Capitulo 1

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Mi nombre es Braulio Martínez. Nací el 7 de julio de 2004 en Barranquilla, Colombia, pero desde pequeño me he sentido mexicano y supe que estaba hecho para cosas grandes. Como dije, mi familia no era adinerada. Mi padre es ingeniero civil y siempre se ha dedicado a eso, y mi madre es comerciante independiente. Tengo dos hermanas, María y Andrea, un par de sangronas de las cuales ni para qué hablar. Vivíamos bastante bien en mi época de primaria, todo era normal. Me enamoré, sí, para qué negarlo, de alguien sin sentido, al menos eso es lo que pienso ahora..

Cuando llegué al bachillerato, todo cambió. Nunca fui una persona muy social, es decir, no era de los que se dedicaba a hacer amigos. Pero conocí a uno que considero mi compa del alma, el buen Jorge. También, ese primer día de clase, me enamoré como un pendejo de una morrita que hasta el día de hoy me tiene vuelto nada, aunque es presumida. Así quiero a la condenada Valentina. El tiempo pasó, y por más que lo intenté, nunca pude ligar con ella. Es una de las cosas que más me dolió en el alma. Con el tiempo, nos hicimos grandes amigos porque quería seguir junto a ella. Todavía me pregunto si hice bien. Solamente empecé a alimentar una tortura porque los sentimientos que por ella sentí nunca se fueron.

Con el pasar de los años, conocí a otra morrita. El primer día que la vi, toda linda, tierna, estaba rechula y parecía una princesa. Valeria. Me acerqué a ella, empezamos a hablar, nos encariñamos bastante, y llegó el día en que le declaré mis sentimientos. Pero volví a ser rechazado. Ese día confirmé algo que ya venía pensando: billete mata carita. Por más que uno sea noble y tenga buenos sentimientos, si no tiene un peso en el bolsillo para invitarlas a salir o impresionarlas, no consigues nada. Ese día me puse serio con algo que albergaba en mi mente. No sabía cómo, pero yo iba a ser grande, iba a tener poder, dinero a montón, e iba a regir los destinos de este país.

En ese momento, me puse la meta de llegar a ser el hombre más poderoso de Colombia y también presidente. El tiempo pasó, mis grandes amigas se fijaban en cualquier pendejo que les decía dos cosas y las invitaba a salir, aunque no se lo merecían los cabrones. Con eso, cada vez me separaba poco a poco más de ellas, con el dolor en mi alma. Después, nos graduamos y tomamos caminos diferentes, y mi contacto con ellas cada vez era menor.

Delirios que matanWhere stories live. Discover now