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Navidad estaba por llegar y los dos chicos se dirigían al apartamento donde reside la Señora Baji, con la intención de pasar la festividad con ella.  

—Bienvenidos, niños —La mujer saludo una vez que se encontró con los  muchachos tras la puerta, estos estaban abrigados hasta los ojos, dando una apariencia graciosa.

Una vez  se adentraron al lugar empezaron a desprenderse de las ropas de más que les servia para poder soportar el frio del exterior, sumándole que venían en moto, además de que las prendas les dificultaban un poco la movilidad .

—Esta haciendo un frío del carajo allá fuera, mis manitas se estaban congelando… ¿las tuyas no Tora? —Hablo el azabache, al mirar a su contrario quitándose los guantes.

 —!Ah!... no Baji, tu espalda me cubrió del aire —El pelinegro volteo a ver a con preocupación a el orbes-café, pues él fue el que recibió todo el  frio de camino hacia allí, pero éste parecía mas preocupado por él que en sí mismo.

 —  Que bueno que soy mas grande que tu, Tora —Sonrió victorioso por ser más alto que su tigre, aunque la diferencia es muy poca —Así siempre te voy a poder proteger del frio.

Este comentario avergonzó al orbes-ámbar. Que aun con pena se le acerco al hebras largas para tomarlo del rostro, le preocupaba el ver sus mejillas y nariz tan rojas así que empezó a acariciarlas para darles de su calor, pasando de estas a sus manos.   

Sin siquiera darse cuenta empezó acercar sus belfos a los contrarios   hasta que una tos les reventó la burbuja, haciendo que lo soltara   bruscamente.

—¡Ryoko-san!, ¡le juro que iba a checar su temperatura! —No evito gritar por la vergüenza que le causo aquella acción desvergonzada que  estaba por realizar, es que desde la segunda vez que se besaron esto ya se había hecho común entre ellos dos.

—Yo no miré nada. Lo juro por el amor que siento por el papá de Kei —La femenina alzo la mano para decir aquello, pero una vez que se alejo de ellos, soltó una risita que fue escuchada por los dos.

Ya con la azabache fuera de su vista  dirigió su orbes al de grandes colmillos viendo que maldecía algo que no logro escuchar bien.

—No le hagas caso a mi madre y mejor vayamos a ayudarle —No tubo tiempo de preguntar a que se refería, pues ya le había jalado hacia donde la Baji mayor  se metio.

Se podría decir que casi toda la tarde se la pasaron cocinando diferentes platillos en pequeñas porciones, era un lindo ambiente familiar el que le  brindaban los Baji, no podría estar más agradecido por haber sido invitado por ellos a pasar la noche buena y navidad.

Era la primera ves que la iba a festejar, pues cuando vivía con sus padres le era prohibido, además de que le decían que era una excusa tonta para perder el tiempo y todos aquellos que la celebraran eran unos descerebrados, pero ahora esas palabras ya no le importaban.

—Kazu-kun, estas bien —Salió de sus pensamientos al ser sacudido por la mujer, de verdad que detestaba dejarse llevar por su mente.

—Si, no se preocupe Ryoko-san.

—Oh, solo quería decirte que ya van a ser las ocho —Sus orbes se abrieron por completo al escucharla, estaba tan distraído en las demás cosas que se le había pasado ese pequeño detalle, el cual es su cita con la otra persona que ocupa un lugar importante en su corazón, después del   hebras largas.

—¡Gracias!—Rápidamente se coloco la bufanda amarilla que encontró en su casillero el último día de clases junto a una cartita citándole el veinticuatro de diciembre en el parque donde solía ir de niño.

BajitoraWhere stories live. Discover now