CAPÍTULO III

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La melodía creada por los huesos que golpeaban los Na'vi sobre los cráneos que simulaban tambores resonaba en cada rincón del sitio, teniendo como acompañamiento a las voces femeninas y masculinas, caracterizadas por su juego con los tonos que hac...

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La melodía creada por los huesos que golpeaban los Na'vi sobre los cráneos que simulaban tambores resonaba en cada rincón del sitio, teniendo como acompañamiento a las voces femeninas y masculinas, caracterizadas por su juego con los tonos que hacía de la música un caos glorioso.

Unos cuántos días habían transcurrido. Días en los que no pude despegar mis ojos de aquel avatar con el que ahora Varang se encontraba hablando, sentados alrededor del cúmulo de seres que danzaban para camuflarse con el peligro del fuego ardiente. Era evidente que mi madre contaba con un plan, pero no me gustaba cuánto inmiscuía en las tradiciones de mi pueblo a esas ratas del cielo. Más en una noche como esta. Faltaban unos cuántos minutos para que todo baile, canto y sonido se extinguiera para abrir paso a la ceremonia.

Hoy, frente a aquellos farsantes, iba a hacer el ritual para continuar con la búsqueda del "otro aliento". Muchas cosas estaban mal en eso, ¿la más importante? Que ya lo había encontrado. ¿La que más me preocupaba? Hallarme vulnerable frente al intruso. Quería meterme en la cabeza de la Olo'eyktan, aquella mujer que me concibió, sólo para enterarme de lo que pensaba, sin embargo, algo me decía que todo iba por el camino correcto.

Por entre la máscara creada a base de roca volcánica y con forma de bestia, vislumbré a los muchachos Na'vi que tenían como rehenes. Ellos también se encontraban ahí, obligados, atados tanto de pie como de brazos a altos palos que eran sostenidos por los de mi Clan.

Cuando el silencio fue evidente me levanté, con las miradas puestas en mí. Sigilosa, pero segura, me aproximé al centro donde Varang ya me esperaba, dándome la espalda.

— Una noche más donde el espíritu del fuego se elevará sobre la inconsciencia. ¡Una noche más donde, Nü'riel...! —me señaló, sonriendo—... Buscará la voz de aquel que se adueñó de uno de nuestros alientos. Pronto, nuestro guardián despertará y junto con los visitantes —ojeé a Quaritch, quien sonreía ladinamente, con una maldad infinita oculta, observando a mi madre—, volveremos al lugar que nos corresponde.

Los gritos y vítores no tardaron en escucharse, pero mi mente no podía estar más lejana a ese momento. Fui empujada por las manos de Varang hasta quedar sentada con mis piernas cruzadas. Una de las Na'vi más ancianas se aproximó, con el Sku'rni en una mano y una bandeja en la otra. Tomé esta última entre mis dedos, cerré los ojos y murmuré palabras específicamente para Eywa, una vez hecho aquello bebí de su contenido al mismo tiempo que en mi piel eran clavados los aguijones del animal. Tantas sesiones de esas hicieron que el dolor causado por esto fuese como un hermano para mí y, aún si hubiese hecho una mueca, nadie la habría visto por mi vestuario. Sólo me mantuve quieta, dejando que hiciese efecto en mí el líquido ingerido y el veneno.

La melodía volvió a escucharse mucho más lenta, pero, al mismo tiempo, fuerte; como golpes que a cada segundo se iban intensificando. Una entonada era un paso mío hacia la inconsciencia. Mi pueblo creaba el camino por el que mi alma debía cruzar. Poco a poco mi cuerpo comenzó a despojarse de mi consciencia. Pronto no escuché más que mi propia respiración. El ardor que cubría mis venas a la velocidad de la luz era lo único que percibía mientras una lluvia de figuras abstractas me rodeaba. Podía no doler, pero la asfixia que sentía era desbastadora. Mil veces prefería los sueños para mis encuentros con él: aquel Na'vi que me recibió en mis propias memorias.

NÜ'RIEL || NeteyamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora