CAPÍTULO 4, PARTE UNO

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Ella frunció ceño, mirándolo con incredulidad. Y honestamente yo estaba igual de confundida.

— ¿Estás drogado?—Acusa de mala gana.

Atlas alza una ceja, sin entender la pregunta. Me inclino aún sentada hacia su dirección, poniendo mis codos en mis rodillas.

—Tú te hiciste pasar por nuestra amiga y nos delataste con Liayh, por tu culpa me reclutaron para alianza.

—Lo de mi hermano lo agradezco, era un imbécil. Y gracias a mí te hiciste millonaria como guardiana—Dice. —Pero llevaba diez años con Elisabeth, maldita hija de puta.

—Y me tomo cinco minutos desvestirla.

—Chicas, chicas, tranquilas—Atlas interfiere con una sonrisa. —La información que tenemos es mucho más importante y causara pánico en la alianza. Así que te conviene ser un amor con nosotros, Shan, como Elisabeth lo fue con Amina.

Ambos nos reímos. Mika nos miró con un profundo odio, y nos tornamos serios. Me recuesto en el sofá, con los brazos cruzados, mientras que Atlas intenta persuadirla.

—Nos dijeron que John Magnois, el jefe del tratado triqueta está confabulado con Diana Eckvan—Explica Atlas.

—Eckvan es una leyenda urbana.—Frunció sus labios. —No les creo.

Al desviar mi atención de la conversación, noto algo raro, mis instintos se pone en alerta. Dirijo mi vista al armario junto a nosotros, y logro escuchar un latido de un corazón ajeno a los tres.

—No, Mikaela, ella es real, tan real que da miedo.

—¿Y por qué quieren irse a meter a un lugar lleno de brujos y demonios?

Enderezo mi postura, y eso llama la atención de Mikaela.

—¿Quién está en el armario?—Le pregunto.

—¿Disculpa?—Se hace la confundida.

—¿A quién escondes en el armario?—Repito lentamente.

Su rostro palidece, y su pulso se acelera. Atlas me mira confundido, pero pronto escucha esa cuarta respiración, nerviosa e inquieta.

—A nadie.—Masculla, pero se retractó al ver mi cara —Es mi novia, la escondí de ti, como tienes la necesidad patológica de robarte mujeres ajenas... Ujum, luna suprema.

Entre cierro mis ojos.

—¿Y tú como sabes eso?

Aprieta la mandíbula, sabiendo que la cagó. Intenta detenerme cuando voy al armario, pero Atlas la inmoviliza. Abro la puerta bruscamente, y al instante me topo con unos hermosos y aterrados ojos azules.

Sonreí.

—Diosa, mi día cada vez se pone mejor—Doy un paso dentro del armario.

Giselle se muerde el labio en estado crítico de pánico, a punto de un ataque cardiaco.

—Sé que estás enojada, furiosa por Diana—Comienza decir con lentitud. —Pero yo no podía hacer nada.

Trata de protegerse con un abrigo de piel negro, y lo balancea en aire para que yo no me acerque. Al ver que no funcionaba, comienza a tirarme cosas que esquivo con facilidad.

—Amina, te juro que yo no tuve nada que ver con la muerte de Diana Ayleen, todo fue culpa de Ziah... Piedad ¡No!—Asegura. Jalo uno de sus mechones rubios con intenciones de arrancárselo —¡Ay, mi cabello, animal! ¡Salvaje!

Logra escapar del armario. Toma la ballesta y dispara, sin embargo su nerviosismo recae en su puntería, y le cae Atlas en la mano.

—¡No me jodas! ¡Otra vez! —Grita con indignación y dolor.

Sword Onyx [3]Where stories live. Discover now