19. Deseo de muerte

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Chuuya no puede controlar el resoplido de risa malévola que pasa por sus labios.

Se muerde el interior de la mejilla, cruza los brazos sobre el pecho y se encorva por un segundo mientras sonríe con incredulidad a sus Smoke Greys.

¿Cómo demonios me siento?

Se ríe de nuevo, acercándose paso a paso a la cámara. Se aclara la garganta.

—McQueen tiene ganas de morir —murmura Nakahara Chuuya con una sonrisa.

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Los ojos de Dazai permanecen fijos hacia delante mientras el estruendo del motor vibra bajo su asiento. No mira a su derecha. No tiene ninguna razón para mirar a su derecha.

Siente como si le hubieran inyectado una corriente eléctrica en las venas. Todo son pinchazos y agujas en cada maldita articulación de su cuerpo.

Está silenciado en su llamada con Mayonaka. No tiene ninguna razón para hablar.

Es solo Dazai Osamu, su Supra, y la carretera en este momento.

Igual que siempre ha sido.

Tiene una carrera que ganar.

Dazai mira hacia delante, simplemente deslizando su mirada para mirar a Higuchi mientras su corazón da saltos en su garganta.

Está zumbando fuerte.

Esta sensación no invitada de desconocimiento lo saluda con esta carrera. Esta incertidumbre. Como si en algún lugar de su cabeza, una voz le dijera que tiene que volver a comprobar un paso en sus cálculos. #

Se siente como si no conociera el camino tan bien como debería.

Como si la ruta fuera nueva para él. Como si fuera la primera vez que escucha a esta gente corear su nombre.

Como si fuera un extraño en sus propias calles.

A la derecha de Dazai, un familiar motor V8 se acelera con furia.

Dazai no reconoce a su competidor. No tiene motivos para hacerlo.

Dazai estrecha la mirada, flexiona y despliega el brazo izquierdo y se sacude de derecha a izquierda para crujir la espalda.

No es un extraño en estas calles.

Se concentra.

Dazai sabe qué demonios está haciendo. Él. Siempre. Sabe. Qué demonios está haciendo.

Hace crujir los nudillos dentro de sus guantes, sacudiendo el cuello con fuerza para que la visera del casco caiga en su sitio.

Concéntrate.

Solo yo. La carretera y yo.

Concéntrate.

Higuchi se mueve.

Despierta.

Sus banderas ondean en la cruda luz de la calle cuando las levanta. Hay un elegante balanceo en su cadera mientras mira fijamente el espacio entre Dazai y el conductor a su derecha.

Tres.

—Cuídate —dice la voz de Yosano en la llamada.

No hay nada en esta mierda que sea "seguro".

Como a cámara lenta, las banderas empiezan a ondear hacia abajo.

Dos.

Es como si un alfiler atravesara la parte superior de la columna vertebral de Dazai, la forma en que la maldita energía lo ataca en ese mismo momento.

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