Prólogo

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Suave brisa de primavera, el sol en lo más alto y los pichones cantando alegremente.

Un día hermoso para el bautismo del nuevo heredero de la familia De Luque.

Todos los aristócratas importantes del reino se encontraban ahí reunidos, expectantes ante la presentación de aquel chico desconocido que había logrado encantar al caprichoso Vegetta De Luque.

Las campanas de la iglesia resonaron fuertemente, toda la atención se centró en la entrada del recinto, donde después de unos segundos se asomaron los duques, uno a cada lado de su nuevo hijo.

Aquel chico que apenas entraba a sus 20's, de cabello castaño prolijamente peinado, con vestimentas finas en tonos azules y decorados violetas característicos de la familia; Caminando derecho y seguro de sí mismo hasta la pila bautismal.

La aristocracia parecía suspirar de alivio, temían que el chico que se les presentara no se encontrara al nivel y elegancia que debía representar.

El obispo ahí presente sonrió con satisfacción.

—Un honor jovencito, me podría decir su nombre— Habló aquel hombre suavemente dirigiéndose al castaño como si de un niño se tratara.

—Un gusto Santo Obispo, mi nombre es Roier.

Su voz se escuchó fuerte y clara, varias jovencitas suspiraron encantadas.

—Perfecto.— El obispo miró a la multitud ahí reunida, indicando silencio total, para que segundos después la pequeña orquesta comenzará a tocar.— El día de hoy hermanos míos, nos encontramos aquí reunidos para un evento de suma importancia en el reino. La gran familia de Luque ha decidido abrir nuevamente las puertas de su cálido hogar para recibir en esta ocasión, a un joven encantador.

Fue entonces que Roier por primera vez se atrevió a mirar alrededor suyo, encontrando la mirada atenta de todos los presentes. Se mantuvo serio, dudando si sonreír, mantener la mirada o apartarla, a pesar del porte sereno que intentaba mantener no podía dejar de ser consciente de sus palmas de las manos sudadas o en la incomodidad que le causaba el traje tan entallado que decidieron colocarle.

Contó los segundos que duró mirando a la multitud, si bien no fueron más de 10, sintió la presión de actuar, así que solo optó por una tímida sonrisa.

—Bien, joven Roier, por favor agache la cabeza en reverencia— Así lo hizo mientras que el padre tomó agua bendita de la pila y la vertió suavemente en la cabeza del castaño.— El siervo de Dios es bautizado… Que te tenga en su gloria joven espléndido.

—Amén. Que Dios tenga piedad de nosotros y en su gloria a la familia real.—Contestó.

Los nobles aplaudieron y las campanadas volvieron a sonar, una celebración sublime y a la altura de todo lo que representaba el poder en aquel reino sucedería aquella tarde, una tarde cuanto menos ajetreada.

Después de la espléndida ceremonia de bautizo los nobles se dirigían hasta el Ducado de Luque, ansiosos por el honor de entrar a aquel castillo, regalo de la familia real hace bastantes generaciones atrás

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Después de la espléndida ceremonia de bautizo los nobles se dirigían hasta el Ducado de Luque, ansiosos por el honor de entrar a aquel castillo, regalo de la familia real hace bastantes generaciones atrás.

El lugar lucía magnífico, casi irreal.

Aquel castillo construido con piedra oscura y pequeños canales de lava se veía imponente, una muralla rodeándolo y en medio la entrada con una puerta enorme de madera cuidadosamente tallada.

Cristaleras enormes, plantas de lo más exóticas, cortinas y telas en tonos violetas y dorados decorando todo el salón de banquetes, mesas de dulces apetitosas, una orquesta tocando con instrumentos bañados en oro, las joyas presentes en gran parte de la decoración y un sinfín de cosas más dignas de un cuento de hadas.

Desde un palco escondido en el salón, Roier no podía parar de pensar en los maravillosos padres que ahora tenía; Sin embargo, conforme sus pensamientos fueron divagando una gran ansiedad junto con un gran remordimiento y pesar provocaron que el corazón del castaño ardiera, sus piernas perdieron fuerza y su garganta quemaba tanto como sus ojos.

Se recargó en el reposabrazos de la silla intentando levantarse y con la otra mano agarró su pecho fuertemente, buscando hallar algún tipo de consuelo del dolor que sentía en su corazón, lágrimas pesadas salieron sin control y los sollozos se hicieron presentes.

“Ojalá poder tenerte presente en un día tan especial… Mi pequeño Bobby…”

Si bien, estaba siendo custodiado por guardias fuera del palco no quería ocasionar un escándalo pidiendo ayuda y echar todo su esfuerzo a perder.

No podía parar de llorar, sus sentidos estaban tan nublados que no notó el cómo la pesada puerta de madera se abría lentamente, invadiendo su privacidad en aquel lugar tan solitario y apartado…

A merced de aquel hombre con las manos ya manchadas de sangre de los guardias, que lo veía atentamente listo para atacar.

En ese instante Roier no era consciente de que estaba a completa merced de Cellbit.

Revolución | Guapoduo (Hiatus Temporal) Where stories live. Discover now