Claro que nunca había intentado ser encantadora con Camila Cabello. Ella era una empleada y ésa era una línea divisoria que no cruzaba nunca. Pero lo haría aquel día.

-El presidente de la Cámara de Comercio de Miami se retira el año que viene. Y, como imagino que sabrás, es un grupo muy conservador.

-Sí, lo sé.

-Yo soy miembro activa desde hace años, pero al Consejo de la Cámara no le gusta la idea de que una mujer soltera, lesbiana y especialmente una que dirige un escandaloso club nocturno en South Beach, se convierta en presidenta... por muy cualificada que esté.

-¿Quiere ser presidente de la Cámara de Comercio? -preguntó Camila.

La sorpresa que había en su tono fue como sal en una herida abierta.

-Pues sí. Y la única manera de entrar en la terna de nominaciones es convertirme en una mujer madura y estable. Y para eso necesito una esposa.

-¿Y eso qué tiene que ver conmigo?

-Tú eres la candidata perfecta.

Ella parpadeó un par de veces.

-¿Para ser su esposa?

-Eso es.

-Pero... ah, lo está diciendo de broma, ¿verdad? -sonrió Camila.

Bonitos labios, pensó Lauren. Limpios, nada de carmín. Y sin colágeno. Natural. Exactamente, Camila era natural.

Una pena que tuviese que cambiarla, por suerte, sabía que Camila también le gustaban las mujeres.

-No, no estoy de broma -le dijo, mostrándole una carpeta-. Dinah Jane Hansen, mi abogada, se ha encargado de organizar todo el papeleo. Te pagaré quinientos mil dólares al año durante dos años... más los gastos. Después de eso, nos divorciaremos discretamente. Firmaremos un acuerdo de separación de bienes, naturalmente. Lo que es tuyo seguirá siendo tuyo, excluyendo los regalos que yo te haya hecho, y lo que es mío seguirá siendo mío.

Lauren sacó los documentos de la carpeta y los empujó hacia el otro lado de la mesa, pero ella no se movió.

-Puedes pedirle a tu abogado que los revise.

Camila, agarrada a los brazos de la silla, miraba los papeles como si fueran una cobra.

-¿Espera que acepte esta... proposición?

-Te pagaré un millón de dólares por no hacer nada. ¿Por qué no ibas a aceptar?

-¿Porque no lo quiero?

Un poco sorprendida, Lauren se encogió de hombros. Conocía a una docena de chicas que habrían saltado de alegría ante esa proposición, pero no eran el tipo de mujer que necesitaba.

-Yo tampoco te quiero, pero sería una unión ventajosa para las dos. Vivirías en mi ático y te compraría un coche nuevo. Quizá un Mercedes o un Volvo. Hay que dar la impresión de que queremos formar una familia.

Camila la miraba con los ojos muy abiertos.

-¿Una familia?

-No vamos a hacerla, claro, pero es parte del plan.

-¿Parte del plan? -repitió ella.

Que fuese rápida con los detalles era una de las cosas que siempre le había gustado de su contable, pero no estaba siendo muy rápida aquel día.

-La viva imagen de la felicidad doméstica: estables, maduras, pilares de la comunidad.

Ella sacudió la cabeza, atónita.

The ProposalWhere stories live. Discover now