02. La Estrella De La Muerte

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Voy de tienda en tienda, sin encontrar nada que pueda gustarle más de lo normal. No quiero que sea algo simple, ni algo que pueda regalarle cualquier otra persona. Mi regalo tiene que ser único y especial. Como yo.

Al final, no me preguntes cómo, termino en una tienda de Lego. Harry es medio friki, y está obsesionado con Star Wars y los Legos, así que creo que esta tienda puede ser la definitiva. Los precios son altos, pero con lo que me paga tengo dinero suficiente para casi cualquier cosa de Star Wars que hay en el local. Voy paseando por uno de los pasillos, cuando veo una cara conocida. Me da vergüenza ir a saludar, así que esperaré a que me vea a mí y me salude.

- ¿Alaia? – Inquiere cuando paso por su lado, fingiendo mirar las estanterías con interés. Me giro, haciéndome la sorprendida, y le sonrío.

- ¡Anda! Si sabes decir mi nombre – me burlo, cosa que le roba una sonrisa.

- Laia, Alaia... Lo mismo es – replica encogiéndose de hombros, y yo lo fulmino con la mirada. – ¿Qué haces tú aquí?

- Buscarle un regalo a tu compadre – respondo agarrando una caja que es casi tan grande como Tyler. – ¿Y tú?

- Lo mismo – me quita la caja y me sonríe de forma pedante. – Mucha caja para tan poca chica – se mofa, dejándola en su sitio. – Ese Lego ya lo tiene.

- ¿Te crees muy listo, Norris?

- No, pero tú te sabes mi apellido sin que te lo haya dicho. ¿Una fan? Te firmaría un autógrafo, pero no traigo boli...

No dejo que termine la frase y me dirijo hacia otra estantería. Un poco prepotente el chico. Me gusta, su humor sarcástico tiene su encanto. Pero no sé exactamente qué pretende. ¿Molestarme? ¿Hacerse mi amigo? No podría estar segura.

- ¿Por qué huyes de mí, conejita? – Su voz retumba en mis oídos como una dulce melodía. Maldito sea, no me va a dejar en paz.

- Vuelve a llamarme conejita y te dejo sin descendencia, campeón – digo con ironía.

Me giro para encararlo, cruzándome de brazos y mirándolo con fiereza. Él no hace más que reírse y negar con la cabeza. Y yo maldigo lo malditamente sexy que es el condenado.

- Empiezo a entender por qué Harry te contrató – comenta distraídamente, dándome un repaso de arriba a abajo.

¿Pero será cerdo el tío este?

- Eres gilipollas.

Vuelvo a girarme, muy indignada, y agarro la primera caja que encuentro. Camino hacia el mostrador, dispuesta a pagar e irme. Al parecer, Lando no tiene nada que ver con su mejor amigo, porque Harry jamás me faltaría al respeto así.

- Ese también lo tiene – dice a mi espalda mientras estoy en la cola. – Hay uno que lleva queriendo mucho tiempo, pero es muy caro.

- Te pagan millones al año, regálaselo tú – le sugiero sin mirarlo siquiera.

- O podemos ir a medias, seguro que te lo agradecerá más que cualquier otro Lego...

Resoplo y me giro por millonésima vez, mirándolo. Esta persona viste demasiado bien. Y es demasiado guapo, cabe destacar. Me mira con su sonrisilla petulante de siempre y le doy la caja que tengo en brazos.

- ¿Qué Lego quiere?

Me hace un gesto para que lo siga y, casi al fondo de la tienda, donde están los Legos más grandes, se para delante de la Estrella de la Muerte. Vale dos mil libras. Para mí es muchísimo dinero, pero para el señor piloto debe ser un juego de niños.

- Tendría que vender mis dos riñones y el bazo para poder pagar esta cosa – digo mirándolo.

- ¿Y si vamos a medias?

Al Loco Del Que Me Enamoré // Lando NorrisWhere stories live. Discover now