Supe por sus ojos, que Smellerbee tenía un millón de preguntas más por hacer, pero decidimos quedarnos en silencio, terminamos de vestirnos y cuando la luna estaba en su punto más bajo antes del amanecer, nos acercamos al muro este, ella pasó por el drenaje, yo fui por la puerta. El vigía me dejó pasar al ver mi ropa.

—Carajo Li, pensé que tu ronda terminaba al amanecer, ¿qué haces aquí a esta...?

No lo dejé terminar, así era mejor, no los dejes hablar, no los veas a los ojos, no les des nombre, no son humanos, no me podía permitir pensar que eran humanos, no después de haber planeado el ataque con Smell, no después de saber lo que teníamos que hacer para obtener la información.

—¿No eran... tus amigos? – Me dijo ella la tarde de ese día luego de explicarle los pasos del plan

—Nunca fueron tal cosa, me secuestraron de mi hogar cuando niño, me hicieron entrenar y entrenar hasta que no quedó nada de mi viejo yo, me educaron en sus credos vacíos y en sus hermandades manipuladoras, tal vez crecí con ellos, pero no son mis amigos.

Aunque le dije eso, mientras los veía caer, sangrar, morir, sabía que había mentido, sé que debía odiarlos, incluso eso habría sido más fácil, pero no los odiaba, en efecto, eran mis hermanos, compartimos creencias, experiencias, bromas y risas. Ojalá pudiera decir que mi experiencia en la guerra fue un tormento, pero no fue así. Sí, era un niño secuestrado, pero conocí amigos en los lugares a los que me llevaron, sí, me hicieron entrenar hasta sangrar, pero eso despertó en mi un gran sentimiento de camaradería.

Por eso matarlo uno a uno no fue tan fácil como se supone que debe ser para un Yuyan, por eso doy gracias todos los días, a que no estuvieran todos aquella noche en la torre.

—Espera, Longshot.... Sé porqué volviste y yo puedo ¡ahg!

Cuando las personas se enfrentan a la muerte, todos revelan su verdadero rostro. Algunos lucharon, otros no dijeron nada, aceptaron el disparo como guerreros y otros como ese cobarde, me ofrecían las joyas de la princesa a cambio de que no los matara.

Pero los maté, a cada uno de ellos, cada muro, cada atalaya, cada puesto de guardia, a cada uno los visité, yo disparaba, eso los ponía alerta, entonces comenzaba a lloverles desde abajo. Smellerbee resultó tener una puntería bastante decente con el arco. Con un ataque por abajo y por el frente, los bastardos no tenían oportunidad.

Fue un baño de sangre, fue inhumano, fue venganza...

Tal vez resulta extraño que en todo el tiempo que llevo aquí encerrado, no me haya quejado ni una vez por estarlo, no he dicho que no merezco esta prisión, y jamás lo diré, porque en el fondo, en el fondo sí que me merezco este castigo, si merezco estar en esta prisión por el resto de mi vida, lo que hice esa noche, lo que le pedí a Smellerbee hacer esa noche. Merezco este castigo, quizá incluso debería dejar que Iroh hiciera su escape y yo simplemente quedarme a esperar la siguiente ración de comida, no temo morir en prisión, al final todos recibimos nuestro castigo... pero Smellerbee es inocente, los libertadores son inocentes, Aye-Li, Aye-Li era... quería que fuera inocente.

Por eso matar a todos no fue imposible, por eso robamos todas sus flechas, por eso le prendí fuego a la armería y por eso subí hasta lo más alto de la torre, al cuarto del comandante, líder de los Yuyan y el arquero más certero del mundo. Eso y una maldita farsa.

En mis años con los Yuyan, nunca lo vi, no salía y con razón. Cuando derribé la puerta, me encontré con la patética imagen de un anciano rechoncho por tanta comida y ciego como un topo zarigüeya.

—Longshot— me dijo sin mírame.

—¿Cómo sabes quién soy? —No valía la pena mentir.

El diario de LongshotWhere stories live. Discover now