Única parte

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Todo el barrio los conocía a ambos.

Porque era así; si conoces a Agustín, conoces a Marcos.

Y si conoces a Marcos, no hay manera de que no conozcas a Agustín.

Ambos eran prácticamente inseparables desde que Marcos se mudó a La Plata y se conocieron en la escuela primaria, cuando tenían 7 años.

Fue una amistad que inició de una manera extraña, y que continuó de esa forma.

Porque en realidad, ambos apenas se vieron a los ojos por primera vez, se odiaron.

Ninguno estuvo muy seguro de por qué, pero sintieron una corriente recorrerlos, sus vellos erizarse y una extraña adrenalina que provocó que sus pupilas se dilataran.

Lo primero que pensó Agustín fue que aquello solo podía ser porque el niño frente a él le molestaba; acaparando la atención de sus compañeros y profesores.

Y en el momento que Agustín le sacó la lengua, Marcos empezó a odiarlo también.

Era una guerra silenciosa y lejana. Ninguno se llegó a acercar mucho al otro, pero cada vez que el verde y el azul se encontraban, se hacían muecas y burlas.

Todo el colegio era consciente de que se odiaban, incluso las profesoras. Pero no le dieron mayor relevancia dado a que no generaban ningún tipo de inconveniente.

Entonces, para todos fue una enorme sorpresa que, de un recreo a otro, ambos estaban juntos, de la mano y sonriendo ampliamente; desde entonces que eran inseparables.

―¿Entonces si vas a poder ir a verme, primito? ―cuestionó Ginocchio, ampliando su sonrisa.

Ambos eran ya adolescentes en su último año de secundaria, sus cuerpos eran totalmente diferentes entre ambos, pero ya definitivamente no eran niños.

―¿No es lo que te acabo de decir? ―bromeó Guardis, mientras trataba de centrarse en el juego frente a ambos. Era costumbre suya jugar al FIFA algunos días a la semana mientras hablaban de todo lo que quisieran hablar.

―No directamente. ―retrucó Marcos, bufando cuando su compañero de juego le metió un gol.

Agustín se limitó a sonreír, orgulloso, más no dijo nada al respecto.

―Si, voy a ir a ver como te hacen percha en una jaula, Mar ¿Feliz? ―cuestionó Guardis, girando su rostro para que se miraran de frente.

―No, porque estás dando por sentado que voy a perder. ―puchereó Ginocchio, clavando sus ojos en los azules de su amigo.

―No podes ganarme en el FIFA y vas a ganarle a un tipo en una pelea de jaula. ―molestó Agustin, apenas consiguiendo que sus ojos no se desviaran a los finos y atractivos labios de su acompañante.

―Son cosas diferentes ―los ojos verdosos miraron al techo en un gesto de exasperación― Yo juego fifa solo con vos. Vos te la pasas jugando para ganarme, digamo'. ―molestó, recibiendo un codazo del mayor.

Ambos rieron y se volvieron a enfocar en la partida.

Pero Guardis sentía un sabor amargo en la lengua. Desde hace años venía tratando de ocultar su enamoramiento por el menor, y cada día que pasaba se le hacía más difícil.

Marcos estaba ya al tanto de sus preferencias sexuales y siempre lo aceptó, e incluso nunca llegó a tratarlo de forma diferente desde que lo supo, como si llegó a pasarle con varios de sus amigos de la secundaria.

Ya todo ello era cuestión del pasado, actualmente estaba totalmente normalizada su orientación sexual en el curso, e incluso se sentían en la libertad de hacer las típicas bromas de adolescentes con él, sin miedo a que pase algo incómodo.

Can't get rid of these feelings [Margus]Where stories live. Discover now