Se acercó a él con pasos lentos que podrían resultar tímidos si su padre no la conociera. Podía notar el enojo en sus labios fruncidos. En la manera que evitaba su mirada y se concentraba en cada paso que daba. Daryl dejó las flechas que preparaba a un lado y esperó a que Octavia se detuviera enfrente suyo y se dignara a hablar.

—No quiero que vayas —admitió en voz queda.

—Estaré bien, O. Lo sabes.

—¿Puedo ir contigo?

Daryl soltó un suspiro cuando lo observó con aquellos grandes ojos celestes recubiertos por largas pestañas. Suspiró porque Octavia sabía malditamente bien que aquella mirada era suficiente para que él accediera a lo que le pidiera. Pero esta vez no podía permitirle que fuera con él. No cuando hacerlo solo la ponía en peligro. Y, a decir verdad, odiaba decirle que no.

—No esta vez, O. Tal vez la próxima.

Octavia desvió su mirada a un lado, más allá de los árboles. Más allá de todo lo que pudiera abarcar su vista. Porque nada importaba cuando lo único que quería ver era el estado de la ciudad. Si lo decía en voz alta solo dirían que era el deseo de una niña ingenua que realmente no sabía lo que estaba diciendo. Pero lo sabía. Tenía curiosidad. ¿Qué había pasado con las ciudades ahora que todos los vivos las habían abandonado? ¿Cómo se veían las calles desiertas? ¿Los edificios ya se encontraban en decadencia? ¿Y qué había de los sitios donde habían caído las bombas?

—Mientes. Tampoco iré contigo la próxima.

—Oye, dije que tal vez la próxima vez podría considerarlo.

Octavia negó con su cabeza mientras retrocedía. Tampoco lo consideraría. Era una niña atrapada en un mundo que ya ni siquiera le pertenecía a los adultos. No había lugar para ella allí. Las lágrimas retenidas hicieron arder sus ojos y su garganta e hizo todo el esfuerzo posible para no dejarlas caer. Solo empeoraría la situación. Solo la harían parecer la niña que todos creían que era. Y tenía que demostrarles lo contrario.

—Pero no lo harás. Como sea.

Comenzó a alejarse a zancadas e ignoró los llamados de su padre. Podía sentir las uñas mal cortadas clavarse en las palmas de sus manos. La opresión en el pecho por no largar el sollozo atorado. Pero ya no podía comportarse como una niña.

—Octavia, no me ignores.

Daryl la alcanzó y tomó su hombro con una mano. Pero ella solo se la sacudió de encima. Porque si se daba la vuelta y lo veía, temía largarse a llorar.

—De acuerdo, como quieras. Yo me largo.

Octavia dió dos pasos más y entonces se detuvo. Giró sobre sus talones con la intención de despedirse, de darle un último abrazo y hacerle prometer que volvería sano y salvo. Pero Daryl ya se alejaba y hacia el camión y la verdad era que no podía permitir que marchara creyendo que estaba enojada con él. Porque no lo estaba y no estaba segura de que fuera una posibilidad.

—Espera.

Daryl se detuvo y Octavia corrió hacia él. Cuando el hombre terminó de girar, la niña se abalanzó sobre él y estuvo a punto de perder el equilibrio. Pero se plantó sobre sus pies y la abrazó por los hombros. Sus labios se alzaron de manera imperceptible en una sonrisa.

—Promete que volverás.

—Volveré, O. Lo prometo. Siempre volveré.

Y Octavia le creyó. Porque aquel era su padre y si no volvía no sabría que hacer consigo misma.























decay ━━ daryl dixonWhere stories live. Discover now