Capítulo 4: Algo tiene que ceder

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Seokjin se despierta de un tirón.

Desconcertado, parpadea sin brillo y deja que sus ojos se adapten a la oscuridad durante un par de minutos. Su habitación le resulta familiar y Seokjin gime en voz baja al ver el resplandor de su despertador. Las cinco y veinte. Demasiado temprano para despertarse.

Sin embargo, su corazón se acelera y su piel se cubre de una ligera capa de sudor. Al principio, no está seguro de qué le ha despertado, pero la incómoda mancha de humedad en sus calzoncillos y los fugaces destellos de un sueño que se desvanece rápidamente en los recovecos de su mente rellenan los huecos. Se le escapa un suspiro de frustración, con la piel enrojecida por la vergüenza. No recuerda la última vez que tuvo un sueño erótico.

Intenta por todos los medios no pensar en lo que podría haberlo provocado. O en quién, para ser más concretos.

Los dos últimos días han sido, cuando menos, difíciles, gracias a cierto joven de ojos grandes y serios que sigue apareciendo en su cabeza a pesar de su obstinada determinación de centrarse en su novela y en nada más.

Jeon Jungkook, ¿por qué no puedes dejarme en paz? Seokjin piensa cansado mientras se pone un par de calzoncillos limpios antes de desplomarse en la cama con un resoplido.

Como un reloj, la cara de Jungkook aparece detrás de sus párpados cerrados, con el mismo aspecto que tenía después de aquel beso impulsivo en la terraza de sus padres.

Seokjin se incorpora bruscamente y se pasa una mano por la cara.

Quizá su abstinencia autoinfligida durante los dos últimos años no haya sido su mejor idea, si incluso un simple beso estaba causando estragos en su mente.

Los últimos vestigios del sueño son un recuerdo lejano, se dirige a su estudio y abre el portátil. Entrecierra los ojos contra el resplandor del documento de Word, se acomoda en la silla giratoria y lee el último párrafo que había escrito antes de acostarse. Es tan deslucido y rebuscado que borra todo el pasaje por capricho, refunfuñando para sus adentros.

Estaba claro que había pensado en otras cosas cuando escribió aquella tontería.

Cosas como las ganas que tenía de mandarle un mensaje a Jungkook y excitarlo lo suficiente como para entablar un poco de bromas, y las ganas que tenía de ver la sonrisa brillante y dentuda del chico y el arrugamiento de sus ojos cuando se alegra por algo. Desde la cena no ha oído ni pío de Jungkook, y de forma bastante infantil, se siente un poco desairado. Aunque fue él quien le dejó muy claro a Jungkook que no necesitarían tener más citas falsas.

Así que, ¿cómo es que sigue obsesionado con este chico cuando Jungkook ha conseguido tan fácilmente encajonar las cosas y seguir adelante?

Y hace sólo unos días, le preocupaba que Jungkook pudiera estar demasiado interesado en su acuerdo.

Bueno, aparentemente no.

"Deja de ser un perdedor y céntrate en tu medio de vida, idiota", murmura para sí mismo, crujiéndose los nudillos.

Tras un momento de mirada perdida, Seokjin aprieta la mandíbula y empieza a escribir. La inspiración está por los suelos, pero teclea todo lo que le viene a la mente; un truco que ha aprendido a lo largo de los años cada vez que ha luchado contra el bloqueo del escritor. A veces, entre la basura que sale a borbotones, ha conseguido desenterrar algunas joyas.

Se detiene cuando la luz empieza a colarse por las rendijas de las persianas, trayendo consigo los sonidos apagados de la ciudad que se despierta con la salida del sol. Es sábado por la mañana, así que el ajetreo de los madrugadores que se dirigen al trabajo es menor, pero sigue presente. Con un bostezo ahogado, Seokjin estira el cuello y vuelve a centrar su atención en el texto que tiene delante.

Tirar de la lana sobre mis ojos -Kookjin-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora