encantada de conocerte

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Me encontré de pronto montada en un ave, un ave hermoso, el viento azota mi rostro, estaba encima de un ave majestuoso, la sensación de libertad y paz que tengo es inigualable, estaba llena de seguridad y libertad, mientras volamos miro abajo, muchos árboles de todos tamaños se movían al compás del viento, amo este lugar, no me quiero ir de aquí.

El ave que me transporta de pronto empezó a bajar a toda velocidad en una gran cascada, se detuvo con un gran freno que me hizo caer, toda esa sensación de seguridad y paz se desvaneció, estaba yo cayendo a una velocidad sorprendente mientras miraba al ave alejarse, esta vez el ave ya no tenía ningún color, de hecho, nada tenía color alguno, cerré mis ojos lista para el impacto, pero no sucedió.

Me levante sudando en mi cama mientras un pequeño rayo de Sol proveniente de una pequeña abertura de las cortinas me iluminaba el rostro. Mi cabeza dolía. Vi al reloj que posaba en mi mesita de noche, y una dosis de adrenalina invadió mi cuerpo al darme cuenta que era tarde, muy tarde.

Me puse la bata y tropecé con una botella, quise maldecirme a mi misma pero no tenía tiempo, abrí la puerta y corrí por el pasillo del hotel, parecía una loca con mi maquillaje de la noche anterior, cabello desastroso, pantuflas distintas en cada pie y una bata blanca. Toque la puerta de la habitación de Howard y aunque le tomo unos segundos abrir, no pareció sorprendido con mi aura.

— Liz, pasa — me indicó, entre a su habitación y él miró a ambos lados antes de cerrar la puerta.

— ¿No hay fotógrafos? ¿Ya están acá? — pregunté

— No cariño, tranquila  — respondió, se sentó frente a mi y con unas toallas procedió a limpiar mi rostro — así que dime, ¿algún otro galán a quien tengamos que sacar de tu habitación y hacerle firmar un contrato de confidencialidad? — la pregunta habría sonado a una broma, claro, si no hubiera sido algo que ya haya pasado. Sonreí levemente y negué con la cabeza, el asintió seriamente. Howard es el asistente de mi madre, él se volvió mi ángel de la guarda y confidente, es la única persona en quien puedo confiar totalmente.

— Howard, ¿como llegué acá? — le pregunté avergonzada, el suspiro y se enderezó en su asiento.

— Me llamaste a las cuatro de la mañana, llorabas porque no recordabas cómo llegar al hotel, me relataste como habías conocido a un chico que parecía un dragón y que habías perdido de vista a Jane, querías pedir un taxi pero viste a un chico con una cámara así que te escondiste en una farmacia, luego me diste ese discurso que siempre haces sobre cómo sentías mucho molestarme a esa hora y que sería la última vez que lo harías, me diste el nombre de la farmacia hasta que finalmente se te apagó el teléfono. Llegue por ti a los quince minutos y te deje en tu habitación

— Suena a... algo que yo haría definitivamente — baje la mirada.

— Hablaremos luego ¿si? — me sostuvo por la quijada para limpiar el rímel corrido de mis mejillas y ojos — necesitamos alistarte para esta noche, ve a ducharte.

— ¿Tengo que ir? — pregunté, aunque ya sabía su respuesta.

— Eres Elizabeth Warner, claro que tienes que ir.


La habitación era ahora un caos, había maletas por todos lados y gente que entraba y salía, entre maquilladores, estilistas y sus asistentes, había ropa, zapatos y joyería por todos lados.

Desde el reflejo del espejo aprecie cómo Howard colocaba el último detalle de mi atuendo, un collar de diamantes, cuando lo abrochó todos en la habitación suspiraron, después de arduas horas ya todo estaba listo.

— Perfecto, excelente trabajo equipo — señaló Howard y aplaudió, a lo que me le uní. Luego de unos minutos de agradecimientos y aplausos tocaron la puerta. Linda, una de las maquilladoras abrió.

malibúWhere stories live. Discover now