X. El que la sigue, ¿la consigue?

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Rin se despertó atontado. No sabía en donde estaba. Luego recordó los sucesos del apagón y sintió rabia. ¿Cómo era posible que no pudiese ganarle a Bachira?

Él era mil veces mejor que ese idiota, y, aun así, Isagi lo seguía escogiendo. Pero, no. Lo decidió en ese mismo instante. No se daría por vencido. Pues, a pesar de la tormenta que ya había terminado, él antes de ver el sol prefería escuchar su voz.

Rin vio a Nagi y a Reo conversando de forma amena y melosa. Él se levantó y se dispuso irse a su habitación, cuando de repente escuchó que el peliblanco dijo:

—Así que, ¿los chicos quieren ir a beber Sake en la azotea de la mansión en la noche?

—Sí, tenemos que ir, Nagi —dijo Reo.

Nagi asintió. Pues pasar tiempo con Reo jamás era una molestia, entonces todo estaba bien. Ambos usaban ropas deportivas.

Llegada la tarde noche, Isagi fue al baño y se encontró con Rin que iba saliendo de ese lugar.

—Isagi... —dijo Rin—. Yo...

—¿Y ahora qué quieres? —dijo Isagi con un tono cansino.

—Quiero respuestas.

Isagi calló y lo quedó mirando.

—¿Por qué lo sigues escogiendo a él?

—Porque lo amo —dijo Isagi sonrojándose.

Rin quedó blanco, estupefacto como una piedra. Jamás, jamás creyó que Isagi le diría eso. Y él que quería seguir insistiéndole. Pero ahora era una molestia, o al menos así lo indicaba la mirada de hastío que tenía Isagi en ese momento.

Isagi se hizo a un lado y fue al baño sin más. Al salir, Rin ya no estaba allí. Eso lo alivió, era tan cargante el muchacho. Que no lograba entender el porqué de su incomprensión respecto al tema.

Isagi llamó a Bachira una vez que entró a la habitación y le dijo que fueran a dar un paseo. Ambos usaban ropas deportivas sin llegar a ser muy abrigadoras, pues el sol se imponía otra vez, produciendo así que la tormenta de ayer quedara en el olvido.

Llegaron a un recoveco inexplorado. Era nada más ni nada menos que la azotea de la mansión. Se podía decir que era lujosa y bastante ostentosa. Su piscina con agua templada, el acceso a la barra libre, las luces como de discoteca. Tocaban la música del momento. Y la vista, aquella preciosa vista que tenía por los ventanales de la azotea, podía demostrar el paisaje en sus 360 grados. Era una vista panorámica, parecía a simple vista que estaban encerrados en un recinto lleno de vidrio por doquier. Entonces, había una puerta de vidrio, los muchachos después de observar el lugar salieron por ahí y se quedaron en la terraza observando la vista al bosque, porque sí. Era impresionante cuanta vegetación había allí. Entre sectores con agua y así. Todo un paraíso. En definitiva, no querían que esas vacaciones acabaran por nada en el mundo.

—Isagi, esta vista es preciosa —dijo Bachira asombrado.

—Sí, pero no tanto como tú —dijo Isagi abrazándolo por la espalda.

Los dos estaban mirando el ambiente en su totalidad, mientras el viento les recorría la piel.

—Amor —dijo Bachira mirándolo y dándose la vuelta para quedar frente a frente.

—Dime —Isagi le repartió besos en todo su rostro en señal de cariño.

—¿Quién besa mejor?

—¿Eh? —dijo Isagi ladeando su cabeza.

—¿Rin o yo? —Bachira alzó una ceja.

Isagi le sonrió y tomó su mano, le dio un besito en el dorso de esta.

Unas paradisíacas vacacionesWhere stories live. Discover now