Luego de que finalizara la fiesta, se había marchado con su familia y su mejor amigo a casa mientras Lauren terminaba de gestionar la logística del salón de eventos.

Su casa —un modo bastante modesto de llamarla— constaba de tres plantas, una entrada enrejada con un sistema de seguridad espléndido, un jardín delantero y uno trasero, donde se encontraba una piscina. El interior de la casa era inmenso y acogedor. Su padre la había diseñado antes de pedirle matrimonio a su madre y aquel había sido el regalo de bodas para ella. Por ende, y aunque se hubiesen separado y ella viviera técnicamente en otro mundo, aquella seguía siendo su casa también. Tenía su propia habitación y algunas de sus pertenencias en ella.

El espacio físico no cambió cuando Tania, Sara y Ela abandonaron la casa. Los mismos cuadros, muebles y retratos familiares seguían en su sitio, tan bien cuidados como siempre. Las paredes seguían siendo blancas y casi nada había variado. Pero Cezarh, Lena y Aris podían jurar que hacía más frío cuando ellas no estaban.

Luego de que su padre estacionara la van familiar en el garaje, todos bajaron y entraron en la mansión. Sus hermanas se despidieron y se marcharon cada una a la habitación que tenían ahí y en la que se quedaban cada vez que visitaban. Aris convenció a Wade de atacar la heladera en busca de chocolate y se marcharon en dirección a la cocina. Una Lena todavía en estado de conmoción se arrojó sobre el sofá de la sala mientras sus padres hablaban sobre lo adorable que había sido la fiesta.

Lena arrugó la cara.

No sabía qué tenían de adorable un montón de adolescentes restregándose sudorosos unos con otros en la pista de baile. Ni hablar de los que se escabullían a los pasillos, las escaleras y los baños a besarse y manosearse.

Pero sus padres eran libres de observar selectivamente lo que ellos consideraran mejor.

—Tania, hay un asunto importante que me gustaría comentarte. —Aquella era la voz de su padre, que se había enseriado de repente. Lena los escuchaba hablar en el salón contiguo y se tensó de inmediato.

—Claro, dime. ¿De qué se trata? —respondió su madre con la candidez que la caracterizaba. Lena agudizó su oído, mientras se acostaba sobre los cojines del sofá, en caso de que alguien entrara al salón, ella podía simular no estar escuchando conversaciones ajenas.

—Es sobre... —Pero no terminó de decir—. En realidad, es un tema delicado. Vamos a mi oficina y allí podremos hablar con mayor privacidad. —Lena maldijo interiormente y escuchó los zapatos de charol de su padre y los tacones de su madre alejarse en dirección a las escaleras. Lena sospechaba sobre qué podía tratarse aquel "tema delicado", así que contó dos veces hasta treinta y luego los siguió escaleras arriba.

Se descalzó al filo de las escaleras y avanzó de puntillas hasta la pared que dividía el pasillo de la oficina de su padre. Se quedó a varios metros de la puerta. Desde ahí podía escuchar perfecto gracias a su superoído; además, si ella tenía esa habilidad, la de sus padres era mejor. Después de todo, sus poderes ya estaban desarrollados y ella no podía arriesgarse a que escucharan su respiración y la pillaran escuchando a hurtadillas.

—Me estás preocupando ya, Cezarh, mira tu cara, ¿pasó algo malo? —preguntó la mujer. Lena escuchó el chirrido de las patas de una silla contra el suelo.

—Yo diría que sí. Hace un rato... —Lena sintió sus pulsaciones incrementar apenas su padre se detuvo en seco. Joder.

—Espera, creo que tenemos un polizón.

Aquella era la voz de la sentencia. Lena vio un humo color violeta empezar a esparcirse por sus talones y fue escaso el tiempo que tardó procesando lo que estaba sucediendo. Dio un respingo en su lugar y se apresuró a dejarse ver por la puerta.

La Niña de las Pesadillas.Where stories live. Discover now