3- cosas rotas

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Ese día Haganezuka estaba más molesto que de costumbre, estaba en su taller y Hanae solo escuchaba las maldiciones desde afuera,  no sabía si entrar o que, mejor decidió irse. Iría al taller de su padre y practicaría alguna técnica que había en el libro familiar en aquel idioma antiguo que ella aún no comprendía bien.

— Tecchikawahara- Chan, únete a nosotras hoy. — le pidió una chica de su edad, vivía a dos casas de la suya y aunque sabía su nombre no lo recordaba correctamente. Ella solían recoger frutas y por las canastas en sus manos era claro que eso harían. A su lado estaba otra que también conocía y su mayor atributo era su llamativo pelo de color rojo.

— Claro. — contestó y caminó con ellas

— ¿como vas con tus espadas?

— ¡Estoy avanzando! ¿Como van con eso de ser esposas? — preguntó ya que ambas se habían casado unos meses atrás. Ambas sonrieron.

— ¡genial! Mi esposo también avanza mucho con su entrenamiento para ser herrero.

— El mío igual.

— Que bueno.

Hanae se alegraba genuinamente por ellas, recordaba que solían jugar juntas y ellas querían ser cazadoras de demonios, luego descubrieron que no tenían talento para aprender alguna respiración y decidieron casarse en la aldea para seguir dejando desendencia. Era algo muy valioso.

— ¿Aún no has podido romper tu compromiso? — preguntó la más alta, aquello descoloco a la rubia pero siguió colocando bayas en una canasta.

— ¿Romperlo?

— Si, como aún no se casan y hace dos años que pudieron haberlo hecho. Espero que puedas romperlo.

— ¡yo igual! Que triste estar atada a ese hombre gruñón.

Las dos chicas la estaban empezando a irritar, quería hacerlas tragar sus palabras de dos golpes a cada una, ¿quien les había dicho algo de romper su compromiso? Eso era algo que a ella jamás le había externado a nadie, ni siquiera cuando se lo decía a Hotaru había personas cercas que pudiesen esparcir el rumor, eso jamás le pasó por la mente ni un solo instante.

— Dejen de llamarlo así.

— Siempre lo llamas así. — se defendió la que tenía el cabello rojo.

— Yo puedo llamarle como quiera, va a ser mi esposo. Atiendan sus asuntos.

— lo siento Tecchikawahara-san. — empezó a hablar la más alta. — es solo que el de verdad es gruñón, parece un calvario casarse con el.

— Es un herrero dedicado y talentoso, también es un hombre hecho y derecho. Creo que eso es mejor que casarse con un idiota que fue obligado sólo por el deber y porque no tienen suficiente talento de crear una espada que no se rompa con un golpe.

Hanae estaba de espaldas pero pudo escuchar las pisadas de alba irse. Estaba furiosa. Solo ella podía insultar a Hotaru. Lo insultaba muy consiente de que tenía más virtudes que defectos.

Ahora estaba furiosa con esas dos imbeciles. Tomó las canastas y las llevó a la cocina del pueblo. Entre buscar más frutas ya el sol se estaba poniendo, iba a cenar a casa pero vio que el taller de Haganezuka tenía el fuego encendido asi que decidió entrar. Ahí estaba el, sudado y sin su máscara con el ceño fruncido. Afilando un cuchillo.

— ¿Madre te pidió eso?

—No, estos son míos. —Hanae estaba confundida, no entendía para que estaba afilando cuchillos, por lo visto ese era el último ya que a su izquierda había tres más que estaban claramente muy afilados.

También vio la caja rectangular y fue a abrirla, encontró una hermosa Katana.

— ¿Tienes un cliente nuevo?

— No, Kamado Tanjiro rompió mi Katana en dos ¡En dos! Voy a ir a matarlo y luego le entregaré la nueva.

Hanae soltó una carcajada.

— Hiciste una Katana deficiente.

— Quizás deba matarte a ti primero.

Haganezuka la miraba fijamente y ella estaba nerviosa por esa mirada de rabia. Por suerte ella no había provocado eso.

— Eres muy molesto. — comentó Hanae colocándose su máscara de lado.

— niña boba. Jamás entenderás la importancia de una Katana. — Hanae todo los ojos, otra vez estaba ahí con su voz de viejo.

— Lo que tú digas.

Iba a salir de ahí, no tenía ganas de discutir con el en ese momento, las molestas mujeres la habían agotado mentalmente y la habían hecho pensar muchas cosas molestas. Junto en la puerta Hahanezuka la tomó de la muñeca y la regresó.

— A mi no me des la espalda, eres muy insolente Hanae.

— ¡eres un viejo muy gruñón!

Otra vez estaban muy cerca, frente a frente y muy molestos. Por desgracia ninguno de los dos tenía cuchillos cerca. Hanae tuvo recuerdos fugaces de aquella noche en las termales y de vez en cuando miraba sus labios.

— ¡Eres imposible! — lo quería besar. — intentó ser civilizado contigo y esta es tu respuesta.

Entonces Lo besó.

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Matrimonio arreglado - Haganezuka Hotaru KNYTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang