- ¿Allie? – La voz de Harry me saca de mi momento de paz, y me veo obligada a sentarme bien en el sofá y dirigir la mirada a la entrada del salón. – Buenas tardes.

- Buenas tardes – lo saludo, sonriendo.

Lleva a su hijo en brazos, y realmente pienso que es la imagen más tierna del mundo. Son idénticos, en serio. Honestamente, no entiendo por qué la madre del peque los abandonó, porque no sabe lo que se está perdiendo. Que a ver, no veo a Harry de un modo romántico, pero es un tío guapo, inteligente, cariñoso y encima está buenísimo. ¿Qué loca lo dejaría escapar?

- Si quieres te acerco a la residencia – me sugiere el rubio, sonriéndome levemente. Se le ve cansado, lo normal tras un turno de 24 horas.

- Tenía pensado bañar y darle la cena a Tyler, para dejarlo acostado cuando me vaya y así tú puedes descansar. No me importa volver en taxi.

Él me sonríe inmensamente agradecido y yo le sonrío de vuelta. Con lo bien que me trata y lo mucho que me paga, no está de más ayudarle de vez en cuando.

- No te pago lo suficiente – bromea besando la cabeza de su hijo y dejándolo en mis brazos. – Pórtate bien con Alaia, ¿vale?

- Sí, papi – asiente el pequeño rubio que es un calco de su padre, sonriendo y abrazándose a mí.

- Gracias de verdad, bonita – susurra Harry besando mi frente. – No sé qué haría sin ti.

- Dormir menos y estresarte más – me burlo haciéndolo reír. – Descansa.

- Igualmente – murmura bostezando mientras sale del salón.

Suspiro y miro al pequeñajo que descansa en mi regazo, mirándome con sus grandes ojos verdes. Desde que cuido de él, siento que por primera vez en mi vida me quieren tanto como yo quiero. Siento que el cariño sí es mutuo y recíproco. Tyler es muy especial, y su forma de darme cariño también lo es, pero me demuestra más cosas que la mayoría de personas no. Y es un sentimiento muy bello, debo confesarlo. Harry y él son como una familia que he hecho aquí, en Londres, y eso me hace sentirme menos sola.

- Bueno, peque, vamos a bañarte, ¿no?

- ¡Sí! – Se levanta de un salto y corre hacia el baño, haciéndome reír. Lo que a este niño le gusta el agua no es normal, en serio.

Me levanto también y dejo mi abrigo y mi mochila en el sofá, caminando hacia el baño, siguiendo los pasos del pequeño rubio que me alegra los días prácticamente desde que llegué a esta ciudad.

« ♪ »

Rebusco entre los cajones mientras el niño llora desconsolado, y no puedo evitar estresarme un poco por la situación. Suspiro sonoramente y me doy por vencida. No está.

- Tyler, seguramente se haya quedado en clase. Mañana tu seño te la devolverá – le digo tratando de tranquilizarlo. Pero no hace caso. Está en pleno berrinche y no va a haber quien lo calme.

Hoy, como tantos otros días, ha llevado su camiseta de Haaland a la guardería, y se ha cambiado de ropa para hacer una actividad, y al parecer se le ha olvidado guardarla en la mochila. Y bueno, quiere a esa camiseta más que a su padre, así que ahora a ver quién lo relaja.

- Si no la encontramos, papá te comprará otra, no te enfades, peque – sigo diciéndole.

Me pongo de cuclillas delante de él y tomo sus manitas. Se calma un poco y me mira con sus ojitos verdes hinchados por llorar. Le sonrío y él hace lo mismo, abrazándose a mí con fuerza. Lo cargo en brazos y me siento en su cama, sobándole la espalda para ayudarlo a pasar este mal rato. Cuando deja de lloriquear, lo siento bien en mi regazo y le acomodo el cabello, a lo que él responde con una dulce sonrisa.

Al Loco Del Que Me Enamoré // Lando NorrisWhere stories live. Discover now