Paula. Junio, seis meses antes

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Lo peor de todo es que ya he renunciado a cada parte de mí. He dejado de ponerme esa ropa, he dejado de sentarme en primera fila e incluso de sacar buenas notas, he intentado no llamar la atención, pero todo sigue igual y por eso pienso que el problema soy yo. O este lugar, no lo sé.

Mi madre me ha ofrecido muchas veces cambiarme de instituto, pero eso implicaría mudarnos, que ella cambiase su trabajo y mi hermana pequeña se inscribiese en otro colegio. Y yo siento que ya es suficiente que alteren mi vida como para que eso haga que yo se la altere a las personas que más quiero.
No sé a qué hora me he dormido, pero tengo tres teclas marcadas en la mejilla derecha y reconozco que en algún momento se me ha caído un poco de baba en la letra c del teclado.

Salgo de mi habitación y al bajar las escaleras encuentro a mi madre preparando la cena.
- Paula cariño, estaba a punto de despertarte ¡menuda siesta! ¿no? ¿has pasado mala noche? – y la sonrisa que me dedica me hace dudar sobre la conversación que vamos a tener.
- No creí que fuera a quedarme dormida- evito responder su pregunta porque odio mentirle, y no quiero decirle que, en realidad, todas las noches son malas porque apenas consigo dormir un par de horas mientras me invade la ansiedad pensando en que tendré que levantarme y afrontar un día más en ese instituto. - quería hablar contigo de algo mamá...
- Claro cariño, dame un minuto que termino con esto y así puedo sentarme contigo ¿vale? – me gusta eso de mi madre, que siempre se preocupa de que el tiempo que nos dedica a mi hermana y a mi sea de calidad.

Mamá no se muestra preocupada mientras termina de preparar la cena, siempre ha sabido disimular muy bien ese tipo de sentimientos en su voz y en su rostro, porque dice que la preocupación es como el hambre, se contagia.
Pero yo la conozco y sé que le preocupa qué voy a contarle porque probablemente piense que es algo que me ha pasado en el instituto. No sabe que llevo meses sin hablar de la mitad de las cosas que pasan.

- ¿Quieres que hablemos a solas o aviso a tu hermana y hablamos durante la cena? - otra cosa que me gusta de mi madre es que siempre sabe reservar una parcela de privacidad diferenciada para Aura y para mí, pese a que mi hermana y yo nos contemos prácticamente todo y tengamos tanta confianza.
- Voy a buscar a Aura- digo mientras me levanto y me dirijo a las escaleras que dan a la parte de las habitaciones.
Recorro el pasillo hasta llegar a la puerta de mi hermana y llamo golpeando los nudillos contra la madera. Mi hermana debe de estar con los cascos puestos escuchando música porque no me escucha.
- AURAAA- grito, probando a ver si tengo suerte

Mi hermana no responde y vuelvo a gritar su nombre a la vez que golpeo la puerta, esta vez con más fuerza.
Al cabo de unos segundos la puerta se abre y mi hermana aparece en el umbral con unos pantalones cortos de chándal y una camiseta de tirantes.
A estas alturas del año ya hace bastante calor en este pueblo del sur de España. Aura se quita uno de sus cascos y me mira interrogante.

- La cena ya está lista, mamá y yo te estamos esperando, vamos antes de que se enfríe- empiezo a caminar por las escaleras y escucho los pasos de Aura detrás.
Al llegar a la mesa la cena está servida y nuestra madre nos está esperando con una sonrisa. Nos sentamos y dedicamos los primeros minutos a preguntarnos qué tal nos ha ido el día, porque es prácticamente un ritual en nuestra pequeña familia.
- Paula cariño, querías hablar conmigo de algo...- dice mi madre dándome unos segundos para responder.
- Si mamá, verás...- no sé por dónde empezar, necesito que esto salga bien porque ahora mismo siento que es mi última oportunidad para no perder completamente la cabeza, pero imagino la parte de mi madre y las conclusiones a las que puedo llegar no me gustan porque no son favorables para mí- hace tiempo la Sra. Flor nos habló de unas modalidades de estudio muy interesantes...
- Ajá- mi madre asiente y me mira con curiosidad mientras mastica.
Pasa un minuto en el que yo intento armarme de valor y mi madre espera que continúe.
- El caso es que como te decía esas modalidades son interesantes, tan
interesantes que a mí me han interesado- vale Paula, empiezas a ponerte nerviosa y así no va a ir bien. Espero unos segundos y cuando me doy cuenta de que mi madre no va a decir nada, continúo- me gustaría involucrarme en una de ellas, ya sabes, vivirla, tal vez encuentre nuevas formas de aprender.

Carraspeo y bebo un poco de agua porque ahora mismo me siento como un gato Persia y juraría que tengo una bola de pelo del tamaño de mi cabeza obstruyendo parcialmente mi aparato respiratorio.
- ¡Paula! Me parece genial que te intereses por esas cosas y no por las cosas por las que suelen preocuparse los chicos y chicas de tu edad- sé que no sabe cuánto me hiere ese comentario- y cuéntanos, de qué trata esa modalidad.
- Es un programa de intercambio de estudiantes- digo bajando la voz
Mi hermana emite un sonido bastante desagradable, la miro y parece una fuente. Acaba de escupir el agua que tenía en la boca. Para nuestra suerte, no se está atragantando, y digo para nuestra suerte porque mi madre está en shock y yo estoy para que me reanimen a mí más que para reanimar a alguien, por lo que no sé si es buen momento para confiarnos su vida.
- ¿Te vas a ir? - es Aura quien rompe el silencio.
- Solo sería un año, y todavía no está decidido... - digo intentando
calmarla.
- ¿Pero intercambio cómo, qué tipo de intercambio? - dice mi madre
un tanto alterada- ¿intercambio de aula? - niego ligeramente con la cabeza sin atreverme a mirarla directamente a los ojos porque sé que le voy a hacer daño- ¿de instituto? – asiento levemente.
- ¡Mamá, intercambio de la palabra intercambio! Es un intercambio de estudiantes, ¡se intercambian todo! - mi hermana la mira exasperada y hunde la cara en las manos- el instituto, la casa, la familia, el país...- por el tono de Aura creo que está a punto de llorar.

No sé qué hacer, mi madre se está poniendo pálida y quiero consolar a mi hermana, me estoy empezando a agobiar y por un momento la idea de decir que todo es una broma cobra forma en mi interior.

Pero estoy cansada de esto, de esconderme, de huir. Por irónico que pueda parecer, esto es una huida, pero hacia adelante. Y acabo de darme cuenta. No soy una cobarde, estoy cambiando mi vida porque lo necesito.
- Mamá, solo será un año. Me iré a un país que no esté muy lejos y podré visitaros cuando sean vacaciones, conoceré gente nueva y aprenderé un idioma, además, no me echaríais tanto de menos porque otro estudiante vendrá por mí aquí a casa, sé que no es lo mismo, pero también será una experiencia para vosotras...- me muerdo las uñas porque no puedo evitar hacerlo cuando estoy nerviosa- Mamá, me vendrá bien. Necesito... necesito algo así.
Mi madre nos mira a mí y a mi hermana durante unos segundos que me parecen una eternidad, y soy consciente de cómo le brillan los ojos y de que está conteniendo las lágrimas, al igual que Aura.

Cuando habla lo hace para decir algo que no me espero pero que a la vez no dudaba.
- Cuéntamelo todo hija, quiero saber bien cómo funciona este
programa, tu hermana y yo te apoyaremos cuando te inscribas en él- estira sus manos a ambos lados de la mesa y nos dedica un ligero apretón simultáneo a cada una de nosotras.

Esa noche le conté a mi familia lo que había descubierto sobre el programa de intercambio, nos quedamos hablando hasta tarde y me sentí una vez más y como siempre, arropada por ellas.
Yo compartí mis miedos, como el de no conseguir hacer nuevos amigos o no arreglármelas bien con el idioma. Los de mamá eran mucho más amplios e iban desde que me secuestraran hasta que adelgazara mucho por comer mal. Los de Aura eran más íntimos y personales, porque confesó tener miedo a que no volviera, al igual que hizo nuestro padre.
Mi padre, o ese señor que se hacía llamar tal, viajaba a Francia cada verano como jornalero, porque nosotros nunca hemos sido una familia acomodada sino más bien humilde. Se ve que durante esos veranos se olvidaba de que tenía una familia esperándole, unas hijas increíbles y una mujer que lo amaba de verdad.
Supongo que al principio solo se divertía, porque siempre volvía a casa. Pero un día no volvió, al principio lloramos mucho porque pensamos que le había pasado algo, mi madre incluso quiso viajar a Francia antes de que supiéramos que se había enamorado de otra mujer y había decidido empezar su vida allí, lejos de nosotras y olvidando todo lo que le ataba a este lugar.
Por aquel entonces yo tenía diez años y Aura cuatro. No sé por qué yo lo entendí antes, casi desde el principio. Y cuando digo antes me refiero a antes que mi madre.
El día que no apareció supe que no iba a volver, pero Aura siempre estuvo esperándolo, todavía hoy y aunque diga lo contrario sé que lo espera.

Le juré a mi hermana que iba a volver, que no me iba a olvidar de mi familia ni de mi hogar porque no había ningún lugar en el mundo en el que yo pudiese sentirme mejor.
Y ni ella ni mi madre me preguntaron por qué me iba entonces, porque creo que sabían que no podía responder a eso.
No eran ellas, no era mi casa, ni siquiera era aquel pueblo ni mis compañeros de instituto.
Era yo la única persona capaz de hacerme sentir mejor y necesitaba encontrar esa fortaleza. No pararía hasta lograrlo e iría a por ella hasta donde hiciera falta.

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