-Además, están venga a discutir. Lucas se cree que ella es de su propiedad y se cabrea cada vez que pasa algo así -añadió Violeta-. No te jode, si quiere que ella no se acerque a ningún tío que al menos le de una razón. Y que no sea tan cobarde.


-Bueno, pero Viole, sabes cómo es Lucas de tímido para esas cosas -dijo Laura.


-Ya -suspiró Violeta -. Por cierto, Lucía, ¿la sangre italiana buena? -dijo mirándome con cara de pilla.


-Uhm. Bastante buena, sí -farfullé mientras enrojecía hasta las orejas.


Laura y Violeta se echaron a reír, y no tuve más remedio que reírme con ellas. De repente, una sombra me oscureció la vista.


-¿Qué es lo que está bastante buena?


Maldije por lo bajo mientras Laura y Violeta se reían aún más fuerte.


-Yo, por supuesto -respondió Miriam llegando hasta nosotros.


Articulé un gracias y me giré hacia Giorgio.


-¿Qué haces aquí?


-He venido a molestar un rato -respondió él.


Sonreí un poco, mirando al suelo.


-¿Vienes a dar un paseo? -me susurró él al oído.


Asentí, cogiendo la mano que me tendía.


* * *


-Y así fue cómo rompí la mampara -terminé de contar.


Giorgio se rió con ganas. La verdad es que nunca olvidaría esa historia, ni otras muchas paridas que me han llegado a pasar.


Tirité un poco cuando empezó a soplar el viento, cosa que él advirtió. Se quitó la camiseta y me la pasó, dejando su abdomen descubierto. Se notaba que lo trabajaba bastante.


-¿No tendrás frío? -pregunté enarcando una ceja.


-Qué va, soy todo un macho.


Me empecé a reír, y así fue hasta el final del paseo. Una hora más tarde volvíamos a las toallas, donde estaban mis amigos sentados. Ya habían salido todos del agua, se ve que hasta en Valencia a partir de las seis empieza a refrescar.


-Yo me voy a casa ahora, que todavía tengo que deshacer lo que me queda de la maleta, ¿vale? -me dijo Giorgio.


-Vale -le sonreí-. Ah, tu camiseta -me acordé y empecé a quitármela.


-Quédatela -sonrió de lado-. A ti te queda mejor.


Me reí y puse los ojos en blanco. Giorgio se despidió con un "hasta luego" seguido de un beso. Cuando miré a mis amigos, todos se me habían quedado mirando.


-Oh, por favor, podríais disimular un poco más -me quejé.


Ellos sonrieron culpables.


-Lo siento, nunca he podido ver a mi primo tan cariñoso y tenía que aprovechar -se explicó Miriam.


Le saqué la lengua, y pregunté qué estaban haciendo. Ellos me explicaron al juego que estaban jugando, y me uní a ellos.


Alas nueve y media volví a casa para cenar, y luego vi una película con mis padres y mis hermanos. Después de ver la película, iba a ir directa a la cama, pero mi madre me retuvo.


-Espera, Luci, tenía que decirte algo.


Mi cerebro empezó a desarrollar paranoias extrañas sobre cosas que podría haber hecho mal y empecé a buscar excusas para salvarme de lo que fuera a decirme.


-Era una sorpresa, pero ya queda muy poco para las vacaciones de Semana Santa y tendrías que saberlo.


¿Eh?


-¿Qué pasa con las vacaciones?


Mi madre sonrió.


-Vienen Edurne y Ane a casa.


-¿¡Que viene quién!?


-¿No quieres que vengan? -me preguntó con un gesto de preocupación.


-¡Claro que sí! ¡Es genial!


Y tras darle las gracias a mi madre unas mil veces, subí corriendo a mi habitación y cogí el móvil. Envié un mensaje al grupo de WhatsApp que teníamos las tres mientras encendía el portátil


Skype triple. Ya mismo.


No habían pasado ni treinta segundos cuando la pantalla del portátil se encendió avisándome de que tenía una llamada en Skype. Me senté en la cama con la espalda pegada a la pared y contesté a la llamada.


-¡Chaaaaampiiiii! -un coro de voces me sobresaltó desde la pantalla.


Estaban todos mis amigos en casa de Edurne, haciendo el subnormal delante de la cámara. Casi me pongo a llorar de la emoción.


Estuvimos hablando muchísimo tiempo. Me explicaron que ellos habían querido venir todos, pero que no les habían dejado. Al final, las madres de Ane y de Edurne hablaron con mis padres y consiguieron carta blanca para pasar conmigo unos días en Semana Santa.


No hace falta decir que ese día me dormí con una gran sonrisa en la cara.

Ni lo piensesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora