La llamada de Cthulhu

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No le di importancia y ella llevó el diario a casa. Mientras preparábamos la cena se lo enseñó a mi tía. Ella tampoco pudo leerlo, Tania insistía en que el diario estaba en español, incluso señaló una "A", pero solo se veía una extraña floritura. Echa una fiera se fue a su habitación, que era también mi habitación.

Luego de unas horas yo estaba tumbada en la cama, texteando con mi papá. Él tenía acceso a internet los viernes a la noche. Tania leía en la cama inferior cuando ellos entraron.

La puerta se abrió emitiendo un rechinido agudo y tétrico. Primero entró el hombre más alto y delgado que había visto en mi vida. Su sonrisa era fría y caminaba como si se deslizara.

Eran cuatro personas. Un padre. Una madre. Dos hermanitas. Todos vestidos con galas negras.

Chillamos por tía Maria, pero por más poderosa que fuera nuestra llamada ella no acudió. Quisimos huir, pero las niñas nos bloquearon el paso. El matrimonio nos tranquilizó tomándonos de los hombros y llevándonos a las camas, advirtiendo que no nos harían daño.

—Su tía está dormida —dijo la señora y agitó un pañuelo blanco que apestaba a alcohol—. Queríamos mayor privacidad, para hablar con la elegida.

Tenía la voz rasposa y baja, susurraba al hablar, como si tuviera anginas:

—¿La elegida? —preguntó Tania mientras se incorporaba en su cama.

—Así es, la elegida para despertar a Cthulhu, esperando, esperando por tantos años en la ciudad de R'lyeh.

—¡Fuera de mi casa! —chillé y desbloqueé el teléfono para llamar a la policía.

—¿Eso... es real? —Tania abrazó el diario.

Todos sonrieron de forma coordinada y asintieron desesperados, pero la única que continuó hablando fue la mujer.

—Sí, sí, nosotros somos sus siervos. Sus adoradores. Dejamos los santos escritos de Cthulhu en bibliotecas, asilos o escuelas y los monitoreamos con la esperanza de que algún día eligiera al indicado para despertarlo. Eso significa que está casi listo.

—Pero... por qué lo despertaría —Tania arrugó el entrecejo—Es... Es malvado. Cuando sea despertado él va a destruir el mundo.

La señora mostró angustia en su rostro, como si estuviera a punto de llorar, se sentó a su lado y la abrazó.

—No, tesoro, no, no.

Las niñas y el hombre sacaron botellones de agua que tenían escondidos en los pliegues de la ropa. En lugar de beber, comenzaron a mojar el suelo. Apretaron los botellones y regaron el piso mientras la señora hablaba:

—Él sí destruye, pero no romperá todo el mundo, de otro modo para qué lo adoraríamos —soltó una risa nerviosa y débil—. Él purgará las cosas, las limpiará. Él caos es bastante complicado, pero es hermoso, es energético, es vida ¿O acaso crees que los mejores inventos aparecieron cuando había orden? ¿La luna se formó en orden? No, era un meteoro que choco con la tierra ¿Los humanos descubrieron el fuego porque todo sucedía en armonía? ¡No! Se los trajo una tormenta, se los regaló el caos y la destrucción. Los derechos humanos se crearon luego de guerras y niños ahogados en gas. Todo el dolor, todo el caos destruye, pero trae algo mejor. Si Cthulhu hubiera sido liberado antes probablemente tu vida sería mucho mejor.

Tania meneó la cabeza.

—El orden es positivo y negativo, Yin y yang, bondad y maldad, en su justa medida, vida y... muerte —continuó—. El caos es descontrol. No le gustan las medidas justas.

—El caos es muerte.

—O vida —susurró y le ofreció la mano.

—¿Por qué Cthulhu me quiere a mí?

La mujer sonrió y señaló el suelo. El resto de la tétrica familia había creado un charco.

—¿Por qué no se lo preguntas?

Estaban formados en fila, enfrentados al agua.

—Sé que sientes su llamada —dijo la mujer—. Incluso antes de leer ese diario. Sientes todo ese dolor. Ese caos pidiendo explicación, razón de ser, una justificación para su existencia. Ven. Te llama. Responde.

Recuperé el control de mi cuerpo.

—Tania, llama a la policía —le arrojé el móvil a Tania y ella lo cogió con los ojos cerrados.

Bajé de la cama y enarbolé lo primero que encontré: una raqueta. Golpeé a la mujer de lleno en la mejilla, empujé a la primera niña que se abalanzó y le encesté un raquetazo a la segunda. El hombre me sujetó de los brazos y me alzó del suelo. Pateé como pude. Mis piernas treparon por la pared, le dieron una patada a otra niña y finalmente aterrizaron en el suelo. El hombre me sujeto bien fuerte. No podía moverme.

—¡Suéltenme, Tania ya llamó! ¡Ya viene la policía! —miré a Tania— ¡La policía ya...!

Ella no había marcado, había dejado el móvil en la cama. Caminaba con tranquilidad hacia el charco de agua que brillaba de forma fantasmagórica.

Los siguientes eventos ocurrieron tan rápido que las conexiones de mi cerebro eran más lentas que los sucesos. Tania y los desconocidos se hundieron en el charco como si se zambulleran en el océano. Me arrojé de bruces al extraño líquido. Lo atravesé como si fuese un telón.

Caí empapada sobre una pasarela. El suelo era de roca cuarteada y seca. Había viejas enredaderas marchitas y nudosas, que no habían recibido luz en años, reptando por el suelo. La oscuridad era absoluta. El cielo era un abismo negro donde vi flotando monstruos indescriptibles. Lo más parecido era un pez. Me encontraba... bajo el agua. Tras mi espalda veía la vieja estructura de una ciudad antigua pero no primitiva. Se veía más avanzada de la mía, repleta de carreteras y extrañas arquitecturas.

Estaría a ciegas si no fuera por la bruma verde a final de la pasarela: a tres kilómetros de distancia. Era tan grande como una costa. Emitía el ruido de olas, pero estaba quieta, las nubes de electricidad y el fulgor me recordaba a una explosión en pausa.

No.

Era la luz. Esa luz.

Era tan hermosa y tentadora. Era...

—¡Tania no, esa cosa nos destruirá a todos!

Me levanté del suelo.

La pasarela estaba repleta de personas vestidas de negro. Eran cientos. Miles que se prolongaban en filas tumultuosas hasta la bruma. Cuando nos vieron varios aplaudieron, rieron, saltaron regocijados y cantaron extraños canticos.

Tania caminaba con la familia. Di un paso, pero avancé mil. La distancia no tenía sentido. Era como si la luz se acercara conmigo. Cuando alcancé a Tania ya estábamos frente a la bruma y había dado tan solo tres pasos. La mujer empezó a chillar desenfrenada.

—Tania, no.

Ella estiró la mano a la bruma que se activó, sacudió y chispeó. La gente gritó como hienas.

La bruma fue hendida por una criatura... inexplicable.

—¡Tania!

No.

Yo...

Ella...

Tenía razón. 




Relato para el concurso de @SurrealismoEs 

(Este no gano nada, pero siendo sinceros los finales abiertos son un horror, de todos modos fue divertido participar) ¡Saludos!

Les traigo concursosWhere stories live. Discover now