Encontré un pequeño banco, cerca de una especie de fuente, que era prácticamente una escultura de una señora con una canasta de uvas en la cabeza. Muy original.

Aproveche que por allí casi no habían personas, uno o dos niños saltando y salpicando agua en la mencionada fuente. Al pegar mi trasero en el asiento, solté un suspiro de alivio. No porque estuviera cansada, sino porque ya quería salirme del tumulto de gente. Creo que soy lo que las personas llaman "introvertida". Me siento mucho mejor estando solita en un lugar donde puedo respirar aire puro, que rodeada de seres que no conozco, y que tampoco me interesa conocer.

—Quiero vivir sola en una montaña, alejada de todo, de todos. Alejada de la maldita humanidad. ¿Es mucho pedir?— exclamé a la nada intentando aliviar mi estrés.

—¿Y entonces de que vivirás?

Me giré rápidamente al escuchar aquella voz grave cargada de sarcasmo. Aquellos ojos negros que buscaba hace días en sueños, me dijeron hola sin necesidad de hablar. Aun no me acostumbraba a ver sonreír al cazador de vampiros que tanto me odia, o me odiaba.

La verdad ya ni sabía.

Traía sus rizos peinados elegantemente hacia atrás, tal vez usó algunos ganchos. Vestía como la mayoría de los pueblerinos aquel día, con unos pantalones un tanto rotos, y una camisa abotonada de cuadros, simulando los atuendos del viejo oeste.

—Te estoy hablando —volvió a decirme y salí del pequeño trance en que me había metido—. ¿Porqué siempre te quedas medio en blanco cuando te hablo?

—¿En blanco? —le reproché—. Tu me ignoras cada vez que me acerco a tí.

—No es cierto —se cruzó de brazos, mientras tomó asiento junto a mí en el banco.

Estaba muy cerca.

—Yo no te ignoro.

—Si lo haces, te recuerdo que antes ni me mirabas a los ojos.

—Si, antes —dijo enfurruñado—. Pero ahora no. Ahora te estoy mirando.

—Si, porque traigo las lentillas.

Se quedó en silencio mientras me seguía mirando. Luego soltó una carcajada, mientras se sostenía el estómago.

Tenía una risa bastante graciosa. Parecía que le estaba dando un ataque de taquicardia. Cualquiera pensaría al verlo, que ni siquiera contaba con la capacidad de sonreír. Pero ahora definitivamente me estaba dando cuenta, de que todo era pura fachada. ¿O no? Francamente no sabía que pensar.

Estaba tan confusa.

No pude evitar unirme un poco a sus risas, pero aun sin entender que le causaba tanta gracia.

—¿De que te ríes, idiota? —le insistí, aun entre risas entrecortadas.

—E-es que —paró de reír—. Me causa gracia que siendo un ser tan peligroso, seas tan tonta.

—¿Disculpa? —le dije sintiendo mis mejillas calentarse de la vergüenza.

—Perdonada.

—Si serás cabrón —no pude evitar reírme de nuevo, siendo seguida por él.

A todo esto, debería preguntarle por fin por el tema de los caníbales. Pero se me pasó completamente de la cabeza cuando lo vi.

—¿Porqué desapareciste del mapa? Estaba preocupada.

—Vaya. ¿Te preocupaste por mí? —su sonrisa se volvió juguetona, y nuevamente mis mejillas entraron en calor, pero por otro sentimiento esta vez.

WitchbloodWhere stories live. Discover now