Nos tenemos que tomar un rato para procesar que la chica aplicada y callada que hemos conocido por años, ahora nos admita que ha querido conocer el "territorio sin ley" que se desata en cada una de las fiestas que organizan los jóvenes de esta institución.

Claro que Éber no va a desaprovechar esta oportunidad, así que zarandea la cabeza y sonríe de oreja a oreja.

—Viste, todo está a nuestro favor. —Me regresa a ver por una fracción de segundo para luego clavar sus pupilas en Abril —. Ustedes quieren ir, yo quiero ir y la fiesta espera por nosotros...

—Yo no he dicho que quiero ir —esta vez soy yo la que lo interrumpe.

La mirada que me lanza es tan escrutadora que me causa gracia.

—Tú quieres ir, Mer, repítelo en tu cabeza una y otra vez, y vas a ver que vas a querer ir. Todo en esta vida es mental.

Niego a la vez que una sonrisa se pinta en mis labios.

Con él no se puede ganar una.

—Por una vez que asistamos a esas fiestas no tiene nada de malo —agrega Abril, dirigiéndose a mí.

Puede que tenga razón. Es una simple fiesta.

El ademán que se adueña de mi postura y me cubre la expresión deja en evidencia que estoy cediendo al plan de Éber.

—Es cierto, si vamos es solo para pasar un momento diferente.

—Exacto —nos apoya Éber con la emoción brotando de sus poros.

Abril asiente

—Además de que nunca hemos ido a ninguna.

Eso es muy cierto, Abril y yo en todos los años que llevamos estudiando no hemos ido ni a una sola fiesta, cada semana se organiza una diferente y nosotras no nos atrevemos a ni siquiera asomarnos por el lugar. Nuestras vidas han sido apacibles y rutinarias, sin sentir necesidad de buscar emociones fuera de los límites ya impuestos. Sin embargo, la propuesta de Éber y la confesión de Abril han hecho que algo cambie.

No sé porqué, pero algo en mi interior parece haberse encendido, de repente, una rafaga de emoción me recorre el cuerpo.

Pestañeo, antes de mover la vista hacia Éber, que espera impaciente por una respuesta definitiva.

—Vamos a ir a esa fiesta.

Él levanta los brazos al aire y veo una sonrisa enorme en su cara.

—¡Si! —Me abraza como si celebrara haber ganado la lotería —. No se arrepentirán, la pasaremos genial.

Un hormigueo se instala en mi estómago. Tal vez él tenga razón y esa noche sea inolvidable.

Abril reanuda la caminata que emprendemos a nuestros casilleros. Éber y yo le pisamos los talones.

El casillero de Éber queda un pasillo antes del de nosotras, es por esto que él se desvía hacia el camino que conduce a su casillero.

—¡Nos vemos afuera! —dice en voz alta ya estando a unos cuantos pasos de distancia.

Apresuro la marcha para poder ir a la par de mi amiga. Tras uno minutos ya estamos frente a nuestros casilleros. El de Abril queda a cuatro recuadros del mío.

Ya arreglada delante del cerrojo, saco la llave de mi mochila y la introduzco en la ranura. Luego giro el dial a la derecha hasta el número 17, a la izquierda hasta el 9 y de nuevo a la derecha hasta el 4. Escucho el clic que indica que el mecanismo se ha abierto y tiro de la puerta. Pero apenas tengo acceso a mi casillero una hoja cae desde dentro. De inmediato, dirijo mi mirada hacia la carta y noto que la hoja es color rojo, me agacho para recoger el pedazo de papel y al ya tenerlo entre mis manos lo giro para ver si hay algo escrito en él, efectivamente, hay algo en la parte de enfrente del papel, pero no son letras, es el dibujo de un peón, sí la pieza de del juego del ajedrez. Por ningún lado hay remitente. Sonrío al pensar que esto es una broma de Éber, a él le encanta el ajedrez. Aunque muy en el fondo, me resulta extraño que me haya dejado esto aquí, a él no le gusta hacer cartas.

No acercarse a DarekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora