Capitulo final: Amargo sabor

56 6 0
                                    

Ambas volvieron a sus posiciones, y Arlo se preparó para comenzar a leer en voz alta.

Las palabras estaban en un idioma que desconocía, siendo lo más probable que fuera latín por lo antiguo del libro. Por esa razón, pronunciarlas bien conllevó un gran desafío. Su voz temblaba cada cierto tiempo, reflejo del miedo que estaba sintiendo por la posibilidad de poner en peligro a su Billie, o a ella misma incluso. Mientras tanto, la pelinegra solo se encontraba sentada escuchando y observando a sus alrededores, sin realmente mostrar alguna emoción en particular. Arlo no la notaba igual de asustada que ella, pero supuso que era porque aquella situación ya no era de las peores por las que había pasado esos últimos días.

No tomó mucho tiempo para que Arlo terminara de recitar aquella página del libro, sin nada fuera de lo normal ocurriendo. Rápidamente, no queriendo esperar más tiempo para terminar con todo, agarró los fósforos y prendió uno, acercándolo a las hojas del libro, que serían la parte que prendería más rápido. El fuego comenzó a extenderse cada vez más, comiéndose el papel y la tinta, y antes de que pudiera llegar a su mano, Arlo lo dejó sobre el suelo. Tanto Billie como Arlo se quedaron observando cómo las llamas crecían hasta devorar el material de aquel objeto oscuro por completo, desintegrándolo de a poco y convirtiéndolo en cenizas. Las llamas iluminaban sus cuerpos y sus sombras bailaban en las paredes.

Cuando el fuego aminoró, y el libro estaba casi deshecho, Arlo tomó vasos con agua para intentar apagarlo. Uno tras otro, desvanecieron las llamas hasta dejar los remanentes del libro y un hilo fino de humo negro saliendo de este.

Habían terminado el ritual, pero nada había sucedido. Arlo no notaba ningún cambio particular en Billie, en ella misma o en el departamento. Todo estaba exactamente igual. Sus miradas se cruzaron, y Arlo mostró en sus facciones la confusión que sentía.

–Tal vez no terminamos de quemar el li-

Una risa proveniente de la pelinegra frente suyo no permitió que terminara de formular su teoría. La risa se volvió tan fuerte que pequeñas lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos celestes, y Billie utilizó sus manos para secarlas, terminando el momento con un suspiro y una sonrisa.

–¿No creíste que eso realmente funcionaría, verdad Arlo?

–¿C-cómo? No entiendo Bil.

–Ay querida, tu Billie hace tiempo que ya no está aquí.

El corazón de Arlo se detuvo durante unos segundos. Si lo que la persona frente suyo estaba diciendo era real, entonces ella había llegado demasiado tarde para salvar al amor de su vida y todo lo que había intentado hasta ahora no había servido para nada. Eso explicaría lo cambiada que estaba físicamente, el cómo había estado actuando y el hecho de que hubiera asesinado gente. Pero claro que esa ya no era su Billie, Arlo no podía creer que no lo hubiera pensado antes. Todo el cuerpo le dolía con solo pensar en que había estado tan cerca de salvarla y había perdido su oportunidad. Lágrimas empañaban sus ojos ante la tortura de observar su cuerpo frente a ella pero saber que su Billie ya no lo habitaba.

Arlo comenzó a dar pasos hacia atrás inconscientemente, poniendo distancia entre ambas. Era demasiado el dolor de hablar con el dueño de todas sus miserias.

–¿Qué hiciste con Billie?

–Bueno, eso depende de a qué parte de ella te refieras -rió la pelinegra. Las llamas de las velas comenzaron a moverse mientras la muchacha se incorporaba del suelo-. Su cuerpo está aquí, descomponiéndose de a poco frente a tus ojos. Su alma, en cambio, aquella tan pura e inocente que alguna vez conociste, está esperándote en el infierno con ansias.

–No... -susurró Arlo, sin querer creer lo que estaba escuchando.

–Por supuesto que sí. No te imaginas cómo gritó por ayuda, suplicándome que no la lastimara y la dejara ir.

Las llamas se comenzaron a descontrolar mientras el cuerpo de Billie daba un paso fuera del círculo de velas, demostrando su inutilidad.

–Basta por favor –lágrimas se deslizaban sin detenerse por sus mejillas, su corazón rompiéndose cada segundo un poco más. Ya no podía moverse, sus piernas no le permitían ir más allá.

–¿Quieres saber cuál fue mi parte favorita, Arlo? Ver la expresión de dolor en su rostro cuando estrujé su corazón entre mis dedos y la sangre en su boca comenzó a ahogarla.

–¡Basta!

–¡Pero si todavía no te he dicho lo mejor! ¡Dio su vida pensando que así estaba salvándote!– la pelinegra estalló en carcajadas acercándose cada vez más a Arlo– Me hizo prometerle que no te haría daño, e incluso todavía tenía esperanzas de que alguien la salvara cuando la atrapé. Una idiota si me preguntas.

–Eres un monstruo, ¡Billie no había hecho nada! ¡De quienes deberías haberte vengado era de las bestias que le hicieron esto!

–Oh pero lo hice, y Billie aquí me ayudó. Todas sus almas arderán por la eternidad, de eso puedes quedarte tranquila –Billie detuvo sus pasos a unos centímetros del cuerpo de Arlo–. Y ahora es tu turno.

Todas las velas que habían encendido para el ritual y habían estado actuando descontroladas se apagaron de un momento a otro, dejándolas con la única fuente de luz de la luna. Arlo estaba a su merced, pero no pensaba huir. Tenía miedo, pero si tenía que morir lo haría, porque la vida no era vida si Billie no estaba en ella. No quería existir en un mundo en el que su presencia no le alegrara sus días. Incluso si su destino fuese el sufrimiento eterno, valdría la pena si su rubia la acompañaba.

Con su visión un poco más acostumbrada a la tenue luz, Arlo pudo observar por el rabillo del ojo como toda clase de elementos punzantes comenzaron a flotar en distintos sitios del departamento. Probablemente aquellos que no había encontrado cuando entró. Una de las tijeras voló desde detrás del sillón hacia la mano extendida de Billie. El resto, voló hacia el tenso cuerpo de Arlo.

El dolor se irradió desde su espalda hacia el resto de sus extremidades en un segundo cuando aquellos objetos que no podía ver se insertaron en su piel. Fue tanto el daño, que sus piernas perdieron fuerza y la dejaron caer, llegando a sostenerse por reflejo al cuerpo de Billie. Arlo sabía que aquella ya no era su Billie, pero quería olvidar todo por unos minutos e imaginarse que sí lo era, para que los ojos de su amada fueran lo último que viera antes de partir.

Lamentablemente, el ser dentro de Billie no pensaba dejarla morir sin sufrir un poco más. Arlo cayó al suelo de un golpe cuando Billie separó sus brazos de ella y dio un paso hacia atrás, alargando la distancia. La pelirroja quedó acostada en el suelo boca abajo, respirando con dificultad mientras se desangraba y observaba la figura de quien había sido el amor de su vida sonreír ante su desdicha.

–Fue un placer haberte conocido Arlo, te esperamos abajo –Y con eso, Billie levantó las tijeras y realizó un profundo corte en su cuello, de izquierda a derecha.

Un humo negruzco comenzó a salir de la herida de la pelinegra, esparciéndose por el aire hasta desaparecer. Su cuerpo, ahora ya sin nadie que lo controlara, cayó con todo su peso al lado de Arlo.

Billie ya no estaba con ella, ni en cuerpo ni en alma.

Arlo sentía un dolor en el pecho enorme, que eclipsaba el de sus heridas mortales, y era producto de lo que acaba de ser testigo. Aquella ya no era su Billie, pero aún así era su cuerpo, y ver como resultaba lastimado la destrozaba, principalmente porque estaba tan cerca de ella, pero se sentía tan lejos de poder ayudarla ahora.

Lo único que pudo hacer por el recuerdo de su Billie fue cerrarle los ojos, permitiéndole descansar en paz.

Sus párpados quedaron manchados de la sangre de Arlo, que en esos pocos minutos las había rodeado a ambas en el suelo. 

En un último esfuerzo por mantenerse despierta, Arlo extendió su mano hasta poder tomar la de Billie y entrecruzar sus dedos.

Con su mano entre las suyas, Arlo pudo cerrar sus ojos y dejarse ir.

Antes de vernos caer//b.eWhere stories live. Discover now