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Se sintió tan feliz al escuchar esa voz, su corazón latió rápido y en ese momento supo que lo había logrado, todo había valido la pena.
Colocó sus manos sobre las contrarias y con suavidad las retiró de sus ojos volteando hacía él. Pudo ver su cara con su bonita sonrisa, las mejillas rojitas, su cabello pelinegro alborotado debido al viento, y sus bonitos ojos chocolate nuevamente con ese brillo que los hace espaciales.
—Estás aquí. – murmura sonriendo.
—Sí, estoy aquí. – afirma.
—¡No puede ser, estás aquí! – reacciona y lo abraza rodeando su cuello.
—Lamento llegar tarde.
—Lo importante es que llegaste.
Los dos se abrazaban con fuerza, dispuestos a no soltarse, a no separarse nunca más.
—¿En serio preparaste esto? – pregunta viendo toda la cena junto a las velas.
—Sí, lo hice para ti, ¿Te gusta? – su voz sale emocionada.
Zhanghao asiente frenéticamente sin dejar de lado la sonrisa que adornaba su rostro. Todo le parecía tan hermoso que se sentía llorar. Hanbin tomó su mano y lo llevó hasta la mesa, prendió las velas y calentó de nuevo la cena para volver a servirla. Estaba totalmente cohibido; la comida era deliciosa y todo era muy romántico.
Cuando Hanbin lo citó en la playa, no sabía si ir o no, estaba consciente de que Hanbin era el que le mandaba todos esos detalles, pero que el tener que por fin enfrentar las cosas le asustaba mucho ya que no se sentía capaz de darle alguna explicación, siente que lo trató muy mal y se sentía horrible por eso, pero al ver la sonrisa de Hanbin hacia él y como se emocionó, lo puso demasiado feliz también.
—Aún sigo sorprendido de tus dotes culinarios. – dice acabando casi con el plato de comida.
—¿Me debería ofender? – pregunta divertido.
Ambos ríen y terminan de cenar para lavar todo lo utilizado anteriormente. Hanbin toma la mano suave del contrario y la huele.
Ese olor que tanto le encanta aún permanece en él.
—Zhanghao, ¿Me dejarías oler todo tu cuerpo de nuevo?
Sus rostros se encontraban a centímetros de distancia, no supo en qué momento se acercaron tanto.
—Está bien. – concede.
Su nariz va directamente a su cuello e inhala profundamente. Luego se acerca a su oído y susurra.
—¿Me dejarías besar todo tu cuerpo de nuevo?
Suelta un ligero gemido ante la corriente que cruzó su columna vertebral.
—Está bien.
Luego cercó su boca a su cuello y comienza a dejar pequeño besos sobre él, baja a su hombro y lo descubre de la manga de su camiseta y también comienza a besar esa zona esta vez dejando besos más húmedo; vuelve a subir al cuello blanco y succiona un poco dejando una pequeña marca roja.
