Capítulo 5: Tiempo como arena en sus manos

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Arlo había descubierto que el gato de su vecina se llamaba Bigotes. Parte de su rutina era darle de comer a Bigotes por las mañanas cuando éste arañaba su puerta de entrada. No era realmente una obligación, sino más bien algo que había comenzado por gusto y que ahora lo más probable es que no dejara de hacer nunca ya que el gato se había acostumbrado, y ella de cierta forma también.

En eso se encontraba cuando escuchó la puerta de su baño abrirse y los pasos de Billie acercándose.

Hace media hora, cuando vio a la rubia correr hacia al baño espantada, no pensó en otra cosa que no fuera seguirla para asegurarse de su bienestar, pero Billie le había cerrado la puerta en la cara y se había negado a salir a pesar de sus constantes súplicas. Así que no le quedó de otra que esperar afuera con el desayuno que había preparado, expectante de lo que saldría de su boca cuando le preguntara qué estaba sucediendo. O eso era lo que estaba haciendo hasta que Bigotes la interrumpió.

–No sabía que tenías un gato –la voz de la rubia la hizo girarse y observarla. Billie estaba de pie cerca de la mesa mirando a todos lados menos al rostro de la pelirroja, como si estuviera avergonzada.

–No es mío, solo se roba legalmente mi comida –aclaró Arlo. El comentario le sacó una sonrisa a Billie e hizo que relajara sus hombros.

Con pasos tímidos Arlo se acercó a ella, y le preguntó si podía abrazarla. Arlo se moría por abrazarla, pero tenía miedo de que con las cosas que le habían sucedido tal vez ella quisiera un poco de distancia. Su intención era protegerla, y si el contacto le producía incomodidad, no pensaba insistir.

Para sorpresa de ella, la rubia asintió y se lanzó a sus brazos. Decir que su piel estaba fría era una subestimación; estaba helada. Lo extraño era que las estufas estaban prendidas y aquel día estaba muy lejos de ser el más frío del año, pero tal vez Billie era más sensible a la temperatura que ella. No le dio mucha más importancia a ese pensamiento y, abrazando con fuerza a la chica de menor estatura frente a ella, se hizo una nota mental de ofrecerle más abrigo luego del desayuno.

Para cuando finalmente se sentaron a comer en la mesa, las bebidas y las tostadas ya se habían enfriado y el reloj marcaba las diez y media de la mañana. Desayunaron en silencio, Billie dirigiendo toda su atención a su plato y Arlo observándola a ella de vez en cuando.

–Creo que me estoy volviendo loca Lo –murmuró Billie todavía mirando a su plato.

–¿Qué? No, ¿por qué lo dices? –con la comida ya olvidada, Arlo dejó sus cubiertos a un lado para centrarse completamente en Billie.

–Porque hay algo que está muy mal conmigo, y creo que lo mejor sería que te mantuvieras alejada de mí por ahora.

Esas palabras la dejaron con la respiración atorada en la garganta. No le gustaba en absoluto la forma en la que Billie se estaba refiriendo sobre ella misma, y muchísimo menos le agradaba la distancia que estaba insinuando.

–Escucha B, entiendo que lo que está pasando te asuste, yo también tengo miedo, pero eso no significa que estés loca ni que haya algo mal cont-

–No –Billie se giró totalmente en su silla para enfrentarla y clavó su mirada en ella. Sus ojos azules más claros y su piel más pálida que de costumbre resaltaban el morado de su cuello–. No lo entiendes. Algo pasó ayer a la noche, algo muy malo, y no creo que haya terminado cuando me encontraste.

–¿Qué fue lo que sucedió Bil? –susurró Arlo, casi con miedo de escuchar la respuesta que tanto había esperado.

–Me drogaron, estoy casi segura. No sé con qué, no sé exactamente en qué momento, solo sé que no tomé nada que pudiera haberme hecho perder el control de mi cuerpo como sucedió. No me podía mover, Lo. Ni siquiera recuerdo mucho –suspiró pesadamente. En los ojos de Arlo, la rubia parecía tener todo el peso del mundo sobre sus hombros mientras hablaba. Lo hacía en voz baja, tartamudeando cada ciertas palabras y con la mirada perdida en sus manos. Para intentar reconfortarla y hacerle saber que escuchaba, la pelirroja tomó sus manos entre las suyas y les dio un apretón, haciendo que Billie levantara la mirada y la fijara en ella.

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