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—¿Que tal si le enseñamos la casa, chicas? — propuso el Leister con una gran sonrisa, ajeno a la frialdad de la hermana mayor.

—Vamos mis niñas. — ánimo Rafaella, entrelazando sus brazos con lo de sus hijas.

Nicol quería recostarse un momento, se sentía cansada. Rafaella al notarlo la miró preocupada, pero la menor le resto importancia con una pequeña sonrisa.

—Te enseño la casa y Lugo te recuesta un poquito, ¿Si? — Inquirió con una sonrisa.

Nicolette solo asintió, aunque solo era para que su madre se tranquilice.

Las luces de la vivienda estaban encendidas, lo que hacía que no se perdieran ningun detalle de aquella mansión, era demasiado grande.

Mientras Nicol veía todo con un brillo en sus ojos, Noah trato de ocultar su asombro, sabía que estaba siendo infantil, pero ella era muy diferente a su hermana.

Los techos eran altos, con vigas de madera y grandes ventanales que daban a la exterior, haciendo que la luz del día iluminará la vivienda.

Había una gran escalera en el centro del salón inmenso. Rafaela y William las llevaron por toda la mansión le enseñaron el inmenso salón y la gran cocina prescendida por una gran Isla, ambas sabían que su madre estaba encantada con eso.

En aquella casa había de todo. Gimnasio, piscina climatizada, salones para hacer fiesta y una gran biblioteca, Noah por fin mostró una sonrisa al ver la gran biblioteca, mientras Nicol ya se imagina allí leyendo unos de los tantos libros que habían para escoger.

—Me eh enterado que a ambas le gusta mucho leer. — comento William, haciendo que las dos hermanas lo miren.

Nicol sabía que su hermana daría una mala repuesta al hombre que solo quería que ellas se sintieran a gusto, antes que ella hablase ella decidió hacerlo.

—Sí, nos en encanta mucho leer. — confesó la menor con una sonrisa.

William le mostró una gran sonrisa, aquel hombre era muy sonriente.

—Estoy cansada. ¿Puedo ir a la que será mi habitación?  — Inquirió Noah. —Tu también necesitas descansar. — dijo Noah mirando a su hermana.

—Pero yo quiero seguir viendo. — dijo cómo una niña pequeña.

—Es cierto cariño, vamos las llevaré a sus habitaciones. — dijo Rafaella abrazándola por los hombros. Nicol soltó un bufido. —No me pongas esa carita, ya tendrás tiempo de seguir conociendo la casa. — dijo, mientras comenzaban a caminar.

to the last beat || nick leister Where stories live. Discover now