Capítulo VIII 📚

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Un viejo amigo.

—¡Buenos días! —Su voz me despierta desubicada de la realidad, el golpe de luz por las cortinas abiertas me desorienta

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—¡Buenos días! —Su voz me despierta desubicada de la realidad, el golpe de luz por las cortinas abiertas me desorienta. Con los ojos entreabiertos lo veo de pie cerca de la ventana vestido de manera deportiva.

—¿Te han dicho que eres muy molesto? —pregunto sentándome sobre la cama y puedo sentir como el brazo de mi hermana se desliza por detrás de mí y roba mi almohada para colocarla sobre su cabeza.

—Te han dicho que treinta minutos de ejercicio al día beneficia el aumento de la densidad ósea, ayuda al desarrollo de la fuerza muscular y al control del peso corporal, así que levántense ya.

—El cielo se ve nublado, ¿no pensarás salir a correr así, verdad?

Él voltea antes de contestar. —No pensaba salir, solo ir al gimnasio, todos los hoteles tienen un gimnasio

—¿Quién haría ejercicio en vacaciones?

—Personas que cuidan de sí mismos.

Mi entrecejo se arruga— nadie hace ejercicio en vacaciones.

—¿Quieres apostarlo? —reta levantando una de sus cejas.

No sé ni porque lo pienso, cuánto estoy segura de mi respuesta. Me coloco de pie y caminó hacia él extendiendo mi mano —hecho —acepto el trato con un ligero apretón de mano. El tacto de su piel es tan suave que me provoca vergüenza.

—¿Y qué apostaremos? —pregunta tomándome por sorpresa. Los números en el elevador se encienden y apagan mientras desciende.

—N...

—Tus días —responde arrebatando mi turno de respuesta.

—¿Mis días, a qué te refieres? —cuestiono confundida.

—Debes de hacer lo que yo diga —responde con tranquilidad.

—¿Acaso eres un pervertido y no me lo dijiste ayer? —Le pregunto cruzando los brazos.

Él suelta una carcajada que me hace sentir tonta. —¿Me veo como uno? O estás tratando de reflejar sus pensamientos en mí —replica usando suciamente mis propias palabras.

—No —ruedo los ojos— eres demasiado engreído, ¿te lo han dicho?

—Mmmm... Algunas veces, pero lo entiendo, no es muy común ver a un hombre muy guapo e inteligente, pero dejemos de hablar de mí, y toca tu nariz —ordena y me deja un poco confundida y en reflejo a su petición mi dedo índice toca mi nariz—. Ves a eso me refiero.

Caminamos por todo el lugar hasta encontrar un cartel en dirección al gimnasio. Las puertas de cristal se abren de forma automática. Un ligero vistazo hacia todo el panorama lo hace perder la apuesta con inmediatez.

—Bueno, supongo que perdiste y te toca hacer lo que yo diga.

—¿Eso crees? Mira esto —dice antes de acercarse a la caminadora y empezar a caminar sobre ella.

Tarot al cuadrado © | Borrador | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora