Aris entonces sonrió con maldad y se apresuró a llegar hasta su hermana menor. Pasó su brazo por su espalda y el otro por sus piernas y la levantó. Ela soltó un chillido de sorpresa y empezó a removerse.

—Aris, bájame —pidió la chica con las mejillas rojas.

—Te extrañé mucho, hermanita —dijo estampándole un sonoro y baboso beso en la mejilla. Lena esbozó una mueca de asco pero Ela contuvo una sonrisa.

—Ya bájame, Aris, no soy más una bebé, por las deidades.

—Siempre vas a ser mi bebé, Dabrita. —Ela resopló ante el apodo—. Lena, date prisa, te esperamos abajo —masculló y empezó a caminar hacia la salida con una enfurruñada Elaine entre sus brazos—. Vi que te cortaste el flequillo, te ves preciosa, pero ¿acaso estás intentando conquistar a alguien y yo no me he enterado? Mira que he estado yendo a los campos de entrenamiento y con estos mismos brazos con los que te levanto, puedo romper huesos.

Ela bufó y le soltó un manotazo en el hombro. Lena hizo una mueca escuchando a su ridículo hermano y se puso de pie.

—Eres un idiota —Aris jadeó.

—Oh, pero que boca tan sucia tienes, Dabria Elaine —se burló mientras caminaban por el pasillo del segundo piso hacia las escaleras. Lena no alcanzó a oír la respuesta de su hermana porque se encerró en el baño a lavarse la cara y los dientes.

Salió de su habitación y le echó un vistazo por encima a sus regalos, los dejó sobre su mesita de noche, tendió la cama, agarró su teléfono celular que estaba sobre una de las almohadas y salió de la habitación. Todavía estaba en pijama, se había atado el cabello en una coleta alta, pero pensó que tal vez algo bueno podría salir de ese día, al fin y al cabo, estaba con su familia.

Encontró a su madre en el comedor poniendo la mesa y se dispuso a ayudarla. Lena iba a ir a la cocina por cubiertos cuando su madre le comunicó que había convencido a Lauren de cancelar la cita en el spa y la iba a dejar tranquila por el resto de la mañana.

Helena se sentía más relajada porque ya no iba a sufrir los masajes ninjas que daban las vampiresas del spa de su tía, pero ni siquiera eso evitó que su cuerpo se tensara como una roca nada más al notar la melena de cabello rubio de Saraeeh Gray apenas ingresó a la cocina.

Ella no se había percatado de su presencia aún, pues estaba concentrada en la charla que llevaba en ese momento con su padre. Ambos terminaban de servir el desayuno sobre la encimera. Lena la vio cortar salchichas mientras Cezarh Gray untaba mermelada de fresa en las tostadas.

Sara tenía el cabello en ondas a la altura de su esbelta cintura, estaba un palmo más alta que la última vez que la vio y a diferencia de sí misma, la pubertad ya había hecho su magia. Sus caderas estaban un poco más anchas, sus rasgos más maduros y atractivos, y Lena quiso llorar al ver que a ella sí le siguieron creciendo los pechos.

Pero entonces Sara la miró, su sonrisa se congeló en su rostro y cualquier rastro de emoción que pudieran reflejar sus facciones, Lena se forzó a no dejarlo salir. El ambiente en la cocina se volvió terriblemente tenso al instante. Su madre entró detrás de ella y compartió una mirada de angustia con su padre. Ela y Aris sentados sobre las butacas de la encimera apartaron la mirada con incomodidad.

Sara Gray era su otra hermana, su otra melliza para ser exactos.

Para todos estaba bastante fresco el recuerdo de la última vez que Sara y Lena Gray se habían visto. Hacía unos meses habían tenido una discusión bastante acalorada que había terminado con una Lena diciéndole a su hermana que su egoísmo iba a terminar enterrando a todos a su alrededor y remató con un gancho derecho que Sara le lanzó en respuesta.

La Niña de las Pesadillas.Where stories live. Discover now