ¡No un doctor! No un extraño con el que sueño y después se convierte en un médico que pretende curarme. ¿Quién eres tú?

-¿Te han contado eso?

-¿Nunca respondes?

Sus ojos, los míos. Ambos estudiándonos, ambos descubriéndose. Su mano, la mía. Ambas agarradas, ambas erizadas. Su olor, el mío. Ambas deliciosas, ambas anhelando mezclarse. Cómo la primera vez, se acercó a mí. Cómo la primera vez, sentí su aliento. Ni yo sabía cuánto deseaba besarlo.

-Un extraño que se cruzó en tu camino por errores del destino, un extraño que, por sus propios errores, se ve obligado a volver a encontrarte para poder reparar aquellos causados en tí. Un extraño que se ocupará de nunca más dejarse ver por tí.

-No tengo ni idea de qué pretendes pero me empiezas a dar miedo.

Me solté de sus manos y me di la vuelta. Lo único bueno de aquella historia era que podría convencer a Lucas de bajarnos en el siguiente barco para poder ir al médico y, con un poco de suerte, poder dejar de lado la loca historia del crucero. Porque malas había muchas cosas. Desde que el hombre perfecto estaba como un cencerro, hasta que mi problema de salud seguía latente.

En un suspiro, me dio la vuelta y con toda la suavidad del mundo, me plantó un beso en la frente. Su mirada había cambiado. Ahora había dulzura en ella, ahora había algo que me hacía pensar que yo no era la única que se dejaba llevar por sus hermosos ojos. Él también por los míos aunque no fuesen ni la mitad de bellos que los suyos, aunque perteneciesen a este mundo. Seguía entre sus brazos, seguía admirándolo.

-Sólo se tú, Creta-susurró-

-¿Creta?

Un roce de labios, un hormigueo intenso y después, el duermevela.

¿Quién eres tú?Место, где живут истории. Откройте их для себя