Dolor - Cuatro

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Capítulo 4 - Mi dolor, tú tortura


A pesar de que Jimin se opuso a abandonar el salón, los dos sirvientes lo cargaron hasta su habitación, entre gritos y empujones. El omega sabía que los betas no tenían la culpa, pero tampoco podía dejarse doblegar.

Jimin no le tenía miedo a Jungkook, jamás se lo tuvo, y poco le importaban los comentarios inútiles que deambulaban por las calles norteñas en donde lo proclamaban como un alfa temerario. Si ese fuese el caso, no sería tan cobarde a la hora de utilizar su voz de mando con él, pero jamás lo había hecho.

Ni con golpes o amenazas el Conde lograría hacerlo ceder... simplemente él no había nacido para ser propiedad de nadie y prefería morir antes de agachar la cabeza y dejarse mandar por un lobo tan necio como Jungkook.

Se quedó frente al espejo de la habitación durante largos minutos. Su piel comenzaba a verse reseca, su pelo había perdido el brillo, sus orbes grises habían perdido la profundidad que Jimin deseaba utilizar en contra de ellos.

Ahora no se sentía perfecto e indomable, se sentía utilizado pero rechazado a la vez. Si Jungkook no iba a marcarlo, si no iba a reclamarlo más que con palabras, entonces aquel alfa era un idiota y no merecía nada de él.

Su mente estaba llena de contradicciones, su cabeza dolía, al igual que su alma, y solo pudo pensar en sus hermanas y en su madre, cuando le advertían y le hablaban del poder de los vínculos, del poder de la naturaleza, del poder del odio y del amor.

Golpeó la pequeña mesa bajo el espejo con fuerza. El ruido de sus aretes chocando entre sí lo hicieron volver en sí mismo. Se detuvo a pensar en porqué el Conde no había subido a la habitación, aunque sea a castigarlo por tremenda escena.

Su lobo estaba inquieto, molesto, cansado. Si el alfa volvía a irse sin ninguna explicación entonces se escaparía con la ayuda de Taehyung. Él sabía que podría convencer al pequeño beta de ayudarlo. ¿Pero porqué le molestaba tanto aquel rechazo? Ese hombre era un idiota y no tenía que tener ningún espacio en sus pensamientos. Aún así era el dueño de todos ellos.

Algo lo hizo sonreír lleno de tristeza, en la ventana entreabierta, llegaron para descansar y cantar tres pequeños pájaros. Se apoyaron sobre los bordes amplios ignorando su presencia por completo. Jimin parpadeó ansioso al observarlos... quería tenerlos siempre con él, musicalizando su mañana y brindándole compañía. Se arrodilló lo más cerca que pudo para no ahuyentarlos y apoyó las manos sobre sus rodillas. Su sonrisa iluminaba cada espacio de la oscura habitación, borrando sus males y acabando con todo lo que le había hecho mal hasta ese momento.

Mientras tanto, observando la escena, la mirada perversa de Jungkook se posaba sobre Jimin sin que éste se diera cuenta. Jungkook estaba esperando desde la puerta y en silencio, para poder recordarle quién era y porqué se había equivocado al soltar tantas palabras innecesarias minutos atrás. Se negaba a usar su voz de alfa, se negaba a utilizar la fuerza física... y encontró el modo de evitar todo aquello cuando clavó sus ojos sobre los pájaros que aún posaban sobre los bordes de la ventana.

Jimin comenzó a reír como un niño pequeño cuando el más pequeño de los visitantes se subió en una de sus manos... se sentía pleno y cautivado porque aquella compañía no era hostil, sino que era dulce y tranquilizadora.

A los inocentes animalitos no les importaba en lo más mínimo su nombre, ni porqué estaba allí. Solo disfrutaban de su atención y dulces caricias.

"Pajarito... Tú si que eres libre. Elige ser mi compañía a partir de ahora"

Esta vez fue Jungkook quien dejó escapar una sonrisa desde el otro lado de la habitación. Irrumpió en el cuarto sin permiso y cerró la ventana rápidamente, impidiendo que el pájaro pudiera escapar.

𝔼𝕝 ℂ𝕠𝕟𝕕𝕖 𝕁𝕖𝕠𝕟 → KOOKMIN → OMEGAVERSEWhere stories live. Discover now