8: ¿Magia para pelear?

Comenzar desde el principio
                                    

—¿El regaño de Alexander? —preguntó Abby, pareciendo sorprendida de que lo recordara. Yo asentí de inmediato, avergonzada.

—Alexander siempre nos regaña por cualquier cosa. Nunca es en serio, no te lo tomes personal, solo tiene una apariencia y una voz intimidante, pero es el más inofensivo de aquí —prometió Megan, sonriendo con humor.

—Estoy de acuerdo, Nethy, no te lo tomes personal. Los castigos son necesarios para que podamos sobrevivir entre reserva y reserva —explicó Sebastian, quien para mi sorpresa seguía trabajando en el mismo escritorio, sin siquiera voltear a vernos.

—Si no fuese por eso, Al terminaría por poner todo el dinero de su propio sueldo y como no lo acepta de otra forma, a veces tenemos que fingir meternos en problemas —asintió Abby, guiñándome un ojo—. De verdad no pasa nada. Unos pocos diamantes del sueldo al bimestre no hacen daño.

—¿Diamantes? —dudé, no reconociendo la palabra.

—Por la Diosa, ¿ni siquiera recuerdas el dinero de Ziggdrall? —se escandalizó Megan.

Negué con la cabeza, incómoda.

—Meg, no la regañes así, Sebastian dijo que está haciendo su mayor esfuerzo para aprender todo. Apenas consiguió un nombre, debemos ayudarla en lugar de hacerla sentir mal.

Agradecí internamente una vez más por la dulzura de Abby, que consiguió que Megan lo dejara pasar.

—Es cierto, por fin podemos presentarnos adecuadamente —dijo la mujer, extendiendo su mano hacia mí—. Un gusto conocerte, Lilineth, próxima bruja del ejército.

Sonreí agradecida a ambas, aceptando el gesto.

—Bien saben que el placer es todo mío, no pensé que quisieran volver a hablarme luego de lo que sucedió la última vez...

—¡Ay, por favor! ¡Pero si somos tus amigas, Lili! —replicó Abby, ofendida.

—¿Lo son? Pero... apenas nos conocemos —dudé.

—Bueno, siendo honestas, ni siquiera tú te conoces mucho —apuntó Megan con una pizca de burla—. No hará una diferencia esperar para que podamos ser amigas. Pelearás de nuestro lado y para mí, eso basta —aseguró.

—Exactamente, para mí que estés aquí basta también. Además, vas a estudiar magia para ayudarnos, así que de ahora en adelante voy a ayudarte por las mañanas a dominar los básicos sobre Ziggdrall y que puedas avanzar más rápido —anunció la muchacha, con otra de sus encantadoras sonrisas a las que no podías negarte.

—¿De verdad? ¿Harías eso por mí? —me sorprendí, abrumada por tanta amabilidad de su parte.

—¡Por supuesto! No tengo tanto que hacer, a menos de que salga alguna misión y puedo tomar las guardias nocturnas por unas semanas —sonrió.

—Sin olvidar que es una fanática de la historia de Ziggdrall, con ella progresarás mucho más rápido que leyendo por tu cuenta —dijo Megan, una vez más consiguiendo que Abby luciera algo apenada.

—Tampoco es la gran cosa —descartó, dándole un codazo a la pelirroja que la hizo sonreír incluso más.

—Y tampoco es como que no fuese a ayudarla con las cosas. He tratado de terminar de abastecer las fórmulas para poder dedicarme a ella —añadió Sebastian, sintiendo que el último comentario de Megan era una crítica a su método.

—No te molestes, sabemos que estás ocupado, por eso hablamos con Al para poder ayudarla un poco al saber que se quedaría —explicó Abby—. Yo no puedo enseñarle magia, pero apuesto a que tú podrás hacerlo con mucha más facilidad si ella ya no considera que Ziggdrall es terreno desconocido.

Guerra de Ensueño I: Princesa sin nombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora