2- Dango

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Wow.

Era todo lo que podría definir lo que había pasado, es más, ni siquiera eso lo podría definir de alguna manera, se habían besado.

Hotaru Haganezuka la besó.

Y mucho.

Tarde o temprano iba a pasar. Iban a casarse en algún momento de sus vidas, claro que llegarían a besarse, pero cuando se amaran, no así, tan dramático, tan extraño.

Ni siquiera lo había superado aún.

— ¡ten cuidado con esos cuchillos! — habló su madre haciendo que saliera de su ensoñación, era como si aún podía sentir los labios de Haganezuka sobre los suyos. Miró sus manos y había rojo.

— Mierda...

— Hija, debes tener cuidado. — le reprochó mientras presionaba la herida, Hanae sólo soportaba el dolor. En su interior ella misma se estaba reprochando por pensar más de lo debido en ese viejo mugroso.

— Madre, yo solo sirvo para forjar espadas.

— Debes aprender estas cosas, para que seas una esposa dedicada.

— No quiero ser una esposa, dudo que nos casemos. — lo último lo dijo en voz baja, su madre, Fumiko. Solo sonrió.

— ¿Tienes alguna prisa?

— ¿Q-que? No, no, no. Claro que no. No es eso, no me mires de esa forma. Yo, yo solo quiero forjar espadas y ser tan buena como papá.

No solo su madre sino que las dos señoras que estaban ahí con ella soltaron varias carcajadas por los nervios de la más joven.

Mientras tanto, en una mina cercana estaba Haganezuka con un par de herreros más, buscaban algunos minerales ya que gracias a que los demonios estaban apareciendo más, los cazadores necesitaban nuevas espadas por el uso excesivo que les daban

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Mientras tanto, en una mina cercana estaba Haganezuka con un par de herreros más, buscaban algunos minerales ya que gracias a que los demonios estaban apareciendo más, los cazadores necesitaban nuevas espadas por el uso excesivo que les daban.

— Ya cierren la boca. — Murmuró Haganezuka y dejó caer el pico nuevamente, ya casi terminaba su parte pero los otros dos imbeciles insistían en molestarlo.

— ¡Haganezuka-san! Eres muy tonto, yo en tu lugar ya me había casado con la señorita Hanae. Es la mujer más hermosa de la aldea. — Volvió a repetir uno de ellos, el ya estaba casado y siempre que tenía la oportunidad hablaba de la belleza de Hanae.

— ¡Igual yo! Ya tendríamos desendencia, muchos hijos hermosos como su madre.

Oh.

Eso si que no.

Ella iba a ser su esposa en algún momento y ninguno de ellos tenía que fantasear ni siquiera con escuchar su voz, agradecía que ella siempre llevara su máscara y que hacía años ninguno de ellos había visto su rostro y ellos tenían que agradecer que en ese momento el no llevara ninguno de sus cuchillos.

— ¡Cierren la boca! Ninguno de ustedes es digno de ser su esposo. — Gritó antes de dar la última picada y que una pieza enorme de mineral se desprendiera.

Los otros dos herreros se abrazaron temblando mientras Haganezuka lo colocó en la carretilla y se dirigió a la aldea que solo estaba colina abajo.

Pocas cosas le daban tanta rabia como el hecho de que algún idiota estuviese hablando de ella, nadie tenía el derecho a mencionarla para algo más que no fuese elogiarla con respeto.

Algún día iba a matar a uno de esos idiotas.

Dejó los materiales en el almacén correspondiente y se dirigió a la residencia Tecchikawahara, fue invitado por la señora Fumiko.

Como cada vez, Hanae le colocó la comida en la mesa y el comía solo dejando libre su boca, la comida estaba deliciosa y el sabía que en su mayoría Hanae era quien cocinaba.

Terminó la comida y la señora Fumiko salió de la casa, dejándolo solo con Hanae, fue con ella, se colocó a su lado para lavar los platos con ella.

— No necesito tu ayuda. — Habló con voz firme.

— La tomas y cierras la boca, mujer endemoniada.

Hanae refunfuñó unos minutos pero no pudo hacer más que aceptar su ayuda, era muy molesto que siempre la quisiera ayudar a hacer cualquier péqueles cuando ella quería por una vez hacer algo de forma independiente.

Terminaron y ella fue a la nevera mientras el se recostaba en la sala, no tenía su máscara así que pudo ver su media sonrisa y sus ojos brillar cuando ella regresó con un plato lleno de Mitarashi Dango.

— ¿Todos para mi? — preguntó con cierta emoción en la voz y Hanae asintió.

El comía el dango mientras tarareaba una canción que solo el conocía.

Estaban deliciosos, Haganezuka la miró y alzó una ceja al verla ahí sentada frente a él. Le dio un dango y aunque dudosa lo tomó. Se quitó la máscara para empezar a comer. Notó que Hahanezuka tenía las mejillas ligeramente rosadas.

— No están asquerosos.

— ¡Ja! Ya quisieras comer mis Dangos cada día de tu miserable vida.

— Me envenenarías.

— eres el peor. — murmuró inflando las mejillas, se parecía más a su máscara cuando hacía eso.

— solo come callada... Hanae.

Oh.

La mencionada casi se ahoga con su propia saliva al escucharlo decir su nombre. El nunca la llamaba por su nombre, las veces que no la llamaba por su apellido le decía algún apodo despectivo que se inventara en el momento.

Haganezuka notó la sorpresa.

— Nos vamos a casar, deberíamos empezar a usar nuestros nombres.

—ujum. — era todo lo que podía decir, tenía la cabeza gacha, no sabía como sentirse al respecto.

— Tu también a mi, llámame Hotaru.

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Matrimonio arreglado - Haganezuka Hotaru KNYحيث تعيش القصص. اكتشف الآن